domingo, 11 de octubre de 2015

La abstracción de lo sublime


 



Pinto imágenes muy grandes porque quiero crear un estado de gran intimidad.


Esto decía Mark Rothko, un pintor asociado con el expresionismo abstracto, capaz de sugerirte toda clase de sensaciones con unas aparentemente sencillas franjas de color. Una frase de Duchamp que viene muy al caso:

"En contra de la creencia popular, los cuadros no los hacen los pintores sino los espectadores."

Este color puro utilizado en sus cuadros da vida. Es puro ARTE. Aquel que lo contemple tiene que quedar, como mínimo, sorprendido. Rothko es arte en estado puro.

El arte es así:
Helarte
Enseñarte
Engañarte
Mostrarte


EL ARTE es... HELARTE. La pasión. El sentimiento.






"Quizás haya notado, decía Rothko, que en mis cuadros existen dos características: o bien se trata de superficies expansivas que se dilatan hacia el exterior en todas direcciones, o bien de superficies que se contraen y retraen hacia el interior en todas direcciones. Entre estos dos polos encontrará todo lo que tengo que decir." 

Más allá de la figuración y el simbolismo, las pinturas buscan la transmisión directa de un sentimiento cercano a "lo religioso" a través del color, un color que lejos de los posibles contrastes entre luces y sombras, se extiende indefinidamente en una dimensión "cuasi-trascendental" propiciada por la expansión del propio color. Esta atmósfera creada por la pintura es la que envuelve al espectador en lo que el propio Rothko definió como el máximo ideal de su pintura: "la expresión simple de una idea compleja".
 





Para Rothko el lugar físico desde el cual el espectador debía contemplar sus cuadros era algo totalmente decisivo. De hecho, él mismo se encargaba personalmente de supervisar todos los aspectos que conformaban la disposición espacial en la que se llevaban a cabo sus exposiciones. Rothko exigía que sus obras colgasen de la pared a una distancia concreta muy cercana al suelo y al techo, y que la iluminación de las salas estuviera constituida por una luz tenue que facilitara al espectador la posibilidad de hallarse en un espacio físico de contemplación que adentrara al mismo en una dimensión trascendental, donde todo "lo que" los lienzos tenían que decir fuera captado en una experiencia que podríamos calificar de mística. 

La actitud silente de respeto exigida por Rothko ante sus obras para alcanzar una experiencia plena con las mismas, es el elemento más llamativo en la recepción de dicha obra, ya que dicha "exigencia" pone claramente de manifiesto una cierta cercanía entre su creación pictórica y la praxis mística. Por este mismo motivo, la presencia del silencio en la contemplación de sus obras, también ocupa un lugar destacado. 

Gracias al silencio propio exigido por la contemplación auténtica, las obras alcanzan niveles de significación en el espíritu del receptor que serían imposibles sin la presencia de este silencio. 







"La gente que llora ante mis cuadros vive la misma experiencia religiosa que yo sentí al pintarlos. Y si usted, tal como ha dicho, sólo se siente atraído por sus relaciones de color, entonces se le escapa lo decisivo."

En la historia del arte los colores han tenido una connotación que fue más allá de la simple esfera cromática. La emoción tiene color. El color rojo es de los primeros que vemos al nacer, es el color de la sangre, y en muchos sentidos el de la vida, el de la lucha, el avance, el color de una puesta de sol y hasta el de la furia.
 
Un cuadro no es la imagen de una experiencia; es una experiencia. 

 




'Yo tenía seis años cuando murió y, curiosamente, lo que más recuerdo es su voz' - afirma Christopher Rothko-. Era una voz profunda, envolvente, muy dulce. También me acuerdo de su sonrisa. Creo que pese a todos los problemas que arrastraba, sentía placer por la vida". 

"Los movimientos como el pop y el conceptual tenían un espíritu de trabajo muy diferente. Querían romper con la tradición artística anterior y, sobre todo, con la idea romántica del artista. Mi padre, que era más tradicional, odiaba la cultura de masas y creía seriamente que podía comunicar sentimientos e ideas a través del cuadro, se oponía a estas tendencias porque pensaba que a partir de estos principios no se entendería su trabajo. Y así fue. Sólo hace tres o cuatro años que vuelve a haber interés por sus obras. Mi padre era un romántico".

Reconoce que la obra de su padre empieza a dejar de ser tema para los críticos para comenzar a ser materia de estudio de los historiadores del arte. 'Es una difícil transición', afirma. 'El problema es que la sociedad actual cada vez valora menos la emoción y más la ciencia, menos la experiencia personal y más la tecnología. Es algo que veo a menudo porque soy psicólogo y muchos pacientes ahora no quieren hablar de sus problemas sino que piden sólo píldoras. Todo esto hará que cada vez sea más difícil entender el espíritu de las obras de mi padre".

