"El mundo es un xilófono de timbres de cristal bajo el que despertamos con el temor antiguo de vernos sorprendidos por un día ya adulto. Primero, la delgada lengua del Campanile. Luego se oye la gruesa campana como un oso que gruñe violentando los estanques del cielo. Y cuando el sol descifra la cámara secreta del áureo baptisterio, comienzan a moverse nuestros cuerpos desnudos como torsos de esclavos que salieran del mármol".
G. L. Bernini, El éxtasis de Santa Teresa o transverberación de Santa Teresa
Santa Teresa escribiría en el capítulo 29 de su Vida:
“Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión: veía un ángel cabe mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho, el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos se abrasan.
Deben ser los que llaman querubines, que los nombres no me los dicen; más bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que miento” (Vida 29,13)
Quiénes son, en realidad y sin leyendas, las dos culturas que se encuentran, Castilla y Anahuac. Y conocer cómo castellanos y tlaxcaltecas, con el apoyo franciscano, comienzan a construir México un día después del 13 de agosto de 1521.