miércoles, 28 de febrero de 2018

Morir para vivir






Un final apoteósico...



Una de las obras más emocionantes e intensas de la historia de la música: Sinfonía nº 2, Resurrección, de Gustav Mahler, finalizada en 1894.

Con sus casi 90 minutos de duración, la Resurrección es un periplo a través de la muerte que finaliza con este inimaginable apoteosis con el texto de Friedrich Klopstock: “¡Levántate, sí, levántate ya, polvo mío, después de corto reposo!”. Y añade sus propios versos: “¡Moriré para vivir!”.

“Mahler era profundamente religioso - dijo de él su amigo Ernst Bloch, escritor y filósofo, marxista y teórico del ateísmo -. Su fe era como la de un niño. Dios es amor y el amor es Dios. Siempre hablaba de esto. Nunca escuché de él una palabra blasfema. Sin embargo, no quería un intermediario entre él y Dios. Hablaba con Él cara a cara. Dios estaba muy a gusto en él. ¿¡Cómo sino podría usted describir el estado de éxtasis en el que componía!?”.

Tuvo una salud frágil desde su infancia y enfrentó a muy temprana edad la pérdida de hermanos y ambos padres. Toda su vida estaría desde entonces marcada por una búsqueda que sus obras reflejan: dar sentido al sufrimiento humano. Sus sinfonías hablan de un profundo sentimiento religioso. Su hija María (la llamaba cariñosamente Putzi) murió en 1907 a los cuatro años, de una devastadora combinación de fiebre escarlatina y difteria.

En 1897, mientras residía en Hamburgo, se convirtió al catolicismo. Esta decisión permitía que ocupase el puesto de Director de la Opera de Viena, pues los dignatarios de la Corte austriaca alimentaban prejuicios antisemitas y posiblemente no hubiesen aceptado a Mahler, que era judío, en otro caso. Sin embargo, sería equivocado sospechar que Mahler se convirtió por oportunismo.

Desde 1907 vivió bajo sombra de muerte debido a su problema de corazón. Esto lo condujo, en 1911, a una infección sanguínea severa que causó su muerte prematura el 18 de mayo del mismo año.




Gustav Mahler. Emil Orlik



La música de Mahler es toda ella un inmenso acto de fe. El hecho es que creía en una vida en el más allá, y de ello es prueba la Sinfonía Resurrección .

Toda su gestión creativa tuvo un solo propósito: dar sentido al sufrimiento, transformarlo en belleza, trascenderlo, convertirlo en materia prima para su obra.

Con esta sinfonía, le puso música a su propia entrada en el Paraíso.

Compuesta entre 1888 y 1894, la pieza es una hierofanía (una revelación de lo sacro) y, como tal, música religiosa. 

Fragmentos de una carta de Gustav Mahler a un amigo a quien le habla de su Segunda Sinfonía:

Primer movimiento: Totenfeier (“Ritos Fúnebres”):

”Me planteo una serie de cuestiones (¿Por qué has vivido? ¿Por qué has sufrido? ¿Es todo esto una enorme y horrenda broma?) que solo se podrán resolver si es cierto que hay una vida después de la muerte”.

“En cualquier caso, daré las respuestas en el último movimiento de la obra”.

Segundo movimiento: Andante moderato:

“Tal vez le haya ocurrido a usted en alguna ocasión haber llevado a la tumba a un amigo querido, y luego, de camino a su casa, rememorar la imagen de una hora de felicidad ocurrida mucho tiempo atrás, y que en ese preciso memento entra en su vida como un rayo de sol que casi le hace olvidar lo que acaba de suceder”.

“Pues bien, esto es lo que describo en el segundo movimiento de mi sinfonía”.

Tercer movimiento: In ruhig fliessender Bewegung (Con un movimiento fluido):

“Luego, cuando usted despierta de ese sueño nostálgico y regresa de nuevo a la confusión del mundo real con un ajetreado alboroto en permanente movimiento en forma de misteriosas figuras danzando en un iluminado salón de baile que se contempla desde lejos en medio de una noche oscura, es entonces cuando la vida pierde sentido y se convierte en una horrenda aparición ante la cual quizás usted reaccione dando un grito de disgusto”. 

“¡ Así es como debe comprenderse el tercer movimiento de mi sinfonía!”.

Cuarto movimiento: No existe referencia concreta a este movimiento, en el que destaca una voz femenina de contralto. 

No obstante, Mahler escribió algo al respecto de recurrir a la voz humana en sus obras:

“Cuando concibo una gran idea musical siempre llega el momento en que debo utilizar la Palabra como portadora de la idea…”

Quinto movimiento: Im Tempo des Scherzo:

“Durante un tiempo contemplé la posibilidad de utilizar un coro para el último movimiento, pero me preocupó que alguien pudiera considerarlo como una superficial imitación de Beethoven en su Sinfonía Coral”.

“Fue entonces cuando murió Büllow, y durante su funeral, mi estado de ánimo se encontraba en sintonía con el espíritu de la obra que llevaba dentro de mí. Entonces, el coro de la iglesia entonó el coral ”Levántate nuevamente” y de repente sentí como si el golpe de un rayo transformara todo en claro y distinto ante mi alma”.

“Supe que lo que experimenté ese día debía crearlo transformándolo en sonidos”.

“Así fue como surgió el quinto movimiento de mi segunda sinfonía”.

“Y es así como siempre ha sucedido conmigo: sólo si experimento, compongo. Sólo si compongo, experimento”.


En palabras de Mahler: "Sí, moriré para seguir viviendo! ".






sábado, 24 de febrero de 2018

Poesía





Tiziano. Flora


Que la poesía jamás se aleje del temblor de las hojas. 

María Zambrano




Mahler, Sinfonía nº 10, Adagio. Leonard Bernstein.






martes, 20 de febrero de 2018

Todo lo que yo no sé decir ...







Desde hace unos años llamamos espiritualidad a un salero repleto de algunos textos orientales, algunos textos Zen, frases del Evangelio, todos ellos colocadas en una mesa occidental. Este salero permite a los occidentales dar sabor a una existencia plana y lúgubre. La espiritualidad no es un acomodamiento. Es como si tras un tiempo recortaran el cielo y cada uno se instalara en una urbanización para buscar la felicidad. ¡Creer no es bien-estar!

Desconfío de lo que hoy en día se llama vida espiritual, como si el espíritu estuviera por un lado y la vida por otro. Alejarse de la vida a causa de la espiritualidad no es abandonarse, es dar un paso a un lado para poder ver mejor. Los monjes están mucho más cerca del mundo que aquellos que se calientan las orejas con los móviles.

La fe no es una cartera de acciones. ¡No tengo fe del mismo modo que tengo una mesa o una silla! Tampoco es un seguro de vida. La fe no evita ni los obstáculos ni las pruebas. Para mí, como escritor, Dios tiene una fuerza explosiva. Es un agujero negro de la lengua, absorbe todas las frases alrededor suyo y produce un efecto apabullante. Dios es todo lo que yo no sé decir y que aparece de repente en la vanguardia de una sola palabra.

Christian Bobin






miércoles, 7 de febrero de 2018

Cuentan ...





Alexander Grishkevich.



Cuentan que Ulises, harto de prodigios, 
lloró de amor al divisar su Itaca 
verde y humilde. El arte es esa Itaca 
de verde eternidad, no de prodigios. 

Jorge Luis Borges








jueves, 1 de febrero de 2018

Certidumbre








Ahora lo sé,
la mayor certidumbre,
don del silencio.

Carlos Pujol