Nos acostamos dándonos la espalda. Las cortinas
suben y bajan
como el pecho de alguien que duerme.
El viento mueve las hojas del viejo boj,
mostrado sus claros reversos
al dar la vuelta todas a la vez
como un banco de peces.
De pronto, comprendo que soy feliz.
Durante meses este sentimiento
se ha estado acercando, ha permanecido
en breves visitas como un tímido pretendiente.
Jane Kenyon.
No hay comentarios:
Publicar un comentario