miércoles, 29 de julio de 2009

Desayuno con diamantes: escena en la cocina












Desayuno con diamantes tiene su punto de partida en una breve novela de Truman Capote, Desayuno en Tiffany's (1958), un irónico cuadro que satiriza los ambientes neoyorquinos intelectualoides de finales de 1950.

A quien más se parece la protagonista (Holly Golightly) es sin duda a su propio creador, pues en ella insufló Capote su misma filosofía, temores y ansiedades, aquellas que la protagonista curaba cogiendo un taxi y yendo a Tiffany's, pues, como ella misma afirma en esta escena fundamental del film, "nada malo puede sucederte allí".
La cinta habla de muchas cosas, de sueños inalcanzables que se desvanecen con el amanecer, de los retos y los miedos, de la necesidad de sobrevivir en medio del caos y el anonimato de la gran ciudad (una anonimato que simboliza el gato, sin nombre y sin dueño, pero del que Holly no consigue desembarazarse), y presenta la parte más amarga de quien sólo busca la felicidad en el lujo y el confort. Frente a esto, los diamantes simbolizan la estabilidad, lo que nunca cambia, la seguridad.

Una película crítica, en ocasiones agria, pero muy tierna y romántica. Para ver ...






Desayuno con diamantes













Un taxi cruza al amanecer la Quinta Avenida de Nueva York. De él se apea una muchacha vestida con un elegante vestido negro hasta los pies (el vestuario es de Hubert de Givenchy, un nombre insustituible tratándose de Audrey Hepburn).
Se detiene ante el escaparate de la joyería Tiffany´s, y mientras contempla los diamantes, desayuna café con leche y un croissant ...
Inolvidable y ya clásica cinta dirigida por Blake Edwards, con la célebre y maravillosa música de Henry Mancini. La película ganó dos Oscars, a la mejor música, de Henry Mancini y a la mejor canción original, la ya mítica "Moon river" de Mancini y Johnny Mercer.







domingo, 26 de julio de 2009

Los bodegones de Matisse: un canto al color

 
 
 
Armonía en rojo
 
  
 
Bodegón con limones
 
 
  
Bodegón con La Danza



Tocar el piano y bodegón



 Naturaleza muerta con berenjenas 



Naturaleza muerta con naranjas

 

 
 Naturaleza muerta con ostras



Interior amarillo y azul



El pintor francés Henri Émile Benoît Matisse, nació el día 31 de diciembre de 1869 en Le Cateau-Cambrésis, una pequeña localidad al norte de Francia. Muere en Niza en 1954. Considerado uno de los grandes pintores del siglo XX.
 
Reconocido como un líder del Fauvismo, denominado de esta forma (les fauves, literalmente "las bestias salvajes") por su expresividad cromática y por la distorsión de las formas. Sus obras se caracterizan por una gran luminosidad; decían de él que llevaba la luz dentro y la trasladaba a sus cuadros mediante sus pinceladas sueltas y libres.
 
Un canto al color son los bodegones de Matisse. Él mismo dijo que:
 
"oyó cantar los colores..." 


Sus colores son como notas de música que componen una canción para los ojos.
 
Él mismo señala: 

"En pintura, los colores tienen su fuerza y elocuencia cuando se los emplea en estado puro, cuando su brillo y pureza no son alterados, rebajados por mezclas extrañas a su naturaleza (el azul y el amarillo, que hacen el verde, pueden yuxtaponerse, pero no mezclarse; si no, se puede emplear el verde tal como la industria nos lo fabrica. Lo mismo que para el color naranja, la mezcla del rojo y amarillo sólo da un tono sin pureza, ni vibración). Es evidente que los colores empleados en estado de pureza o degradados con blanco pueden dar más que puras sensaciones retinianas, ya que esos colores son el producto del aprovechamiento de la riqueza cerebral de quien les dio vida".

"Con los colores se pueden conseguir efectos encantadores... basta que se junten o se alejen..."

Un torrente de colores no tiene fuerza. Su culminación sólo se da cuando está organizado, cuando responde a la intensidad emocional del artista. Son obras muy bien estructuradas, muy estudiadas y trabajadas, aunque, aparentemente, puedan parecer simples, casi pintadas por un niño:
 
"Tenemos que ver toda la vida como si fuéramos niños".

Existe una anécdota que viene a cuento. En una ocasión, estando en un café con un amigo,  realizó un apunte de una figura femenina en un momento. Su amigo le dijo: “puedes vender este dibujo por mucho dinero y ¿cuánto te costó hacerlo? Unos cuarenta años”, respondió Matisse.




Naturaleza muerta con jacinto

 

Sus temas pretenden transmitir sensaciones calmantes a través de una gama cromática de colores planos, donde el amarillo de los limones o el naranja de las naranjas (colores cálidos) acercan el cuadro al espectador, que contrasta con las tonalidades frías de los azules. Es un gran conocedor de los misterios del color:
 
"Sueño con un arte de equilibrio, de tranquilidad, sin tema que inquiete o preocupe, algo así como un lenitivo, un calmante cerebral parecido a un buen sillón".

Ésta fue la filosofía aplicada en sus lienzos.

Las obras en las que aparece la figura humana, no pueden considerarse, en sentido estricto, como bodegones, aunque estos ocupan un lugar preferente dentro del cuadro, aportando un sugerente contraste cromático. 







sábado, 25 de julio de 2009

Alcachofas con Arte




Alcachofa, Ignacio Muñoz Cano




La alcachofa
de tierno corazón
se vistió de guerrero,
erecta, construyó
una pequeña cúpula,
se mantuvo
impermeable
bajo sus escamas,
a su lado
los vegetales locos
se encresparon,
se hicieron
zarcillos, espadañas,
bulbos conmovedores,
en el subsuelo
durmió la zanahoria de bigotes rojos,
la viña
resecó los sarmientos
por donde sube el vino,
la col
se dedicó a probarse faldas,
el orégano
a perfumar el mundo,
y la dulce
alcachofa
allí en el huerto,
vestida de guerrero,
bruñida como una granada,
orgullosa,
y un día
una con otra
en grandes cestos de mimbre, caminó
por el mercado
a realizar su sueño:
la milicia.
En hileras
nunca fue tan marcial
como en la feria, los hombres
entre las legumbres
con sus camisas blancas
eran
mariscales
de las alcachofas,
las filas apretadas,
las voces de comando, y la detonación
de una caja que cae,
pero
entonces
viene
María
con su cesto, escoge
una alcachofa,
no le teme,
la examina, la observa
contra la luz como si fuera un huevo,
la compra, la confunde
en su bolsa
con un par de zapatos,
con un repollo y una
botella
de vinagre hasta
que entrando a la cocina
la sumerge en la olla.
Así termina
en paz
esta carrera
del vegetal armado que se llama alcachofa,
luego
escama por escama
desvestimos
la delicia
y comemos la pacífica pasta
de su corazón verde.


Pablo Neruda, "Oda a la alcachofa"