lunes, 2 de noviembre de 2015

Lacrimosa




Antonio Canova



El Romanticismo convirtió a Wolfgang Amadeus Mozart en un mito a través de esta sobrecogedora obra: según la leyenda, el músico la compuso con la idea de que se trataba de su propio Réquiem, encargado por un mensajero de la muerte. Aunque la realidad parece ser menos poética, ello no resta un ápice a la potencia expresiva ni a la belleza de la partitura, con algunas secciones que se cuentan entre las cimas no sólo de la producción de Mozart, sino de la música universal: el "Introitus", el "Kyrie", el "Dies irae" o el "Lacrimosa".

En el último año de su vida, se presentó a Mozart, que estaba ya enfermo y deshecho, un taciturno desconocido, que le entregó una carta y desapareció. Era el encargo anónimo de una misa de réquiem, con promesa de buena recompensa. El fúnebre desconocido se volvió a presentar unos días después y pagó un anticipo, recomendando a Mozart que no descuidase su obra. Volvió luego, de vez en cuando, para vigilar el progreso del trabajo. Era, sencillamente, el camarero del conde Franz von Walsegg, rico aficionado que tenía la debilidad de encargar obras a los grandes músicos para hacerlas ejecutar luego haciéndolas pasar por suyas.

Pero aquellas circunstancias singulares turbaron la mente de Mozart, ya fatigada por la áspera y continua lucha por la vida. Se entregó a la composición del Réquiem con el máximo empeño y, al mismo tiempo, con la firme persuasión de que aquella obra había de ser también su canto fúnebre. En efecto, no pudo terminarla. La obra fue completada por su discípulo Franz Xaver Süssmayer (1766-1803), quien, en los últimos años de la vida del maestro, había vivido en estrecha intimidad artística con él. No es fácil determinar exactamente cuál es la parte debida a Süssmayer.



Mozart componiendo el Réquiem


Parece cierto que de los doce fragmentos que componen el Réquiem, sólo el primero -el "Réquiem" (Adagio) seguido del "Kyrie" (Allegro) fugado- salió absolutamente terminado de las manos de Mozart. Los ocho fragmentos siguientes parecen haber sido orquestados en su redacción definitiva por Süssmayer, según esbozos de Mozart, que aseguran a lo menos la autenticidad de su diseño metódico y de sus principales intervenciones instrumentales.

El Réquiem de Mozart se ofrece como una superación de la materia pasional (indudablemente la contemplación de la muerte y la meditación de algunos misterios supremos de la fe) en una visión de serena belleza. 




Réquiem, Lacrimosa.


Día de lágrimas aquél
en que resurja del polvo
para ser juzgado el hombre reo.
Perdónale pues, Dios. Piadoso Jesús, Señor,
dales el descanso.


 Amén 






10 comentarios:

  1. Que hermoso tu post Rosa . Exquisito como siempre.
    Gracias amiga. Un abrazo muy fuerte

    ResponderEliminar
  2. Me estoy recreando en este post, Rosa. Algo sabía del Réquiem por la película sobre Mozart, pero no tan detallado como lo cuentas.
    La verdad es que nunca note rotura entre lo totalmente compuesto por Mozart y lo terminado por su discípulo. La obra es grandiosa y Karajan como siempre fantástico.

    Y este post me llega al alma, en estas fechas...
    Besiños lacrimosos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. A mí también me llega al alma ...

      Besiños de buenas noches.

      Eliminar
  3. Gracias Rosa por acompañarme siempre, pero en estos días en que la fibra no me ha sido propicia, más aún: GRACIAS.
    Un beso enorme.

    ResponderEliminar
  4. "Réquiem" es una de mis músicas favoritas, me fascina.
    Y "Lacrimosa", aunque no Mozart no pudo terminarla, es , para mi, la mejor pieza jamás escrita.
    La de poemas que he escrito escuchándola.

    Por cierto, ¿sabes que Evanescence hizo su versión?

    Besos, Rosa

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Cuánto me alegro, para mí también es una de mis favoritas.
      No me extraña que te inspire.

      Sí, pero la versión de Evanescence me parece que le resta la serenidad que transmite Mozart. Mozart me transmite sosiego.

      Un beso, querida Verónica.

      Eliminar
  5. Magistral, Rosa. Es sublime.
    Me acaba de llegar un correo en el que me hablan de "El efecto Mozart" que no sé si será verdad, de lo que estoy convencida es que la música es vida.
    Besos y Gracias

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Sí, es cierto, también me parece sublime.

      Pienso que sí es cierto, escuchar su música es bueno, y para los niños creo que es recomendable que se acostumbren y eduquen en escuchar música clásica. Se puede convertir en una compañera inseparable de por vida. Muy buena compañera.

      Un beso, querida Maite.

      Eliminar