domingo, 13 de febrero de 2011

Gustav Mahler y sus gustos culinarios









Gustav Mahler nació en Kaliště, una pequeña aldea bohemia perteneciente al Imperio AustroHúngaro (actualmente en la República Checa), el 7 de julio de 1860. Fue el segundo de los quince hijos de Bernhard Mahler y Maria Hermann, un humilde matrimonio judío. Nueve de sus hermanos murieron durante la infancia. De acuerdo con fuentes biográficas estos eventos tuvieron efectos decisivos en la personalidad y en la música del autor. Mahler solía escapar de la opresión familiar sumergiéndose en su propio mundo.
 
En su infancia, uno de los acontecimientos que más determinaron su futuro, fue haber encontrado un piano en la casa del abuelo en Bohemia. Desde aquel día, ese instrumento acaparó tanto su atención que su padre llegó a comentar en broma: "Tú, seguramente, llegarás a ser músico", sin imaginar el peso que la posteridad otorgaría a sus palabras.
En su juventud, después de un tiempo dedicado a la composición, decide orientar su carrera a la dirección de orquesta. Una oportunidad única le llegó en 1897, cuando le fue ofrecida la dirección de la Ópera de Viena.




 

En octubre de 1900 aparece Alma Schindler en la vida del compositor, mujer de gran inteligencia y belleza. Hija del pintor Emil Jakob Schindler y compositora ella misma, se casó con Mahler el 9 de marzo de 1902, a pesar de la diferencia de edad -diecinueve años menos que el compositor-.
En Viena se convierte de inmediato en imprescindible en la vida cultural, a pesar de las dificultades por su origen judío. Su figura y su trabajo causan admiración, y de momento se le disculpan su mal humor, su frecuente arrogancia y sus muchas manías. Porque manías las tenía por docenas. Por ejemplo, en cuanto sale de la Ópera, a mediodía, un ujier llama a su casa para que se vayan preparando para el almuerzo. Al llegar al portal toca el timbre, de manera que mientras sube los cuatro pisos hasta la vivienda van sirviendo el primer plato. La puerta está abierta para que no tenga que esperar, y así entra directo al cuarto de baño, se lava las manos y a continuación se sienta a la mesa, donde todos lo esperan. Tras la comida, hace una pequeña siesta, sale a correr unos minutos –siempre por el mismo camino–, regresa a casa para tomar un café y a las cinco en punto, sin posibilidad de demora, está de nuevo en la Ópera. Así, todos los días.
 
Alma describió la dieta de Mahler como propia de un inválido. Aunque se desconocen las razones íntimas de esta decisión, se hizo vegetariano en otoño de 1879, esto es, a sus 19 años de edad. Este régimen no le abandonará en lo sucesivo.






 

Algunos de los rasgos de sus gusto culinarios son, por ejemplo, su devoción por las manzanas reineta y el pan integral (ambos elementos constituían la base de alimentación) junto con su repugnancia por otros productos como los quesos, fueran del tipo que fueran. Sus escrúpulos a la hora de comer eran tan exagerados que rechazaba la miel por el desagradable hecho de estar producida en las tripas de las abejas.


Mahler se tomaba alguna cerveza de vuelta a casa al mediodía, después de su jornada de ensayos y trabajo en la Ópera y bebía muy poco alcohol. Por último, era un fumador ocasional.  
 
Falleció en Viena cerca de la media noche, el 18 de mayo de 1911.