viernes, 1 de agosto de 2014

Pintor de sueños y sentimientos I

 
 
 
Autorretrato con musa

 
Me llamo Marc, tengo espíritu sensible y nada de dinero, pero dicen que tengo talento”.
 
(Marc Chagall, “Mi vida”)


Así se presenta y define Chagall en su autobiografía.

Marc Chagall es uno de los temperamentos de mayor singularidad creadora de la figuración contemporánea. Tuvo una larga vida, casi centenaria, marcada por todos los grandes acontecimientos históricos del siglo XX. Sufrió las dos Grandes Guerras y la revolución en Rusia; se salvó del Holocausto y fue testigo de la creación del Estado de Israel. Vivió su juventud en una comunidad judía bajo el zarismo en la pequeña ciudad de Vitebsk, pero luego pasó largas temporadas de su vida en metrópolis modernas como París, Berlín o Nueva York.
 
Nacido en 1887 en Vitebsk (actual Bielorrusia), en el seno de una humilde familia judía con nueve hijos, es en este mundo, y a través de su padre, donde siente por primera vez la poesía:

“Cuando observaba a mi padre debajo de la lámpara, soñaba con cielos y cuerpos celestes, mucho más allá de nuestra calle. Toda la poesía de la vida se condensaba en la tristeza y el silencio de mi padre. Allí estaba la fuente inagotable de mis sueños: mi padre, comparable con la vaca inmóvil, taciturna y callada sobre el tejado de la choza".
 
La comunidad judía rusa de la pequeña población donde vive sus años infantiles mantenía fuertes lazos sociales, y el pequeño captaba ese espíritu, que queda reflejado en su pintura. Pintó inspirado en estos recuerdos, en los relatos escuchados al amor de la lumbre, en las largas noches de invierno, en una mezcla de ruso y yiddish.
 
Cuando le dijo a su madre, Ida: "Yo quiero ser pintor. Ayúdame mamá" . Ella le espetó: "¿Qué? ¿Pintor? Tú estás loco".  Pero, finalmente, fue la única que comprendió su talento.
 
 
  
La casa azul
 
  
En 1910 se traslada a París y regresa a Rusia en 1914. Tras los años de guerra y revolución, con la que colabora en un primer momento desde el ángulo artístico, la emergencia de la abstracción y el malestar en el seno del colectivismo soviético le llevan a emigrar, esta vez para siempre.

Sale de Rusia en 1922, pasando por Lituania antes de llegar a Berlín, donde permanece hasta 1923. En abril de 1924 se instala con su esposa en una pequeña población cerca del Somme, y luego en verano, lo pasarán en Bretaña. Dos años más tarde descubrirá la Costa Azul y se instalará con su esposa Belle y su hijita Ida en una casa cerca de Toulon. El nazismo incluirá la obra de Chagall como arte degenerado. En 1941 se refugiará en Nueva York, volviendo a París en 1948, comenzando la decoración de la Catedral de Metz, luego la ópera de París. Trabajará con la cerámica, la vidriera y los tapices. Morirá, longevo, en París en 1985.
 
Tras la afilada y persuasiva mirada de Marc Chagall se oculta el poeta del ensueño, el alocado artista de imaginación inquieta y música en el pincel, que regala tonalidades de color, forma y movimiento a todo gesto gráfico que imprime.
La suya era una pintura de poetas y resultaba justo que fueran los poetas, como Apollinaire, y no los críticos, los primeros que captaran su encanto, su sentido mágico. Cuando el poeta entró por primera vez  en el estudio de Chagall, solo pronunció: ¡Sobrenatural!
 
Pese al atormentado mundo que le tocó vivir siempre vistió su presente de esperanza, añoranza y alegría. Creyó en la belleza...Chagall pinta con ¡el corazón!

 
 
 
El ojo verde
 
  
De ensoñación en ensoñación jamás olvida el humilde mundo campesino de su Rusia natal: el parto a la pobre luz de un quinqué, las campesinas ordeñando, las cabras concertistas, gallos...
 
