“Los especialistas en deshumanización saben muy bien que condenar a un hombre a vivir en la ausencia de cualquier asomo de hermosura le animaliza o le cosifica, le anula como ser humano. Y, por esto, en un hierbajo del patio de una cárcel, el encarcelado levanta una especie de Árbol del Paraíso, un rosal aéreo, para no enloquecer y defenderse de un proceso de aniquilación o degradación personal. Y ésta es la razón de encerrar a los hombres en un mundo sin belleza, que parece el propósito de los señores del mundo ahora mismo: matar en nosotros el instinto mismo de la belleza hasta que ya no se eche de menos, y liquidarnos como seres humanos. El mundo de nuestro tiempo es un mundo de una «horrible fealdad», decía Walter Gropius hace casi un siglo, y después ha llovido más horrible fealdad aún, y ya hay gentes que no saben lo que es la hermosura, no la echan de menos y no les diría nada si la encontraran, o la destruirían, porque están avezados a odiarla”.
José Jiménez Lozano, Las llagas y los colores del mundo