La Inmaculada Concepción (1767-1769) de Giambattista Tiepolo (Museo Nacional del Prado)
El papa Pío IX definió el dogma de la Inmaculada Concepción de María el 8 de diciembre de 1854 a través de la Bula Ineffabilis Deus.
La fórmula central del documento, en donde se define de manera clara la fe de la Iglesia, dice:
«La doctrina que enseña que la bienaventurada Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de pecado original en el primer instante de su Concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Jesucristo, Salvador del género humano, es revelada por Dios, y por lo mismo debe creerse firme y constantemente por todos los fieles».
Anteriormente a la definición oficial del dogma, cuatro siglos antes de que el papa Pío IX lo definiera, treinta y un años antes de que la universidad de la Sorbona de Paris hiciese su famoso voto, y diez años antes de que el papa Sixto IV publicase la primera bula en pro de la Inmaculada, cuando aún seguía viva la discusión entre los teólogos en el seno de la Iglesia, ocurría en Villalpando, la Tierra de Campos zamorana, un voto histórico: el 1 de noviembre de 1466, trece pueblos se reunían en la iglesia de San Nicolás de Bari (Burgos), para realizar el primer voto del mundo a la Inmaculada Concepción. Proclamaron explícitamente y de forma solemne este misterio mariano, juramentando que defenderían "a costa de su sangre y de sus vidas" que la Virgen María fue concebida sin mancha y permaneció Virgen e Inmaculada "antes, en y después" del nacimiento de su Hijo.
Los representantes de los trece pueblos terracampinos hacen profesión de fe en torno a la imagen de la Inmaculada, de la escuela de Gregorio Fernández -la talla original no se conserva-, mientras el pueblo permanece apiñado a los pies de la Virgen y reza.
En reconocimiento a la contribución de la zamorana Tierra de Campos al triunfo del dogma de la Purísima Concepción, el papa Pío IX decidió colocar el monumento a la Inmaculada en la Plaza de España de Roma, junto a la Embajada española, donde cada 8 de diciembre se le rinde un homenaje público.
La devoción a la Virgen Inmaculada tiene también un «importante legado» en León. El convento de las Madres Concepcionistas, fundado en 1656, ratificó en 1657 su compromiso con la Virgen, tras lo cual el Ayuntamiento comenzó a participar en la festividad, acudiendo corporativamente al monasterio para cumplir con las prácticas protocolarias.
La madre Beatriz, del convento de las Madres Concepcionistas, destaca la importancia de este día para la comunidad religiosa: «Para nosotras es la solemnidad principal del año, porque honramos a nuestra madre, la Virgen Inmaculada. Toda nuestra vida gira en torno a ella, y es una honra recibir la visita del Ayuntamiento de León, que cumple con su compromiso desde hace siglos».
Es el corazón de León.
En lo que se refiere a la configuración icónica, la representación de la Virgen María, tiene múltiples tipologías, entre ellas se encuentran: el abrazo de san Joaquín y santa Ana, santa Ana Triplex, Trina o Trinitaria, Virgen Apocalíptica, Árbol de Jessé, Tota Pulchra y la Inmaculada. Esta última, la Inmaculada Concepción, conocida también como la Purísima Concepción, destaca sobre el resto durante el Barroco, en el siglo XVII.
Ya durante el siglo XVI se empleaba fundamentalmente el modelo iconográfico de María “Tota Pulchra”, que es una de las jaculatorias de las letanías lauretanas (Santuario de Nuestra Señora de Loreto, en Italia).
Se suele representar a la Virgen vestida de blanco, con un manto azul, en una actitud serena y majestuosa, con un pie puesto encima de la serpiente, que recuerda al pasaje del Génesis en el que Yahveh condena a la serpiente y establece la enemistad entre su estirpe y la de Eva. Así se presenta a la Virgen como la nueva Eva que aplasta a la serpiente, al pecado, es tota pulchra, sin pecado concebida.
A esta forma de representar a María, sobre todo como Reina coronada por la Santísima Trinidad, se une también la representación apocalíptica de la “mujer vestida de sol”.
Esta última imagen se inspira claramente en el pasaje de Apocalipsis 12,1:
«Una gran señal apareció en el cielo: una mujer vestida de sol, con la luna bajo sus pies y una corona de doce estrellas sobre su cabeza».
Ola Gjeilo: Tota pulchra es
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