Una historia muy bonita que nos contó nuestro párroco el domingo pasado.
Sucedió en Rusia, después de la Revolución bolchevique. Una vez consumada, los cristianos católicos fueron perseguidos y martirizados. Una gran parte de los cristianos ortodoxos fueron enviados a Siberia. Solo sobrevivió un pequeño núcleo, que acostumbraba a celebrar la Eucaristía en una pequeña iglesia.
Los ideólogos del régimen comunista se desplazaron por todas las zonas rurales para advertir a la población de que la religión, como decía Marx, era el opio del pueblo.
Los cristianos ortodoxos, durante el tiempo de Pascua tienen la costumbre de saludarse así:
Cristo ha resucitado, a lo que se responde:
Verdaderamente ha resucitado.
Y llegaron los ideólogos comunistas a esta pequeña iglesia, con el propósito de explicarles cómo la religión y Dios no eran más que un engaño, un fraude. Dispusieron que el pope (sacerdote ortodoxo) que estaba celebrando, se retirara y escuchara.
Permanecieron durante largo tiempo hablando. El silencio era total, todos escuchaban atentamente.
Cuando finalizaron, llamaron al pope y le increparon para que dirigiera unas palabras a los asistentes.
El pope subió al estrado y solo les dijo esto:
El pope subió al estrado y solo les dijo esto:
Cristo ha resucitado.
A lo que respondieron todos, absolutamente todos:
Verdaderamente ha resucitado.
Dios vive en el corazón del hombre, y jamás, nunca, ninguna ideología lo podrá borrar. Es bueno hablar y comunicar "esas cosas" que el evangelio del domingo pasado nos recuerda a los cristianos del siglo XXI, san Lucas 24,35-48:
Así estaba escrito: el Mesías padecerá y resucitará de entre los muertos al tercer día
En aquel tiempo, contaban los discípulos lo que les había pasado por el camino y cómo habían reconocido a Jesús al partir el pan. Estaban hablando de estas cosas, cuando se presenta Jesús en medio de ellos y les dice: "Paz a vosotros". Llenos de miedo por la sorpresa, creían ver un fantasma. Él les dijo: "¿Por qué os alarmáis?, ¿por qué surgen dudas en vuestro interior? Mirad mis manos y mis pies: soy yo en persona. Palpadme y daos cuenta de que un fantasma no tiene carne y huesos, como veis que yo tengo". Dicho esto, les mostró las manos y los pies. Y como no acababan de creer por la alegría, y seguían atónitos, les dijo: "¿Tenéis ahí algo de comer?" Ellos le ofrecieron un trozo de pez asado. Él lo tomó y comió delante de ellos. Y les dijo: "Esto es lo que os decía mientras estaba con vosotros: que todo lo escrito en la ley de Moisés y en los profetas y salmos acerca de mí tenía que cumplirse". Entonces les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras. Y añadió: "Así estaba escrito: el Mesías padecerá, resucitará de entre los muertos al tercer día, y en su nombre se predicará la conversión y el perdón de los pecados a todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Vosotros sois testigos de esto".
Y otra historia actual relatada por un sacerdote que viaja frecuentemente a Siria para asistir a los cristianos en esas zonas. Nos contaba que nunca dejan de celebrar juntos la Eucaristía a pesar de que se juegan la vida.
Entre ellos, hay bastantes jóvenes que viven amenazados constantemente. Este sacerdote habló con los padres de los jóvenes y les ofreció refugio en Europa, con el fin de que pudieran acabar sus estudios y permanecer a salvo. Los padres rechazaron la propuesta. Le explicaron que preferían que sus hijos vivieran en una comunidad que practicaba y vivía su fe, y con ello salvarían su alma. Sin embargo, en Europa, se ha abandonado a Dios, Europa silencia sus raíces cristianas, le dijeron, no queremos que nuestros hijos se eduquen en un ambiente así, salvarían su cuerpo, pero su alma podría perderse. Los jóvenes se mostraron completamente de acuerdo con sus padres.
Los cristianos de Oriente, que sufren todo tipo de persecuciones, son un gran ejemplo para todos.
Que el Señor nos ayude a vivir la gracia del bautismo en esta Pascua, la gracia que supone ser cristianos. Por la gracia de Dios.
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