jueves, 19 de mayo de 2011

Thomas Mann: el copioso menú en "La montaña mágica" III





Champán

 
Petits Fours


Café Moka
 

Cerveza, "pan líquido"


Chartreusse


Crème de vanille 

 
Apricot Brandy


Marrasquino


Cerveza


Filetes de arenque en salazón


Té chino
 

Manzanilla


Vino


La llegada de Peeperkorn rompe la rutina de las comidas, comen muchas veces a horas intempestivas. El vino, el champán y los licores se alzan con el protagonismo, aturdiéndoles, confundiéndoles en conversaciones vanas, que les llevaban a un estado de somnolencia:

"-¡Perfecto, excelente!- exclamó Peeperkorn, y se puso en pie...se puso un binóculo cuya patilla de carey le quedaba ajustada a la frente y pidió champán: tres botellas de Mumm& Co., Cordon rouge, très sec; y, para acompañar, petits fourds, unos deliciosos dulces en forma de conitos, de fina masa hojaldrada rellena de chocolate o crema de pistacho, con cobertura de azúcar de distintos colores y servidos en una blonda de papel. La señora Stöhr se chupaba los dedos. El señor Albin, con auténtica maestría, liberó el corcho de la primera botella de su jaula de alambre y lo hizo saltar hasta el techo con el ruido de una pistola de juguete, después de lo cual envolvió la botella en una servilleta para escanciar el champán como mandan los cánones de la elegancia. La delicada espuma manchó el mantel de la mesita auxiliar. Todos chocaron sus copas, que vaciaron de un solo trago, sintiendo en el estómago el electrizante cosquilleo de las burbujas frías y perfumadas.. Los ojos comenzaron a brillar. [...] Peeperkorn dirigía la bacanal con parsimoniosos gestos, vigilaba que nunca faltasen provisiones. Después del champán mandó traer café, un moka muy fuerte, que de nuevo acompañó con "pan líquido" y con licores dulces -apricot brandy, chartreusse, crème de vanille y marrasquino- para las señoras. Después aún hubo una ronda de cerveza con filetes de arenque en salazón, y finalmente té, tanto té chino como manzanilla para los que preferían abandonar el champán y los licores y emprenderla otra vez con un buen vino..."
  


Café con nata


Pan de leña



Queso y mantequilla


Castañas asadas
 

Vino


Huevos revueltos


Salami


El interés que suscitaban entre los enfermos las discusiones entre Settembrini y Naphta había desaparecido.
Capitaneados por Peeperkorn, se comía y se bebía totalmente a deshora:

" [...] un espléndido festín- también espléndidamente regado-, de los que Peeperkorn gustaba organizar dentro o fuera del Berghof, donde se prestase, en Davos Platz o Davos Dorf o en algún mesón en Glaris o en Klosters si habían ido allí de excursión en el tren de vía estrecha. A las órdenes del coloso holandés, el grupo entero se deleitaba con manjares clásicos: café con nata, pan de leña, suculento queso sobre exquisita mantequilla de los Alpes, que también estaba riquísima con castañas asadas y vino de Valteli..., todo en gran abundancia".

Hans Castorp consideraba ya las enseñanzas de Setttembrini y Naphta insuficientes, subyugado por la personalidad de Peeperkorn:

"¡Qué agradable tarde pasamos ayer en aquel lugar tan acogedor...1 He olvidado el nombre..., donde tomamos aquel delicioso salami con huevos revueltos y aquel vinillo del país...

-¡Fue magnífico! - confirmó Hans Castorp-. Disfrutamos de un placer casi prohibido; el cocinero de Berghof se habría ofendido, y con razón, de habernos visto...¡Menuda merienda! Era salami auténtico y del mejor; el señor Settembrini estaba emocionado, se le saltaban las lágrimas mientras comía".

 

   
Milka- nut

 
Crema de chocolate y almendras


Marquis Napolitains

 
Lenguas de gato


El ambiente comienza a violentarse en el sanatorio, todos discuten. Peeperkorn se suicida y Claudia Chauchat abandona el lugar. Hans Castorp cree que algo falla en aquella vida de "Allá arriba", era una vida sin tiempo y sin preocupaciones; una vida con incesante actividad, sin rumbo. La gente del sanatorio cultivaba múltiples aficiones y modas que pasaban deprisa, se come sin control; por ejemplo:

" [...] que se acumulasen y devorasen grandes cantidades de chocolate de las marcas más variadas. Todo el mundo aparecía entonces con los labios marrones y a la hora de la comida hacía remilgos a los exquisitos manjares de la cocina del sanatorio, pues tenían el estómago empachado y atiborrado de Milka-nut, de chocolat à la crème d'amandes, de Marquis Napolitains o de lenguas de gato espolvoreadas de oro".
  
