martes, 28 de agosto de 2018
miércoles, 1 de agosto de 2018
Salamina
El Partenón de Atenas se edifica durante el período denominado "plena época clásica", que se desarrolla tras la finalización de la Segunda Guerra Médica (480-479 a.C.).
La construcción del Partenón viene a coincidir en gran parte con el gobierno del arconte Pericles (443-429), durante el cual se consolida el sistema democrático y la polis de Atenas vive unos años de esplendor, paz y prosperidad. El contacto del gobernante con filósofos como Anaxágoras es posible que explique el afán por la proporción y el orden que apreciamos en el Partenón. Todo ello queda recogido en la frase del filósofo: "al principio era el caos; después vino la inteligencia, que todo lo puso en orden".
Durante la Segunda Guerra Médica se libró la decisiva batalla naval de Salamina, con el rey Jerjes y Temístocles al mando, respectivamente, de persas y griegos.
Y este poema, que explica la importancia de Salamina, me llevó a configurar esta entrada:
Y este poema, que explica la importancia de Salamina, me llevó a configurar esta entrada:
SALAMINA
POR esto ha sido escrito el Partenón
con la más bella tinta de la tierra.
Por esto se ha labrado el pensamiento
en la piedra más sabia y perdurable.
Por esto estás hablando en lengua libre.
Enrique Badosa
La batalla de Salamina marcó un punto de inflexión en las Guerras Médicas. Tras este combate naval entre griegos y persas, el Peloponeso, y por extensión Grecia como una entidad, se salvaron de la invasión del Imperio Persa. Los persas, por su parte, sufrieron un duro golpe a su prestigio y moral.
Tras las posteriores batallas de Platea y Mícala desapareció para los griegos la amenaza de invasión, los aliados pudieron pasar a la contraofensiva. La victoria helena permitió que Macedonia se rebelara posteriormente contra su dominio.
Con Salamina se inició un giro decisivo en el balance de fuerzas a favor de los griegos, que culminó en su victoria final y en una reducción considerable del poder persa en el mar Egeo.
De haber perdido los griegos contra los persas en el siglo V a C, la cultura clásica griega no se habría desarrollado ni extendido.
El triunfo heleno en las Guerras Médicas aseguró la supervivencia de la cultura griega.
En la antigüedad los griegos creían que los dioses se comunicaban con ellos mediante oráculos.
Fue ya san Agustín, en el siglo V, quien introdujo definitivamente a la Sibila Eritrea en la tradición cristiana. En La ciudad de Dios narra que disertando sobre Cristo con el procónsul Flaciano, este le mostró un códice griego en el que estaban copiados unos versos de la pitonisa. Se trataba de una composición acróstica que formaba la frase: “Iesus Christus, Dei Filius, Salvator”, esto es, el origen divino de Jesucristo predicho desde tiempos inmemoriales. San Agustín incluyó la traducción latina de los versos en su obra y pasó a formar parte de la liturgia cristiana durante la Edad Media.
En la Grecia clásica, la Sibila era el arquetipo de la profetisa y la sacerdotisa. Mujer de sabiduría y vehículo de las revelaciones divinas, constituía a la vez el símbolo de la mujer arcaica que reunía muchos atributos encarnados antaño por las Diosas Madres del Paleolítico, las Magna Mater de Oriente y del mundo clásico grecorromano, como Isis, Ishtar, Deméter y Atargatis.
La Sibila más antigua (en la mitología griega) parece haber sido "Trofile", hija de Júpiter y de Lamia (hija de Neptuno), pero las más conocidas de las diez sibilas (o doce, según las fuentes), son las cinco pintadas por Miguel Ángel en la Capilla Sixtina:
1. Cuma
2. Persea
3. Eritrea
4. Délfica
5. Líbica
Cada una de ellas predijo el advenimiento de la era cristiana, por ello el Papa Julio II quiso que figuraran en el conjunto de pinturas encargadas por él para la Capilla Sixtina.
Sibila Eritrea. Catedral de León. Pórtico occidental
Fue ya san Agustín, en el siglo V, quien introdujo definitivamente a la Sibila Eritrea en la tradición cristiana. En La ciudad de Dios narra que disertando sobre Cristo con el procónsul Flaciano, este le mostró un códice griego en el que estaban copiados unos versos de la pitonisa. Se trataba de una composición acróstica que formaba la frase: “Iesus Christus, Dei Filius, Salvator”, esto es, el origen divino de Jesucristo predicho desde tiempos inmemoriales. San Agustín incluyó la traducción latina de los versos en su obra y pasó a formar parte de la liturgia cristiana durante la Edad Media.
En torno al siglo X, la figura de la Sibila aparece por primera vez como composición musical con estribillo en un manuscrito de la abadía benedictina de San Marcial de Limoges, y arraiga definitivamente en el sur de Europa a partir del siglo XII, por lo general, en las catedrales.
El manuscrito de Limoges sirvió como base argumental para la realización de dramas litúrgicos vinculados con la Navidad (la misma idea del anuncio de la segunda llegada de Dios, Parusía) denominados el Canto de la Sibila, de melodía gregoriana. Se interpreta de forma tradicional en la Misa de Gallo en las iglesias de Mallorca principalmente.
En el Canto de la Sibila las visiones apocalípticas son trágicas y desgarradoras, pero la música que las acompaña es armónica y mágica.
Se cantó durante siglos por la voz onírica de un niño, ya que las mujeres tenían prohibido hacerlo dentro de los templos, salvo en los monasterios femeninos.
Por este canto milenario, la luz de las sibilas -Délfica, Pérsica, Líbica, Cimeria, Eritrea, Samia, Cumana o Cuma, Helespóntica, Frigia y Tiburtina- sigue todavía viva en voz y figura femenina.
El canto de la Sibila, Iudicium Signum, Anónimo, siglo X