SIEMPRE estamos llegando a destiempo a todas
partes,
a ver grullas canadienses en Nebraska en el
momento exacto en que se han ido,
o el otoñal follaje de Vermont
que no alcanza su pico todavía.
No hace falta, ni siquiera, ir muy lejos.
Llegamos siempre tarde a ese instante
milagroso en que eclosionan de repente
los capullos, las crisálidas, los huevos,
aunque antes fuéramos a verlos con frecuencia,
cuando aún eran tiempos prematuros.
No hay que salir siquiera de uno mismo.
También llegamos tarde a esta vida
para conocer con hondura a los abuelos,
y se nos pasan muy rápido los años
para saborear la infancia sabiamente
o alcanzar la madurez que se precisa
para aprovechar el tiempo siendo jóvenes.
Vivimos a destiempo. Así es la vida.
No te extrañe, si sientes que no estás
allí donde deberías, que un portento
te está esperando en un lugar lejano,
mientras estás aquí ocupado en tonterías.
Solo puedes estar en un instante,
el que has de bendecir con sus afanes
pues cargan con la imprenta de tu espíritu.
Estás en el lugar preciso si agradeces.
Será lo único que no hagas a destiempo.
Marcela Duque, Variación a un tema de Billy Collins y Sarah Kay (A destiempo)
"Concertino" del "Verano del 42" (Michel Legrand)
Un poema inmenso, hace pensar y me identifico plenamente con él... esa sensación de llegar a destiempo... Gracias, querida amiga. Besos
ResponderEliminarDe su poemario: "Bello es el riesgo".
EliminarBellísimo.
Un beso, Maite.