jueves, 18 de julio de 2013

Oración contemplativa o Contemplación




Ilumina mi noche con tu presencia. Sor Isabel Guerra 



La oración de silencio o contemplativa ha sido descrita detalladamente en las obras de dos doctores de la Iglesia: santa Teresa de Jesús y san Juan de la Cruz.

La búsqueda en nuestro interior o interiorización se fundamenta en un dato de fe: Dios nos inhabita, somos "templos del Espíritu Santo" (cf. 1 Cor 3, 16).

“Entra", dice santa Teresa, porque tienes "al Emperador del cielo y de la tierra en tu casa... no ha menester alas para ir a buscarle, sino ponerse en soledad y mirarle dentro de sí... Llámase recogimiento porque recoge el alma todas las potencias (voluntad, entendimiento, memoria) y se entra dentro de sí con su Dios".

Un error común es creer que ésta, que es la oración más elevada, está reservada sólo para unas poquísimas almas escogidas, generalmente monjas o monjes de claustros y comunidades contemplativas. Ese concepto le encanta al Enemigo, que no quiere que seamos verdaderos orantes.

La oración de silencio, de recogimiento, de contemplación es para todo aquel que desee buscarla. Santa Teresa de Jesús dice que la oración contemplativa es la "Fuente de Agua Viva" que Jesús promete a la samaritana y que la promete para "todo el que beba de esta agua no volverá a tener sed" (Jn 4, 13). No dice el Señor que la dará a unos y a otros, no.



Por tu palabra viviré. Sor Isabel Guerra


Abierta a tu misterio. Sor Isabel Guerra


 Teresa de Ávila. François Gérard



La oración contemplativa, según santa Teresa de Jesús, requiere unas condiciones que aparecen detalladas en el enlace :

1- Fe. Creer que Dios está presente. Vivo en la fe, la fe que me dice Dios está aquí. ¿Lo veo? No ... simplemente lo sé.

2- Deseo inicial de oración y perseverancia. A esto llama santa Teresa "determinada determinación" [...]

3- Pureza de corazón. Buscar a Dios por lo que es y no por lo que da. "Buscar no los consuelos de Dios, sino el Dios de los consuelos" [...]

4- Humildad. La Contemplación es un don que no se puede merecer [...] 

5- Sencillez, pobreza e infancia espiritual. "Yo te alabo, Padre, porque has mantenido ocultas estas cosas a los sabios y entendidos y las has revelado a los sencillos. Sí, Padre, así te pareció bien" (Mt 11, 25).  Hacernos pequeños, sencillos, como niños, para que Dios crezca en nosotros [...]

6- Entrega de la voluntad. [...] El orante "ha de ir contento por el camino que le llevare el Señor", Entregar la voluntad es ir aceptando los planes de Dios para nuestra vida, según su voluntad, no imponer nuestros propios planes. Es una condición indispensable para la Contemplación. "Su Majestad sabe mejor lo que nos conviene; no hay para qué aconsejarle lo que ha de dar".
Entregar nuestra libertad para que Él pueda hacer en nosotros según Su Voluntad es condición importante para la Contemplación.

7- Desapego de lo creado:

Dice san Juan de la Cruz:

Memoria del Creador,
olvido de lo creado,
atención al interior
y estarse amando al Amado.


8-Vivir el presente. Para orar hay que centrarse en el momento presente [...] Hay que estar en el ahora: aquí está Dios. La siguiente experiencia mística puede mostrar cuán importante es esta condición para la oración:

"Estaba lamentándome del pasado
y temiendo el futuro.
De repente, mi Señor estaba hablando:
Mi nombre es "Yo Soy"...

Cuando vives en el pasado con sus errores y pesares, es difícil, Yo no estoy allí.
Mi nombre no es "Yo Fui"...

Cuando vives en el futuro con sus problemas y temores, es difícil. Yo no estoy allí.
Mi nombre no es "Yo Seré" ...

Cuando vives en este momento, no es difícil.
Yo estoy aquí.
Mi nombre es "Yo Soy".


