La Cuaresma es un tiempo durante el cual podemos descubrir de nuevo la oración. Es la ocasión de tomar nuestro rosario para meditar con María los misterios de la vida del Señor.
Podríamos pensar que la Cuaresma es el período del año litúrgico que se acuerda bien con los misterios dolorosos del Rosario. En efecto, es lo primero que se nos ocurre espontáneamente.
La meditación de estos misterios será la ocasión de unirnos a los que sufren en sus cuerpos y en sus corazones, de rezar por aquellos que son perseguidos por la justicia, a causa de su adhesión a Cristo. Y no podemos dejar de pensar en nuestros hermanos cristianos acosados y asesinados a causa de su fe en Nigeria, en el Próximo y Medio Oriente, en la India y en otros muchos lugares...
La Cuaresma nos permitirá no olvidar a aquellos que intentan aliviar el sufrimiento de los enfermos, a los que acompañan a los agonizantes o que luchan contra todas las injusticias. ¡Son los Cirineos que ayudan a llevar tantas cruces!
La Cuaresma, por fin, nos dará la ocasión, ahora y como siempre, de dar gracias al Señor que nos ha amado hasta morir en una cruz para salvarnos.
Pero no vayamos a pensar que la Cuaresma se acuerda solamente con los misterios dolorosos.
La liturgia nos lo recuerda puesto que haremos memoria, a lo menos en marzo, de la Anunciación del Señor, el primero de los misterios gozosos.
Durante la Semana Santa, celebraremos la Institución de la Eucaristía, un misterio luminoso.
Por fin no olvidemos que la Resurrección, misterio glorioso, ha sido anunciada por Cristo a sus discípulos. ¡Jesús va a dar su vida para vencer la muerte! Va a sufrir y morir, ¡El que es la Resurrección y la Vida!
¡Durante esta Cuaresma, con nuestro Rosario -todo el Rosario-, tomemos decididamente el camino de Jerusalén!
Fr. Louis-Marie ARIÑO-DURAND, o.p.
Promotor General del Rosario
Orden de Predicadores
Sábado, día del Rosario bloguero. ¡Feliz día!
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