sábado, 26 de marzo de 2016

En su corazón

  



 No cambio mi soledad por un poco de amor.
Por mucho amor, sí.
 Pero es que
 el mucho amor es también soledad... 
¡Qué lo digan los olivos de Getsemaní!

Dulce María Loynaz



El entierro de Cristo. Virgen María (detalle). Caravaggio


“María guardaba todas estas cosas en su corazón.”

(Lc 2,19)



El ocultamiento de Dios en este mundo es el auténtico misterio del Sábado Santo, expresado en las enigmáticas palabras: Jesús “descendió a los infiernos”. La experiencia de nuestra época nos ayuda a profundizar en el Sábado Santo, ya que el ocultamiento de Dios en su propio mundo –que debería alabarlo con millares de voces-, la impotencia de Dios, a pesar de que es el Todopoderoso, constituye la experiencia y la preocupación de nuestro tiempo.

Pero, aunque el Sábado Santo expresa íntimamente nuestra situación, aunque comprendamos mejor al Dios del Sábado Santo que al de las poderosas manifestaciones en medio de tormentas y tempestades, como las narradas por el Antiguo Testamento, seguimos preguntándonos qué significa en realidad esa fórmula enigmática: Jesús “descendió a los infiernos”. Seamos sinceros: nadie puede explicar verdaderamente esta frase, ni siquiera los que dicen que la palabra infierno es una falsa traducción del término hebreo sheol, que significa simplemente el reino de los muertos; según éstos, el sentido originario de la fórmula sólo expresaría que Jesús descendió a las profundidades de la muerte, que murió en realidad y participó en el abismo de nuestro destino. Pero surge la pregunta: ¿Qué es la muerte en realidad y qué sucede cuando uno desciende a las profundidades de la muerte? (...)

“Descendió a los infiernos”: Esta confesión del Sábado Santo significa que Cristo cruzó la puerta de la soledad, que descendió al abismo inalcanzable e insuperable de nuestro abandono. Significa también que, en la última noche, en la que todos nosotros somos como niños abandonados que lloran, resuena una palabra que nos llama, se nos tiende una mano que nos coge y guía. La soledad insuperable del hombre ha sido superada desde que Él se encuentra en ella. El infierno ha sido superado desde que el amor se introdujo en las regiones de la muerte, habitando en la tierra de nadie, de la soledad. En definitiva, el hombre no vive de pan, sino que en lo más profundo de sí mismo vive de la capacidad de amar y de ser amado. Desde que el amor está presente en el ámbito de la muerte, existe la vida en medio de la muerte. “A tus fieles, Señor, no se les quita la vida, se les cambia”, reza la Iglesia en la misa de difuntos.

Nadie puede decir lo que significa en el fondo la frase: “Descendió a los infiernos”. Pero cuando nos llegue la hora de nuestra última soledad captaremos algo del gran resplandor de este oscuro misterio. Con la certeza esperanzadora de que en aquel instante de profundo abandono no estaremos solos, podemos imaginar ya algo de lo que esto significa. Y mientras protestamos contra las tinieblas de la muerte de Dios comenzamos a agradecer esa luz que, desde las tinieblas, viene hacia nosotros.


Joseph Ratzinger en una meditación con ocasión de la Pascua de 1969,
 antes de que Pablo VI lo hiciese cardenal






10 comentarios:

  1. Preciosa reflexión, Rosa. Volveré a leerla cuando tenga un poco de tranquilidad y calma, hoy es un día ajetreado.
    La frase:“María guardaba todas estas cosas en su corazón.” es una de mis preferidas, he podido entenderla.
    Feliz Pascua, Feliz Primavera, Feliz VIDA en el AMOR.
    Besos. Maite



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  2. Feliz Pascua de Resurreción, Rosa. Buena entrada.
    Un beso.

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  3. Que.texto tan intenso, el del Cardenal antes de ser Papa, es la esperanza del cambio de vida lo que nos deja.
    Gracias,Rosa.
    Estoy viviendo una Semana Santa muy especial mucho mas de dentro, no se por que sera, aparte de todo lloro por nada.
    Quisiera tanto acompañar a esa bendita Soledad y es Ella la qur me consuela a mi.

    Todavia no he podido escribirte, Rosa perdoname.
    Muchos besitos, te quiero mucho

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  5. Besiños, queria decir..., besiños

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    1. Salió duplicado el comentario.
      Yo también, tengo ganas de silencio.
      No me daba cuenta de que no estás en Madrid ¿no?
      Acabo de darme cuenta.

      Besiños, y yo también te quiero mucho...

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  6. No hubiera querido yo estar en la piel de María, ni para lo malo, ni para lo bueno.

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    1. Y siempre dijo sí.

      Un beso fuerte ya ¡de Pascua!

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