  

Bizcocho de pera


Pan blanco


Miel
 
 
La última alusión a la comida se produce en una excursión realizada por Hans Castorp y otros enfermos del sanatorio:

"En el primer piso se alquilaban habitaciones. Allí estaba también el comedor, bien caldeado y de estilo rústico. Los excursionistas encargaron un tentempié a la servicial hostelera: café, miel, pan blanco y bizcocho de pera, la especialidad del lugar".

En las secciones finales de la novela, el tenso momento histórico, que antecede a la Primera Guerra Mundial, se hace cada vez más palpable. Hans Castorp, curado de su enfermedad, transformado interiormente, después de su estancia en la Montaña Mágica, regresa al mundo de "allá abajo" para luchar en la batalla. Sin modelos claros, sin miedo a la muerte, porque, en el fondo, moría por "algo nuevo", por un futuro que presentía su corazón, y se pregunta:

"¿Será posible que de esta bacanal de la muerte... surja alguna vez el amor?".


La respuesta queda en vilo.

 
 
 

 

miércoles, 18 de mayo de 2011

Thomas Mann: el copioso menú en "La montaña mágica" II




Té de la mañana

Tarta casera

Jarroncito con rosas de los Alpes


En su quinto día de estancia, domingo, se producían ciertas variaciones regulares en la jornada normal.  El desayuno:

Era visible que todos se esforzaban en observar y distinguir ese domingo, y la administración y los huéspedes colaboraban en ese esfuerzo. Con el té de la mañana se sirvió una tarta casera y junto a cada cubierto había un jarroncito con flores, clavelinas silvestres y algunas rosas de los Alpes (...)



Chaud-froid de gallina


Trufado


Helados


Repostería en cestillos de azúcar


Piña natural


Cerveza negra que siempre toma Hans Castorp


Y en el almuerzo dominical que se distinguía por la delicadeza de los platos:

El resto del domingo no ofreció nada extraordinario, a excepción tal vez de las comidas, que, como no podían ser más abundantes que de costumbre, al menos se distinguían por la especial delicadeza de los platos. (Para comer, por ejemplo, hubo chaud-froid de gallina, trufado con cangrejos y cerezas troceadas; acompañando el helado, repostería en cestillos de azúcar, y como colofón, piña natural). Por la noche, después de beber su cerveza, Hans Castorp sintió que sus miembros estaban muy agitados, más temblorosos y pesados que los días anteriores. A las nueve se despidió de su primo, se tapó con el edredón hasta las orejas y se durmió al instante.

Hans Castorp se va acostumbrando a la rutina de las comidas que marcan el tiempo:

Sin duda el almuerzo en la sala de las siete mesas tenía un gran encanto para Hans Castorp. Lamentaba que terminase, pero se consolaba pensando que dentro de dos horas estaría de nuevo sentado en el mismo lugar y, cuando se veía de nuevo allí, era como si nunca se hubiera movido. ¿Qué ocurría en el intervalo? ¡Nada! Un corto paseo hasta la cascada o hasta el barrio inglés, y un breve reposo en la chaise-longue. No era una interrupción grave, no era un obstáculo que valiese la pena para que se le tuviera en cuenta.

Por el sencillo hecho de las cinco comidas diarias existía la posibilidad de los encuentros frecuentes con madame Chauchat Y en esto, lo mismo que en todo lo demás, la ausencia de preocupaciones y esfuerzos le parecía a Hans Castorp maravilloso, a pesar de que sentirse encerrado en aquel sanatorio resultara angustioso. Había llegado hacia solo dos semanas, pero tenía la impresión de que hacía mucho más tiempo.

(Cap. IV)


***


Té y bollería fina


Hans Castorp, enfermo en su habitación, come con gran apetito; no aborrece la comida, al contrario, desea las mismas viandas que el resto de los enfermos. Comienza su transformación:

"La bandeja con la que le trajeron el desayuno el domingo por la mañana venía adornada con un ramo de flores y no habían dejado de enviarle la misma bollería fina que se sirvió aquel día en el comedor".

El apetito ante la comida, se convierte en un referente para comprobar el estado de ánimo de Hans Castorp, el apetito que provoca un cambio de vida. Comienza a adaptarse, se integra y acepta saberse enfermo en el mundo de "allá arriba"; era un enfermo más, se le preguntaba y no se le dejaba de lado...también saboreaba los manjares como el resto:

" [...] Tuvo la sensación de que todo estaba en orden y, con gran sosiego a pesar de la molestísima tos y la congestión nasal, comenzó a vivir al día; comenzó a vivir ese día normal, dividido en tantas partes pequeñitas que, en su perpetua monotonía, no pasaba ni despacio ni deprisa y era siempre el mismo día". 