(Poema de Hellen Mallicoat)




Comunión de santa Teresa. Juan Martín Cabezalero
  


9- Se requiere soledad y silencio.[...] Querer la soledad y el silencio es señal de que estamos llegando a la verdadera oración. [...]

10- Nuestra participación en la oración. [...] El silencio aún no es contemplación, pero es el esfuerzo que Dios requiere para dársenos y transformarnos [...]

11- La participación de Dios. [...] En este silencio, Dios puede revelarse o no, y esto no depende del orante sino de El mismo, que se da a quién quiere, cómo quiere, cuándo quiere y dónde quiere [...]
La efectividad de la oración contemplativa no se mide por el número ni la intensidad de las gracias místicas. Se mide por la intensidad de nuestra transformación espiritual: crecimiento en virtudes, desapego de lo material, entrega a Dios, aumento en los frutos del Espíritu, etc.


Aridez

La participación de Dios puede ser en aridez. Cuando ésta venga –que vendrá- hay que tener cuidado, porque puede convertirse en una tentación.

Pudiera suceder que cuando ya hemos avanzado algo en la oración o cuando estamos agobiados de trabajo y se descuide la oración, se comience a creer que la oración de contemplación no es para uno. Ese sería un triunfo del Demonio, pues hace todo lo que puede para que nos quedemos exteriorizados.

Cuando estemos en aridez, más hay que adorar. Puede ser cansado. Es como sacar agua del pozo, en vez de recibirla por irrigación o –mejor aún- de la lluvia (cf. Santa Teresa de Jesús).

La aridez es parte del camino de oración. Porque creer en el Amor de Dios no es sentir el Amor. Es, por el contrario, aceptar no sentir nada y creer que Dios me ama.

Así que no hay que juzgar la vida de oración según ésta sea árida o no. La sequedad es un dolor necesario. No podemos amar a Dios por lo que sentimos, sino por lo que El es.

La aridez es necesaria para ir ascendiendo en el camino de la oración. Así que, viéndolo bien, la aridez es un don del Señor, tan grande o mayor que los consuelos en la oración.

Con la aridez el Señor nos saca del nivel de las emociones y nos lleva al nivel de la voluntad: oro aunque no sienta, porque deseo amar al Señor.
La aridez, entonces, cuando no es porque nos hemos alejado del Señor por el pecado o por no orar, es un signo de progreso en la oración.

La oración contemplativa es siempre una experiencia transformante, haya gracias místicas o no, estemos en aridez o no.

Y recordemos: orar se aprende orando, "sin desfallecer", como dice el Señor. La única forma de aprender a orar es: orar, orar, orar.

 
 El éxtasis de santa Teresa. G. L. Bernini


Al hacer oración de meditación hacemos recuento de las perfecciones divinas, pero al contemplar el misterio las percibimos en su totalidad. Nos dejó escrito san Francisco de Sales: 

“Meditar es como oler sucesivamente clavel, rosa, romero, tomillo, jazmín, azahar; contemplar es como oler la esencia de todas esas flores juntas”(Tratado del amor de Dios, VI, 5).

Estos vídeos que os dejo (Los pasos del silencio, traducidos generosamente por el autor del blog "Siete en familia"), son dos testimonios de vida contemplativa,  una joya.

El primero dedicado a las monjas benedictinas del monasterio Mater Ecclesiae, situado en la isla de San Giulio en el lago de Orta, en Novara (Italia).





 El segundo trata sobre la comunidad trapense de Fratocchie, que se encuentra en Roma.





Al final de este vídeo aparece una bella oración:


No tengáis miedo, sabed que el Señor os ama:

Señor, Tú sabes,
Tú ves,
Tú puedes,
Tú provees.
Basta








4 comentarios:

  1. Que profundo, completo y ungido tu post.
    ¡Gracias Rosa! También yo te hecho de menos...
    Un abrazo fuerte. Dios y la Virgen te bendigan.

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  2. Muy buena entrada. Gracias por compartir cosas ran profundas en la red.
    Un abrazo en Cristo. Y sí, orar para aprender a orar.
    Ven Espíritu Santo...

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