domingo, 20 de mayo de 2012

En el día de la Ascensión del Señor




Ascensión. Giotto di Bondone



"... Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo".
 (Mateo 28, 16-20)

En aquel tiempo, Jesús se apareció a los once y les dijo: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien». 
Con esto, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban.

(Marcos 16,15-20)


La Ascensión de Cristo al cielo no es el fin de su presencia entre los hombres, sino el comienzo de una nueva forma de estar en el mundo. Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Hoy, en la homilía, el sacerdote de mi Parroquia nos decía que Dios no está contra el hombre, no es el enemigo del hombre, es el autor del hombre, nuestro Padre.

La Buena Nueva no puede ocultarse, siempre es una Buena Noticia.






Ayer, leí  un texto precioso de Josefa Segovia sobre la fe, que ella apunta como "el don que más estimo":


FE, CONFIANZA, ORACIÓN (1)

     Voy a señalar el don que más estimo a lo largo de mi vida, que ahora aprecio mejor y también que, según creo, va en aumento a medida que tengo más años. Es este don el de la fe. No podría explicar lo que es la fe en mi alma.

      De ordinario parece que se entiende que ir por caminos de fe es tanto como ir en tinieblas. La fe es oscuridad. La fe es el túnel de santa Teresita. Pues, o yo no entiendo, o la fe que tiene mi alma es luz muy clara y muy potente.

     Por ejemplo, uno de estos días pasados se leía en el evangelio de la Misa la resurrección de Lázaro. ¡Qué bien describe el Apóstol la estupefacción de aquellas gentes al ver que Lázaro, a la voz imperiosa de Jesús, salió vivo del sepulcro en el que llevaba ya varios días! Pues bien, yo hice la meditación en este hecho y no me encontré ni sorprendida ni extrañada. ¡Me parece tan natural que Dios vaya sembrando el mundo de milagros!  Lo lógico es que nosotros sigamos las leyes impuestas por Dios a sus criaturas, pero que las siga Él...  ¿por qué? Todos los caminos son suyos, todas las almas, todos los dones, todas las gracias y puede hacer de ello lo que quiera.
     Si yo viese venir a Jesús hacia mí sobre el mar, como lo vieron los apóstoles, creo que me parecería tan lógico, como si lo viera venir por el camino real. Y si me llamara y me mandara ir a mí o sobre el mar, o por los aires, sin esfuerzo ninguno cumpliría el mandato, bien segura de que le sobra poder para eso y para mucho más.

    Claro que ésta es la fe, y así la deben tener todos los cristianos, pero cuando yo pondero tanto en mi interior el don de mi fe es porque tiene este don una luz, un matiz, una intensidad que, desde luego, no sé expresar. Y va en aumento y me tiene como sumergida en un baño de fe.

     No me sorprenden los milagros, lo que me sorprende es que no haya más milagros; mejor dicho, que los hombres no nos demos cuenta de los infinitos milagros que hace el Señor a nuestro alrededor.

    Bien es verdad que los milagros morales no sirven para canonizar a los santos, pero ¿no servirán para hacer a los santos? Yo diría que sí. Y si abrimos bien los ojos del alma, ¡cuántos milagros de tipo moral no habremos visto! ¡He visto yo tantos!... Y espero ver, por la gracia de Dios, muchos más.

    Que le pregunten a un confesor qué es más difícil: si dar vista a un ciego o que se convierta un pecador empedernido... Para esto, un gran pecador es el que más puede dar testimonio.
¡Gracias, oh Dios mío amorosísimo, por esta fe tan fuerte, tan robusta, tan luminosa, tan potente, con la que has querido enriquecer mi alma!

María Josefa Segovia, La gracia de hoy




(1) Estas notas autobiográficas fueron escritas en abril de 1946, durante el período de descanso que ella pasó en Campello (Alicante) del 23 de marzo a 11 de abril de 1946. La página aquí recogida forma parte de una relación espiritual que daba cuenta de su estado interior.





Monjes de Silos. Canto Gregoriano





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