Bodegón con caballas, limones y tomates. Vincent van Gogh
El tomate tiene su origen en tierras sudamericanas (existen diversas hipótesis sobre el lugar concreto, como Méjico, Perú...). Su nombre deriva de la palabra "tomatí", del nahuatí", idioma que hablaban los aztecas de América Central, parece que ellos lo utilizaban en siglos anteriores.
El primer encuentro de los europeos con el tomate se produjo durante un viaje de Hernán Cortés en 1519, cuando adquirió algunas plantas de tomate en Méjico.
Fue catalogado por el botánico Petrus Andreas Matthiolus en la primera mitad del siglo XVI como producto comestible, pero lo incluyó en la misma familia de la mandrágora, planta que era consideraba en esta época como tóxica, y aquí se inicia el rechazo del tomate. Hasta el siglo XVIII no se desmintió su toxicidad y se lo debemos al botánico Phillip Millar, que en su obra "Manual del jardinero" (1731) lo declara apto para el consumo.
Es a partir de 1840 cuando se generalizó su uso en Europa, y hoy constituye un elemento fundamental en la dieta mediterránea en todo tipo de platos, pero sobre todo mencionaremos la exquisita salsa elaborada con tomates, presente en todas las cocinas con distintas variantes. Si el tomate nos llegó de América, la salsa de tomate proviene de Italia, ya que era un elemento indispensable para acompañar a la pasta.
Variantes de salsa de tomate:
Lo más importante para que una salsa de tomate nos quede sabrosa, a decir de los expertos, es el tiempo de cocción y que los tomates estén maduros.
Salsa clásica de tomate
Ingredientes
1 Kg de tomates maduros, 3 cucharadas soperas de aceite (si es de oliva mejor), 1 cucharada pequeña de azúcar, 1 cebolla mediana, sal, albahaca (es la planta que mejor combina con el tomate), 1 diente de ajo (opcional).
Preparación
Se pone aceite en la sartén, la cebolla y el ajo y se dejan unos 4 minutos. Se añaden los tomates en pedazos quitando la simiente (algunos cocineros recomiendan que los tomates se introduzcan en agua hirviendo y después se pasen por agua fría antes de añadirlos). Se añaden el azúcar, sal y se deja cocer 20 minutos (se puede extender el tiempo de cocción a 40 minutos). A media cocción, se añade la albahaca fresca. Se pasa por el pasapurés para evitar que se vuelva de color naranja y se rectifica de sal si fuera necesario. ¡Lista para combinar con múltiples platos!
Entre las variantes más destacadas están el añadir a la cocción un pimiento verde sin simiente y pimienta negra, que aportan un toque especial.
En Méjico, se utilizan los ingredientes de la receta clásica pero no se cuecen, se pican todos muy finamente y se añaden además cilantro (una ramita), chiles verdes frescos sin simiente (máximo tres) y comino molido (una cucharadita). Se tapa y se deja que se mezclen los sabores.
En Italia, una de las variantes más conocida es rallar los tomates muy finamente y mezclar junto con el ajo picado muy pequeño (tres dientes), sal y orégano.
En la Provenza, se utiliza perejil y se añaden alcaparras.
En fin, admite muchas posibilidades y resulta siempre deliciosa.
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