Salve María, esperanza del mundo.
Salve dulce, piadosa, llena de gracia.
Salve Virgen singular, designada por la zarza que ardía sin consumirse.
Salve Rosa bella, Vara de Jesé,
cuyo Fruto ha desatado los lazos de nuestro llanto.
Salve Tú que edificaste el Hijo de tu vientre contra los pactos de la muerte.
Salve Tú que no tienes igual y que reparaste el gozo del mundo en llanto.
Salve Lámpara de las vírgenes, por la cual refulgió la luz celestial sobre los que estaban bajo las tinieblas.
Salve Virgen de quien quiso nacer y ser amamantado el Rey de los cielos.
Salve Joya entre los astros del cielo.
Salve Sagrario del Espíritu Santo.
Oh cuán admirable y cuán laudable es tu virginidad,
en la cual, por el Espíritu Paráclito, refulge la fecundidad.
Oh cuán santa, cuán serena, cuán benigna, cuán amena eres considerada, Virgen,
por la cual concluye la esclavitud, se abre la Puerta del Cielo y se devuelve la libertad.
Oh Lirio de castidad, ruega a tu Hijo que es la salvación de los humildes.
Haz que nuestro vicio, en el triste juicio, no sucumba al suplicio
por tu oración santa, limpiándonos del pecado, él nos coloque en la Casa de la Luz
Y que todo hombre diga: Amén
¡Qué maravilla de oración! No la conocía. Da mucha paz.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, Rosa.
Besos.
Sí que da paz, es verdad...
EliminarGracias a ti, amiga.
Un beso.