Plaza de San Miguel (Madrid). Francisco Padilla
Azorín, cuyo verdadero nombre era José Martínez Ruiz, ha sido uno de los más grandes escritores españoles del siglo XX, perteneciente a la denominada "Generación del 98". Nace en 1873 en Monóvar, Alicante, y muere en 1967 en Madrid.
Su estilo es un modelo de precisión, claridad y sencillez (él mismo dejó escrito: "La elegancia... es la sencillez") ; su narración fluye lentamente a través de detalladas descripciones; como por ejemplo este fragmento de su obra "Madrid" en el que nos deleita lentamente, paso a paso, con las numerosas especias, viandas y utensilios de cocina expuestos en el mercado:
Es muy acertada la importancia que supone a las especias, la "gracia" de un plato:
“Vámonos al mercado. Observémoslo todo con detención y orden. Lo primero son las alcamonias, es decir, el azafrán, la pimienta, el clavo, el tomillo salsero, los vivaces cominos, los ajos. Sin las alcamonias no se puede hacer nada. Tendremos tiernas carnes y frescas verduras. Pero no nos servirán de nada. Escribe prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y no vale nada esa prosa sin las alcamonias de la gracia, la intuición feliz, la ironía, el desdén o el sarcasmo. Anexos a las especies aliñadoras están los elementales adminículos de la cocina. Puestecillos de tales artes hay también en los mercados. Tenemos aquí las trébedes, las espumaderas, las alcuzas, los aventadores, los fuelles.”
“Vámonos al mercado. Observémoslo todo con detención y orden. Lo primero son las alcamonias, es decir, el azafrán, la pimienta, el clavo, el tomillo salsero, los vivaces cominos, los ajos. Sin las alcamonias no se puede hacer nada. Tendremos tiernas carnes y frescas verduras. Pero no nos servirán de nada. Escribe prosa el literato, prosa correcta, prosa castiza, y no vale nada esa prosa sin las alcamonias de la gracia, la intuición feliz, la ironía, el desdén o el sarcasmo. Anexos a las especies aliñadoras están los elementales adminículos de la cocina. Puestecillos de tales artes hay también en los mercados. Tenemos aquí las trébedes, las espumaderas, las alcuzas, los aventadores, los fuelles.”
Trébedes
Espumadera
"Los pimientos y los tomates nos dan lo rojo. Los rábanos, el carmín. La col, lo blanco. La brecolera y las berenjenas, lo morado. La calabaza, lo amarillo” [...]
” ¿Y los gritos y arrebatos de los vendedores? El mercado francés es una congregación de silentes cartujos. Nadie chista. Las vociferaciones del mercado español nos llenan de confusión. Se apela con vehemencia al comprador. Se encarece exaltadamente la bondad de lo que se ofrece; pimientos, tomates o coles. Se defiende a gritos el precio, regateado por el comprador. La gritería llena la calle”.
La gastronomía también encuentra un lugar destacado en su narrativa. A través de su personaje y amigo, Sarrió, nos deleita con numerosos manjares, platos típicos de la Mancha y de España en general, con especial mención a deliciosos dulces de todas las clases.
Así nos los describe en su novela autobiográfica "Antonio Azorín":
Alfajores
"Sarrió es un epicúreo; pero un epicúreo en rama y sin distingos. Ama las buenas yantigas; es bebedor fino, y cuando alza la copa entorna los ojos y luego contrae los labios y chasca la lengua. Sarrió no se apasiona por nada, no discute, no grita; todo le es indiferente. Todo menos esos gordos capones que traen del campo y a los cuales él les pasa con amor y veneración la mano por el buche; todo menos esos sólidos jamones que chorrean bermejo adobo, o penden colgados del humero; todo menos esos largos salchichones aforrados en plata que él sospesa en la mano y vuelve a sospesar como diciendo: «Sí, éste tiene tres libras»; todo menos esas opulentas empanadas de repulgos preciosos, atiborradas de mil cosas pintorescas; todo menos esas chacinas extremeñas; todo menos esos morteruelos gustosos; todo menos esas deleznables mantecadas, menos esos retesados alfajores, menos esos sequillos, esos turrones, esos mazapanes, esos pestiños, esas hojuelas, esos almendrados, esos piñonates, esas sopaipas, esos diacitrones, esos arropes, esos mostillos, esas compotas..."
Sopaipas
Diacitrón, es la cidra confitada, llamada cabello de ángel
Pestiños
Arrope
Hojuelas
Piñonates
Comer, en Sarrió, se convierte en un remedio para todas las melancolías de la vida. Se dedica a comer sin que nada le perturbe, en una calma que Azorín envidia:
Gazpacho manchego o Galiano
"Y esta es una grande, suprema filosofía; no hay pasado ni existe porvenir: sólo el presente es lo real y es lo trascendental. ¿Qué importan nuestros recuerdos del pasado, ni qué valen nuestras esperanzas en lo futuro? Sólo estos suculentos galianos que tenemos delante, humeadores en su caldero, son la realidad única: a par de ellos el pasado y el porvenir son fantasías".
Los gazpachos manchegos o Galianos son un plato castellano, concretamente de La Mancha, consistente en un guiso caldoso servido caliente a base de carne de caza, como es el conejo, liebre o perdiz, con trozos de torta cenceña manchega. Si bien en algunas zonas se les añaden también setas (de cardo, de chopo o níscalos).
Un maestro de la prosa.
Me ha gustado mucho el fragmento que describe el mercado. Un maestro de la prosa, Azorín.
ResponderEliminarSoy una enamorada de la literatura y de la cocina, por eso la literatura culinaria es uno de mis géneros favoritos. Me encantan esas descripciones de sabores, aromas, texturas, sensaciones...
Un saludo.
Y qué plato relacionarías con Azorín, si tuvieras que escoger uno?
ResponderEliminarEstamos en unas tertulias en las que José Pla habla de personajes y hoy nos toca Azorín. Con tu ayuda pondremos algo de comer a la charla.
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