Champán
Filetes de arenque en salazón
Vino
La llegada de Peeperkorn rompe la rutina de las comidas, comen muchas veces a horas intempestivas. El vino, el champán y los licores se alzan con el protagonismo, aturdiéndoles, confundiéndoles en conversaciones vanas, que les llevaban a un estado de somnolencia:
"-¡Perfecto, excelente!- exclamó Peeperkorn, y se puso en pie...se puso un binóculo cuya patilla de carey le quedaba ajustada a la frente y pidió champán: tres botellas de Mumm& Co., Cordon rouge, très sec; y, para acompañar, petits fourds, unos deliciosos dulces en forma de conitos, de fina masa hojaldrada rellena de chocolate o crema de pistacho, con cobertura de azúcar de distintos colores y servidos en una blonda de papel. La señora Stöhr se chupaba los dedos. El señor Albin, con auténtica maestría, liberó el corcho de la primera botella de su jaula de alambre y lo hizo saltar hasta el techo con el ruido de una pistola de juguete, después de lo cual envolvió la botella en una servilleta para escanciar el champán como mandan los cánones de la elegancia. La delicada espuma manchó el mantel de la mesita auxiliar. Todos chocaron sus copas, que vaciaron de un solo trago, sintiendo en el estómago el electrizante cosquilleo de las burbujas frías y perfumadas.. Los ojos comenzaron a brillar. [...] Peeperkorn dirigía la bacanal con parsimoniosos gestos, vigilaba que nunca faltasen provisiones. Después del champán mandó traer café, un moka muy fuerte, que de nuevo acompañó con "pan líquido" y con licores dulces -apricot brandy, chartreusse, crème de vanille y marrasquino- para las señoras. Después aún hubo una ronda de cerveza con filetes de arenque en salazón, y finalmente té, tanto té chino como manzanilla para los que preferían abandonar el champán y los licores y emprenderla otra vez con un buen vino..."
"-¡Perfecto, excelente!- exclamó Peeperkorn, y se puso en pie...se puso un binóculo cuya patilla de carey le quedaba ajustada a la frente y pidió champán: tres botellas de Mumm& Co., Cordon rouge, très sec; y, para acompañar, petits fourds, unos deliciosos dulces en forma de conitos, de fina masa hojaldrada rellena de chocolate o crema de pistacho, con cobertura de azúcar de distintos colores y servidos en una blonda de papel. La señora Stöhr se chupaba los dedos. El señor Albin, con auténtica maestría, liberó el corcho de la primera botella de su jaula de alambre y lo hizo saltar hasta el techo con el ruido de una pistola de juguete, después de lo cual envolvió la botella en una servilleta para escanciar el champán como mandan los cánones de la elegancia. La delicada espuma manchó el mantel de la mesita auxiliar. Todos chocaron sus copas, que vaciaron de un solo trago, sintiendo en el estómago el electrizante cosquilleo de las burbujas frías y perfumadas.. Los ojos comenzaron a brillar. [...] Peeperkorn dirigía la bacanal con parsimoniosos gestos, vigilaba que nunca faltasen provisiones. Después del champán mandó traer café, un moka muy fuerte, que de nuevo acompañó con "pan líquido" y con licores dulces -apricot brandy, chartreusse, crème de vanille y marrasquino- para las señoras. Después aún hubo una ronda de cerveza con filetes de arenque en salazón, y finalmente té, tanto té chino como manzanilla para los que preferían abandonar el champán y los licores y emprenderla otra vez con un buen vino..."
Vino
El interés que suscitaban entre los enfermos las discusiones entre Settembrini y Naphta había desaparecido.
Capitaneados por Peeperkorn, se comía y se bebía totalmente a deshora:
" [...] un espléndido festín- también espléndidamente regado-, de los que Peeperkorn gustaba organizar dentro o fuera del Berghof, donde se prestase, en Davos Platz o Davos Dorf o en algún mesón en Glaris o en Klosters si habían ido allí de excursión en el tren de vía estrecha. A las órdenes del coloso holandés, el grupo entero se deleitaba con manjares clásicos: café con nata, pan de leña, suculento queso sobre exquisita mantequilla de los Alpes, que también estaba riquísima con castañas asadas y vino de Valteli..., todo en gran abundancia".