" [...] lo que le sirven durante la eternidad perpetua no es una simple "sopa de mediodía", sino la clásica comida de seis platos de Berghof en todo su esplendor, una comida suculenta todos los días de la semana; el domingo una comida de gala, pantagruélica y espectacular, preparada por un cocinero de formación europea en la cocina de hotel de lujo con que contaba el sanatorio. La camarera encargada de atender a los enfermos que no podían salir de sus habitaciones se la servía en apetitosas bandejas con brillantes campanas cromadas... y Hans Castorp comía como un marajá".

(Cap. V)


Omelette en surprise


Un símil "muy sabroso":

"No se había dado cuenta del callado despertar del décimo mes. Solamente era capaz de captar lo sensible -el ardor del sol, que encerraba aquella secreta frescura-; una sensación que era nueva para él y le invitaba a una comparación culinaria: le recordaba-según comentó a Joachim- a una omelette en surprise, una tortilla dulce y caliente rellena de helado".



Champán
 

Pasteles de requesón


Golosinas navideñas



Café y licores


Navidad:

"En la mesa de los ruso distinguidos reinaba una gran alegría; allí saltó el primer tapón de champán, que se bebía en casi todas las mesas... El menú fue muy selecto y se cerró con pasteles de requesón y golosinas navideñas, que luego se completaron con café y licores..."

Joachim, tras una estancia en el mundo de abajo, regresa a la montaña, su estado empeora, ya no puede comer las suculentas comidas de los demás. Era otoño:

 " [...] ocupaba su sitio para tomar la comida especial que le preparaban, pues ya no toleraba las comidas normales por peligro de atragantarse. Le servían sopas, purés y papillas".



Champán y caviar 

Licores


El ir y venir de los enfermos era constante, y se despedían invitando a todos a un festín:

"La vivaracha tía abuela había ofrecido a sus compañeros de mesa, es decir, a los primos, a la institutriz y a la señora Stoehr, una cena de despedida en el comedor, un festín en el que se había servido caviar, champán y licores..."




Café extraordinariamente fuerte y vino






 Carnes, fiambres, lengua ahumada, jamón, rizos de mantequilla y rabanitos formando flores...
   

Tortilla a las finas hierbas
 
Ginebra holandesa

   
Se prepara el ambiente que anuncia la Primera Guerra Mundial. Aparece el personaje de Mynheer Peeperkorn, un ser que cautiva y seduce por la fuerza de su personalidad. Sus palabras suelen ser incoherentes y gratuitas; ama la vida, se emociona, y puede ser violento, sin embargo, su capacidad de seducción es considerable. Invita a todos a copiosas y abundantes comidas, pero no contribuye a forjar ningún ideal, sólo busca la satisfacción espontánea. Les imponía su propio gusto en la mesa. Tomaba café extraordinariamente fuerte, vino y aguardiente. 
Su entrada en el sanatorio marcará el principio del fin.

Peeperkorn para confortarse apelaba al café extraordinariamente fuerte que tomaba varias veces al día, no solamente por la mañana muy temprano, sino también por la tarde. Lo bebía en una taza muy grande, tanto después de las comidas como durante estas, al mismo tiempo que el vino. 
   
Los exquisitos manjares de la cocina del sanatorio poco a poco van desapareciendo:

"Peeperkorn achacó aquel desfallecimiento a una alimentación insuficiente. Así lo expuso con palabras de una incoherencia tremenda, con el índice en alto. Había que comer, comer en condiciones para estar a la altura; eso es lo que dio a entender, y pidió un tentempié para sus amigos: carne, fiambres, lengua ahumada, embutidos y jamón, platos y platos de sabrosas viandas adornadas con rizos de mantequilla, rabanitos y ramos de perejil formando flores. A pesar de que todos hiciesen gran honor a esos platos después de una cena cuya contundencia y exquisitez estaban fuera de toda duda, Mynheer Peeperkorn, después de algunos bocados, afirmó que todo aquello no eran más que "bagatelas", y lo dijo con una rabia que demostraba lo imprevisible e inquietante de su temperamento de gran señor. Se puso furioso cuando alguien se atrevió a defender aquella comida". [...] Quería unas tortillas para él y para todos, una buena tortilla a las finas hierbas para cada uno, esperando que esto si fuese suficiente para las exigencias de su paladar". [...] Por otra parte, ya había recobrado el buen humor cuando aparecieron las humeantes tortillas, esponjosas, amarillas y salpicadas de motitas verdes, inundando la estancia con un delicioso olor a huevos y mantequilla...casi imponía cada uno recrearse en aquellos dones de Dios con todo su corazón y con una entrega absoluta. Mandó que sirviese ginebra holandesa, una ronda, y obligó a los presentes a tomarse aquel líquido transparente, que emanaba un saludable aroma a trigo con un delicado toque de enebro, con una devoción llena de tensión".

(Cap. VII)