 

El sol de París


Chagall fue un maestro del color. En ello radica gran parte de su atractivo, en la capacidad que tiene para obtener matices de color, tan fantásticos como su universo imaginativo, con colores vibrantes de distintas intensidades que dan vida a sus personajes. El azul es uno de sus colores preferidos, es el color de la serenidad, sorprendente por la variedad infinita de tonalidades que nos ofrece, a cual más sugerentes y bellas: índigo, cobalto, ultramar, prusia, celeste, turquesa o lavanda...los azules provienen de su más íntimo ser:
 
“Nuestro mundo interior es una realidad más importante que el mundo exterior”.
 
  
 
El violinista azul
 

Su iconografía se impregna de los sueños de su infancia y adolescencia en Vitebsk. En esta comunidad todo es posible, es un mundo lleno de prodigios en medio de la vida cotidiana. Sus complejas composiciones se basan en historias vividas o imaginadas: un violinista tocando sobre los tejados de las casas, un rabino, una pareja de enamorados, un saltimbanqui, una vaca, un asno, un gallo, un paisaje... y toda una amplia gama de animales fabulosos. El cielo y la tierra parecen fundirse en ese universo, donde sus personajes flotan felices, a veces boca abajo, y sin importarles las leyes de la gravedad ni de la perspectiva.
   
 
 
La danza
 

En sus ensoñaciones hay siempre un poso real de sus orígenes, de su familia y de su tradición judía. Pintó su pueblo, sus casas, las sinagogas, los cementerios, las bodas y otros rituales, los refranes yídish y hasta a su familia en el salón de su casa.
 
El mundo fantástico y alegre de Chagall ha hecho olvidar muchas veces el otro lado más "oscuro" de su arte, en el recuerdo de los pogromos y de las humillaciones de los judíos que conoció durante su infancia en la Rusia zarista.
 
 
Y, sin embargo, el hilo conductor que recorre toda la obra de Chagall es el amor:
 
 "A pesar de las dificultades por las que pasa nuestro mundo, nunca perdí en mi interior el amor en el que fui educado, ni la esperanza del hombre en el amor. En nuestra vida, como en la paleta del pintor, sólo hay un color que da sentido a la vida y al arte: el color del amor".
 
 
 
 Amor azul
 
 
El amor con inverosímiles vuelos, poéticos desnudos o la hermosura de un gigantesco florero. Surcan los peces por el aire, tocan los violinistas ingrávidos, atraviesan el espacio la flores, los ángeles ofrecen hermosos ramos; es su arte el de la maravillosa inverosimilitud, tal cual solo puede ocurrir en la fantasía de un niño soñador, soñador hasta el colmo de lo infinito.
 
   
 
Ramo de flores
 

   
El pájaro rojo
 

"Solo me interesa el amor, y estoy solo en el contacto con las cosas que giran en torno del amor" .
 

Amor y anhelos humanos de paz y concordia, del pleno amor conyugal y de la alegría de vivir.
 
   
 
 
Rosas
 

Lo expresa en este hermoso texto:  
"Todo puede cambiar en nuestro mundo desmoralizado, excepto el corazón, el amor del hombre y su lucha para conocer la voluntad divina. La pintura, al igual que toda la poesía, tiene una parte de esta divinidad; la gente lo siente hoy en día tanto como antes. Qué pobreza rodeó mi juventud, qué gran desafío el de mi padre con sus nueve hijos. Y sin embargo, siempre estuvo lleno de amor y a su manera fue un poeta. A través de él sentí por primera vez la existencia de la poesía en esta tierra. Después la sentí en las noches, cada vez que miraba hacia la oscuridad del cielo. Entonces aprendí que había otro mundo. Esto trajo lágrimas a mis ojos, tan profundamente me conmovió".


