lunes, 13 de octubre de 2014

Los silencios








Leyendo un lúcido artículo de Juan Manuel de Prada, ¡Demonios!, recordé este contundente post de Hoja (La Hoja del Arce), que reproduzco literalmente:



LOS SILENCIOS, LAS NOCHES DE DIOS y LA FE DE NUESTROS DIAS

A veces, cuando aparece en nuestras vidas algo aparentemente malo, es cuando se desvela lo frágiles que podemos llegar a ser, máxime si no tenemos bien anclada nuestra fe o nos coge con el pie cambiado, que todo puede ser.
Es entonces cuando aquello de “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”…, cobra pleno sentido.
Nuestra evidente debilidad, es un camino abierto a la tentación y al desaliento, si se baja la guardia con la defensa de la oración.
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¡Cuántas veces habrá pasado por la cabeza de todos, la desesperación y la consiguiente tristeza!, ocurre a menudo si se trata de un suceso inesperado, pero tiende a parasitarse en el espíritu humano, si se trata de enfermedades largas o crónicas. Siempre hay un resquicio, por donde la desconfianza… pretende colarse…
Dios no me escucha, Dios no me hace caso… Mira que he rezado y me tiene que tocar esto a mí… ¿Existe Dios? ¿Será todo esto una invención? … Mil y una preguntas, asaltan la serenidad…
Claro que todos han pasado por momentos malos, por tentaciones, por dudas; incluso los más santos, y ellos creo que incluso mucho más que el resto de los mortales….
De hecho, recuerdo que hace unos meses salió a la luz el diario íntimo de la Madre Teresa de Calcuta, y en el mismo se relata, cómo esta mística de nuestro tiempo, pasó de una época de una profunda unión con Cristo, en la que oía y veía a Jesús, a experimentar una gran oscuridad espiritual, que permanecería con ella hasta su muerte.
Durante ese largo periodo de –silencio- tuvo momentos de firme convicción, y tuvo otros en los que la duda era como una losa.
En 1959, Madre Teresa dirige una carta a su director espiritual: «Me siento perdida. Dios no me quiere. Dios podría no ser Dios. Podría no existir», escribe.

Dicen los expertos que hay dos tipos de tentaciones. Las primeras son las diabólicas, propiamente dichas, en las que el diablo impide a quienes las sufren dormir o llevar una vida normal (de estas también las tuvo la Madre Teresa, igual que el Padre Pío y tantos otros).
Y las segundas son las espirituales, que intentan destruir la fe del tentado, sembrando dudas sobre la existencia del mismísimo Dios. Como se puede deducir de aquellos escritos de la Madre Teresa.

De las primeras se puede decir, salvo en los dos casos ya citados, que eran más propias de siglos pasados, como apunta John Chapman de Downside Abbey, sabio benedictino:

“En los siglos diecisiete y dieciocho, las almas piadosas, en su mayoría, parecían atravesar un período en el que estaban seguras de que Dios las había reprobado... Aparentemente, esto no sucede hoy en día. No obstante, la prueba que le toca enfrentar a nuestros contemporáneos parece ser el sentimiento de no tener fe; y no precisamente tentaciones sobre algo en particular, sino el mero sentimiento de que la religión no es verdadera”.

Digamos pues, que ese silencio que tanto le achacan ahora a DIOS es también, actualmente, un arma preferida del diablo. La tentación de no creer en su existencia, implica también negar la de Dios y a la propia religión.

De todos modos, cualquier tentación es aniquilante y todas tienen una desembocadura: la desesperanza. Que es esa que nos dice que no hay nada más, que lo que se ve, que no hay trascendencia alguna, que la vida se acaba y no hay más. Y es entonces cuando tiene sentido el placer desbocado, el aborto por comodidad, la muerte dulce para dejar de padecer… etc, etc, etc. Así, de tal manera, el sacrificio, la justicia e incluso el amor limpio y bien entendido… quedan desterrados, no interesan, ni tienen sentido.

El caso de la Madre Teresa es ejemplar, aprendió a lidiar con su prueba de fe: al convertir su sentimiento de abandono por parte de Dios en un acto de entrega hacia Él.
Así, el doloroso “sentimiento de no tener fe” fue una purga auténtica durante la cual la fe, fue especialmente fuerte todo el tiempo, porque estuvo encaminada a conseguir una unión mucho más estrecha con el Cristo más sufriente.

Sin embargo, con respecto a la tentación que hoy sufre el mundo, de no creer en nada, el remedio, aunque no lo parezca… está en nosotros, en los que a pesar de nuestras crisis personales, seguimos diciendo que DIOS existe y nos quiere, que sigue estando ahí, para cada uno de nosotros, porque es Padre. La solución está en nuestra firme coherencia, en nuestra autenticidad, en que se nos oiga, pero que también se nos vea.
Hoy como todo el mundo sabe, todo el mundo del deporte se ha conmocionado con la noticia sobre Marta Domínguez. No sé lo que ocurrirá de todo este decepcionante suceso, pero lo que sí sé, es que el atletismo español va a quedar muy tocado, con el derrumbamiento de lo que hasta ahora había sido un verdadero icono de este deporte.
Lo que yo deduzco de todo esto, es lo que oigo en las encuestas y entrevistas, la voz popular, lamentablemente dice que "no te puedes fiar de nadie". Por eso, yo pienso, que hoy, precisamente lo que el mundo necesita son personas fiables, sin trampas, de una pieza, honradas y coherentes. Y esos debemos ser los cristianos.
La verdadera tolerancia, la cortesía, la educación y la paciencia, son valores-cimiento de la convivencia humana, sin ellos esta es imposible, pero deben ser nuestra primera carta de presentación. Por eso es necesario trabajar por adquirir esos valores, mantenerlos y revisarlos todos los días de nuestra vida.
¡Qué grande sería que la gente nos empezara a conocer, conociera a los cristianos porque lo que hablamos lo cumplimos, y lo hacemos con formas y con fondos!

Ante un mundo materializado e insensible, nuestra misión es dar testimonio luminoso de amor y de servicio, como hizo la Madre Teresa, incluso sin tener “la señal divina” de aprobación que todos quisiéramos ver alguna vez...
Cuando las noches oscuras, hacen su aparición, es difícil ver claro, pero la mejor arma contra la tentación del desaliento, es seguir haciendo todo con más amor, repartir amor, y entre medias sonreír mucho, que es también una forma de amar, y de que los demás le vean a ÉL en nosotros.
Hay que decirle al mundo, con nuestras palabras, con nuestros gestos, con nuestras vidas, que todavía hay esperanza, que la alegría es posible, y que Dios sigue estando ahí, aunque a veces, no le oigamos, pero no se ha olvidado de ninguno de nosotros…. ¡de ninguno!
Sembrar Esperanza es AHORA nuestra misión, aunque a veces, ni nosotros veamos el horizonte. ¡Eso, hoy, es fe! ... y AMOR... del eterno, del que se queda, del que no pasa, ten la convicción de que eso, es así.








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