Hans Castorp consideraba ya las enseñanzas de Setttembrini y Naphta insuficientes, subyugado por la personalidad de Peeperkorn:
"¡Qué agradable tarde pasamos ayer en aquel lugar tan acogedor...1 He olvidado el nombre..., donde tomamos aquel delicioso salami con huevos revueltos y aquel vinillo del país...
-¡Fue magnífico! - confirmó Hans Castorp-. Disfrutamos de un placer casi prohibido; el cocinero de Berghof se habría ofendido, y con razón, de habernos visto...¡Menuda merienda! Era salami auténtico y del mejor; el señor Settembrini estaba emocionado, se le saltaban las lágrimas mientras comía".
Capitaneados por Peeperkorn, se comía y se bebía totalmente a deshora:
" [...] un espléndido festín- también espléndidamente regado-, de los que Peeperkorn gustaba organizar dentro o fuera del Berghof, donde se prestase, en Davos Platz o Davos Dorf o en algún mesón en Glaris o en Klosters si habían ido allí de excursión en el tren de vía estrecha. A las órdenes del coloso holandés, el grupo entero se deleitaba con manjares clásicos: café con nata, pan de leña, suculento queso sobre exquisita mantequilla de los Alpes, que también estaba riquísima con castañas asadas y vino de Valteli..., todo en gran abundancia".
Hans Castorp consideraba ya las enseñanzas de Setttembrini y Naphta insuficientes, subyugado por la personalidad de Peeperkorn:
"¡Qué agradable tarde pasamos ayer en aquel lugar tan acogedor...1 He olvidado el nombre..., donde tomamos aquel delicioso salami con huevos revueltos y aquel vinillo del país...
-¡Fue magnífico! - confirmó Hans Castorp-. Disfrutamos de un placer casi prohibido; el cocinero de Berghof se habría ofendido, y con razón, de habernos visto...¡Menuda merienda! Era salami auténtico y del mejor; el señor Settembrini estaba emocionado, se le saltaban las lágrimas mientras comía".
Crema de chocolate y almendras
Lenguas de gato
El ambiente comienza a violentarse en el sanatorio, todos discuten. Peeperkorn se suicida y Claudia Chauchat abandona el lugar. Hans Castorp cree que algo falla en aquella vida de "Allá arriba", era una vida sin tiempo y sin preocupaciones; una vida con incesante actividad, sin rumbo. La gente del sanatorio cultivaba múltiples aficiones y modas que pasaban deprisa, se come sin control; por ejemplo:
" [...] que se acumulasen y devorasen grandes cantidades de chocolate de las marcas más variadas. Todo el mundo aparecía entonces con los labios marrones y a la hora de la comida hacía remilgos a los exquisitos manjares de la cocina del sanatorio, pues tenían el estómago empachado y atiborrado de Milka-nut, de chocolat à la crème d'amandes, de Marquis Napolitains o de lenguas de gato espolvoreadas de oro".
Miel
La última alusión a la comida se produce en una excursión realizada por Hans Castorp y otros enfermos del sanatorio:
"En el primer piso se alquilaban habitaciones. Allí estaba también el comedor, bien caldeado y de estilo rústico. Los excursionistas encargaron un tentempié a la servicial hostelera: café, miel, pan blanco y bizcocho de pera, la especialidad del lugar".
"En el primer piso se alquilaban habitaciones. Allí estaba también el comedor, bien caldeado y de estilo rústico. Los excursionistas encargaron un tentempié a la servicial hostelera: café, miel, pan blanco y bizcocho de pera, la especialidad del lugar".
En las secciones finales de la novela, el tenso momento histórico, que antecede a la Primera Guerra Mundial, se hace cada vez más palpable. Hans Castorp, curado de su enfermedad, transformado interiormente, después de su estancia en la Montaña Mágica, regresa al mundo de "allá abajo" para luchar en la batalla. Sin modelos claros, sin miedo a la muerte, porque, en el fondo, moría por "algo nuevo", por un futuro que presentía su corazón, y se pregunta:
"¿Será posible que de esta bacanal de la muerte... surja alguna vez el amor?".
La respuesta queda en vilo.