Uno de los temas recurrentes en la creación de Chagall es el de la pareja de enamorados inaugurado con Las bodas (1910). En otras ocasiones, se reduce a un motivo de fondo, pues en muchos lienzos surge en el cielo el matrimonio formado por Marc Chagall y su esposa Bella Rosenfeld. El amor expresado con metáforas y símbolos, como la hermosura de un gigantesco florero o los ángeles que atraviesan el espacio con bellos ramos de flores, los amantes flotan en el aire sin dejarse agobiar por el entorno.
 
Las flores ocupan un lugar señalado, como él mismo llegó a afirmar: 
 
"El arte es el  esfuerzo incesante por competir con la belleza de las flores - y nunca tener éxito".
   
 
 Amor
 
 
 
Ramo de flores

 
Chagall se casa con su amada Bella el 25 de julio de 1915. Thea Brachmann presentó al pintor a su amiga Bella Rosenfeld. Sin enfriarse jamás, el gran amor entre los dos duró desde 1909 hasta 1944. Marc, en sus memorias, describe tal amor como "a primera vista."

“Tu silencio es mi silencio, tus ojos son mis ojos. Es como si ella me hubiera conocido durante mucho tiempo, como si lo supiera todo sobre mí, mi niñez, mi presente, mi futuro… Pronto sentí: ésta es mi esposa. Su tez pálida. Esos ojos suyos, que son grandes, redondos y negros. ¡Son mis ojos, mi alma!”

Pronto, Marc y Bella fueron novios, a pesar de la oposición de ambas familias. El padre de la chica, rico joyero, no lo quería por yerno “un pintor de poca monta que nunca será capaz de ganarse la vida” y la madre de Marc se indignó al ver, en la pared del cuarto de la habitación de su hijo, un desnudo de la futura nuera.
 

 
Entre la oscuridad y la luz 1938-1943

   
Este lienzo muestra a la pareja en el atardecer, en un mundo devastado y entristecidos por el nazismo. Las caras de Marc y Bella se fusionan en un «uno inseparable» ante los recuerdos que tienen en común, reminiscencias de la ciudad de Vitebsk, cuyas calles huyen hasta la linterna, como para no ver el drama de los perseguidos, como su madre simbolizada por la gallina. Marc y Bella tienen una única boca. No sabemos cuál de los dos impone el deber de informar al otro en el lienzo de los tétricos acontecimientos. El verde trineo en el fondo trata de escapar. El pintor de cara azul, en medio de Vitebsk, evoca los largos años que pasó en París, esos años en que, a la sombra de la Torre Eiffel, los ángeles todavía les entregaban ramos de flores.

 

Marc Chagall, Retrato de Vavá, 1953-1956

   
Valentina (Vavá) Brodsky, con quien se casó en 1952,  le serviría de inspiración en sus últimos años. Mujer serena y tranquila, se convirtió para él en una compañera ideal; con ella fue capaz de estimular y despertar la antigua creatividad y mantenerla con vida hasta días antes de su muerte.

En una ocasión, Pablo Picasso, con quien Chagall mantuvo una compleja relación durante parte de su vida, dijo de él:

"Cuando Chagall pinta, no se sabe si está durmiendo o soñando. Debe tener algún ángel en su cabeza".

El pintor malagueño no andaba desencaminado en su intuición, aunque le costase aceptar cuál era el auténtico motor de la pintura del genio de Vitebsk. El ángel que Chagall tenía en su cabeza era el espíritu de la Biblia, como él mismo confesó en diversas ocasiones:
 
"La Biblia ha sido para mí una fuerte inspiración en mi trabajo. En los momentos de duda, su sabiduría me ha confortado como una segunda madre".
  
Para Chagall la Biblia judía, biblioteca que reúne catorce siglos de la memoria de un pueblo, es tradición como escucha, coherencia y fidelidad a la tradición cultural y a sí mismo. Para él, la Biblia es, ante todo, poesía; tiene un mensaje universal. Y el amor es la clave esencial de todo.
 
En una segunda parte seguiré con las obras inspiradas directamente en la Biblia.
¡Buen fin de semana!
 
 
 
Ventana en el estudio del artista
 
 
 
Las flores de Chagall y Chopin, una simbiosis perfecta...

 

 
 
 

 
 
 

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