"El mundo es un xilófono de timbres de cristal bajo el que despertamos con el temor antiguo de vernos sorprendidos por un día ya adulto. Primero, la delgada lengua del Campanile. Luego se oye la gruesa campana como un oso que gruñe violentando los estanques del cielo. Y cuando el sol descifra la cámara secreta del áureo baptisterio, comienzan a moverse nuestros cuerpos desnudos como torsos de esclavos que salieran del mármol".