El comedor de su casa de Giverny
La pobreza había sido una constante en la vida de Monet. Él mismo dejó escrito que muchas veces sobrevivía gracias a la ayuda prestada, como por ejemplo en esta carta enviada a su amigo el pintor Bazille:
“Hemos vivido ocho días gracias al pan que Renoir ha compartido conmigo, mi mujer y mi hijo. Pero a partir de hoy no hay pan, no hay vino, no hay fuego en la cocina. ¡Es terrible!”.
Renoir confirma, en carta también escrita a Bazille:
“No puedo pintar porque no tengo colores. Estoy casi siempre en casa de Monet que, entre paréntesis, está envejeciendo. No comemos todos los días”.
“No puedo pintar porque no tengo colores. Estoy casi siempre en casa de Monet que, entre paréntesis, está envejeciendo. No comemos todos los días”.
En ocasiones es Monet quien se encarga de alimentar a Renoir:
"No comemos todos los días, pero aún así estoy de buen humor. (...) Monet nos invitaba de vez en cuando a comer. Y entonces nos atiborrábamos de pavo mechado, para el que había vino de Chambertin".
Esta situación de penuria económica continuó, hasta que aceptó la ayuda de un hombre de negocios llamado Ernest Hoschede, con cuya mujer Alice Hoschede, se casó el propio Monet, después de la muerte de su primera esposa, Camille. Él le permitió pintar y vivir en su lujosa propiedad: la casa de Giverny, el lugar que compró posteriormente Monet.
Jardín y huerto en la casa de Giverny
Y volvemos de nuevo a esta casa, donde Monet cultivó plenamente su pasión por la cocina. Los menús de las comidas se decidían una semana antes y se consultaban con Monet. Alice debía tener en cuenta los gustos particulares de los comensales y de su esposo. La lista de los ingredientes se hacía con anticipación y estos se buscaban los sábados en Vernon y en los lugares adecuados, sin importar la distancia. Para los berros era Les Cressionier de Saint Marcel, los espárragos en Limetz, el pan fresco y el periódico a diario y sin retraso. Y es que la relación artística con sus contemporáneos pasaba, sin duda, por la mesa:
"Casi todos los días tenía invitados para comer", explicó Claire Joyes, viuda del biznieto de Monet, y "le gustaba todo tipo de comida".
Su cocina se surtía con todo tipo de manjares, pero no era fácil abastecerla con ingredientes difíciles de hallar en la Normandía interior. La compra se hacía en el vecino pueblo de Vernon y para lo más especial se iba a París o se hacía traer de otros lugares. Por ejemplo, el bogavante siempre venía de Bretaña puesto que Monet tuvo tiempo de degustarlo durante su estancia en esta región francesa. Se convirtió en su plato preferido. Se cocinaba "a la americana", con un punto picante de cayena, al estilo "Douglas", servido en medallones flameados con ginebra y acompañado por una salsa con nata, zanahoria, tomillo y laurel o al "Newburg", con el que halagaba a su yerno, Theodore Butler.
Los deliciosos platos se servían los días de fiesta en una moderna vajilla amarilla de Limoges (diseñada por el propio Monet) con finos bordes azules, las mismas tonalidades del comedor y de la cocina, respectivamente. No en vano, estos dos eran sus colores favoritos, algo que se ve también en su jardín.
El País de los impresionistas