El artista consideraba que el color puro era el mejor método para expresar las emociones y, en este sentido, podemos ponerle en relación con las teorías místicas sobre la abstracción desarrolladas por Kandinsky. Como él, Rothko creía que el color actuaba directamente sobre el alma y era susceptible de producir emociones profundas en el espectador. 


El silencio es tan exacto. Callar es bastante acertado.






El arte abstracto tiene normas interpretables. Si bien las normas del arte abstracto son una evolución del arte más clásico, tienen ciertas diferencias en cuanto a su interpretación. De este modo, el resultado no es absoluto, es decir, en Las Meninas de Velázquez es evidente que el perro de la derecha es un perro, sin discusión. Pero, ¿qué ocurre por ejemplo en una composición de Rothko? Prestadle unos minutos a la imagen e intentad sacar vuestras propias conclusiones. 

El resultado de la interpretación diferirá entre espectadores, porque el arte abstracto se basa más en “sugerir” que en “asegurar”, aunque probablemente muchas personas coincidan en interpretaciones comunes, dado que compartimos ciertas ideas preconcebidas en nuestra educación. El uso del color también tiene connotaciones universales a las que no podemos escapar. Los colores cálidos, por ejemplo, sugieren calor, vitalidad, vibración. También sumamos a esto nuestra fantasía de 'horizonte'. "Pintar un cuadro pequeño -escribía Rothko en 1951- es colocarte fuera de tu experiencia, es contemplar una experiencia con una visión estereotipada o con una lente reductora. Siempre que pintas un cuadro grande, estás dentro de él. No es algo que tú gobiernes".

Robert Rosenblum calificó su pintura como la "abstracción de lo sublime" y la relacionó con la tradición romántica de los países de la Europa nórdica. Según este autor, los cuadros de Rothko, como sucedía con los de Friedrich dos siglos antes, "buscan lo sagrado en un mundo profano".





  
¿Y por qué manchas de colores y no figuras humanas o elementos comunes del mundo que nos rodea? Rothko reflexiona sobre el hecho de que hubo una época en la cual los artistas vivían en una sociedad más «concreta» que la nuestra, donde «se comprendía debidamente la necesidad urgente de una experiencia trascendente y se le otorgaba un estatuto oficial». Ahora, en cambio, todo esto ya no está presente, y por consiguiente «la identidad familiar de las cosas se reduce a polvo» para abrir la tela a esta experiencia trascendente, sin la cual el arte se sume en la «melancolía». Sin una trascendencia, es precisamente éste el sentimiento que reina soberanamente en la vida del hombre: la melancolía.

«Nunca he pensado que pintar tenga algo que ver con la expresión de uno mismo. (…) Toda enseñanza centrada en la expresión de uno mismo en el arte es errónea y tiene más bien que ver con la terapia». Rothko prosigue afirmando que la obra de arte no tiene como vocación ser un «mensaje», sino una ventana ante la realidad, una apertura al mundo, capaz de transformar la forma común de ver las cosas. El artista es quien tiene el don de abrir esta ventana al mundo donde antes había un muro.






Dominique de Menil afirmó exactamente un año después de la muerte del artista: «Rothko quiso otorgar a sus cuadros la mayor eficacia posible. Los deseaba íntimos y sin tiempo, y efectivamente son íntimos y sin tiempo.
Nos rodean sin encerrarnos. Sus superficies oscuras no bloquean nuestra mirada. Una superficie clara es más activa, induce al ojo a cerrarse; pero mediante los tonos rojos-cafés podemos seguir viendo en el infinito. Estamos cubiertos de cuadros, y sólo el arte abstracto puede conducirnos al umbral de lo divino. Rothko tuvo que ser muy valiente para decidirse a pintar cuadros negros como la noche, y sin embargo siento que ésa era precisamente su grandeza».






MARK ROTHKO CONTEMPLA EL HORIZONTE EN UNO DE SUS CUADROS

Allá en el horizonte
la realidad se curva, indefinible,
y no termina lo que se termina.

Quizá porque es el punto
en el que el ojo encuentra de repente
un giro inesperado a la visión.

La circular mirada que no acaba,
que envuelve y funde al fin
en sí lo contemplado.

Lorenzo Oliván, Nocturno casi



Un extraordinario vídeo:



 
 
 
 
 
 

2 comentarios:

  1. Una entrada magnífica, me ha hecho recordar a aquellas por las que te conocí ¿las recuerdas?
    Un abrazo

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    1. ¡Hola, Tracy!

      Sí, claro que las recuerdo, así nos conocimos, con la dedicada a Thomas Mann y La montaña mágica.

      ¡Un beso muy fuerte!

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