Santa Bárbara. Jan van Eyck
La historia fue extraída de un antiguo manuscrito propiedad del escritor griego Simeón de Metafrasto, especialista en la investigación de la vida de los santos católicos, que existe en versión latina, griega, siria, árabe, egipcia y armenia. Dicho manuscrito fue expuesto a la luz pública a mediados del siglo VII:
"Durante el reinado de Maximiano (siglo III a.C) en la ciudad de Nicomedia (actualmente Izmit, Turquía) había un hombre muy rico llamado Dióscoro, quien era pagano, supersticioso y estaba abocado a seguir la errónea costumbre local de adorar dioses irreales. Tenía una hija muy hermosa llamada Bárbara, a la cual celaba sin motivo alguno. Para evitar que Bárbara tuviera contacto con la gente, Dióscoro hizo construir una torre muy alta y allí encerró a su hija hasta que decidió entregarla en matrimonio a uno de los príncipes que la pretendían atraídos por el misterio que rodeaba su encierro. Ante la situación el padre de Bárbara un día se dirigió a ella y le dijo: "Hija mía, los príncipes de comarcar lejanas y cercanas han llegado hasta aquí para pedir tu mano, por ello te ruego que me digas que quieres hacer ante esta situación". Al escuchar a su padre Bárbara sintiéndose ofendida le contestó: "Padre mío, mi decisión es no casarme, pues nunca he pensado en ello, así que te ruego que no me obligues a hacerlo".
Realmente hablaba en serio, ella vivía pensando en llevar una vida perfecta sumida en la búsqueda del verdadero y único Dios, por lo tanto pensaba que si accedía a las proposiciones de los príncipes se alejaría de su meta: el acercamiento al ser supremo. Esto decepcionó tanto a Dióscoro que fue a vivir a un país lejano por un tiempo. Bárbara ante la ausencia de su padre aprovechó para colocar una cruz en el baño y añadió una ventana más a las dos que ya tenía la torre para así simbolizar a la Santísima Trinidad.
Luego de esto Bárbara fue bautizada y siguiendo una de las costumbres místicas de San Juan Bautista sólo comía miel y langostas. Luego del bautizo de Bárbara dicho baño, que estaba formado por una serie de piscinas, quedó consagrado y se sabe que allí los ciegos de nacimiento recobraban la vista. En ese momento ya Bárbara estaba fortalecida por su fe lo cual la ayudó a vencer al demonio y esto lo demostró cuando reaccionó ante los ídolos paganos de su padre escupiéndolos y diciéndoles: "Todos aquellos a los que vosotros habéis inducido en error y creen en vosotros serán como vosotros". Luego de ocurrir esto se retiro a orar y a venerar a Dios en la torre y en ese momento fue consagrada por el Espíritu Santo y adquirió la gloria espiritual que poseen todos los santos.
Santa Bárbara. Parmigianino. Girolamo Francesco Maria Mazzola
En el año 235 D.C su padre regresó del viaje y ya había culminado la reestructuración de la torre y éste le preguntó a los obreros: ¿Por qué habéis hecho tres ventanas?, y ellos sorprendidos contestaron: "Porque su hija nos lo ordenó". Ante esto Dióscoro mandó a llamar a Bárbara para definitivamente conseguir una respuesta al dilema que se le había presentado con las tres ventanas. Cuando su hija se presentó le hizo la misma pregunta y la respuesta fue la siguiente: "Mandé a hacer una ventana más para que fueran tres, porque tres ventanas dan luz a todo el mundo y a todas las criaturas, en tanto que dos ensombrecen el Universo". Entonces se dirigió con ella a los baños y le preguntó, con gran ánimo de que le aclarara la situación, por qué una tercera ventana si con las dos que habían llegaba suficiente luz al lugar, y Bárbara respondió: "Esas tres ventanas representan claramente al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, los cuales son tres personas en un solo Dios, en el que debemos creer y al único que debemos adorar".
La reacción de Dióscoro fue violenta, tanto así que sacó su espada para matar a su hija allí mismo, pero la ya consagrada virgen comenzó a orar y milagrosamente levitó por los aires gracias a la protección divina y llegó volando a una lejana roca inmersa en las montañas. Testigos de esto fueron dos pastores que la vieron volar y a su padre persiguiéndola preso de la ira. Al llegar a las montañas Dióscoro la tomó por los cabellos y decidió llevarla para ser juzgada y limpiar su propio nombre ante la gente de la ciudad. Bárbara fue apresada y enjuiciada, en ese momento dándole una nueva oportunidad de que recapacitara ante su creencia de la existencia de un solo Dios, el juez le dijo: "Así pues, elige entre sacrificar a los dioses y salvar tu vida, o morir cruelmente torturada", y Santa Bárbara respondió: "Me ofrezco en sacrificio a mi Dios, Jesucristo, creador del cielo, de la tierra y de todas las cosas".
Santa Bárbara. Francisco de Goya
Esa fue su sentencia, después de ser apaleada y torturada durante días, la santa tuvo la visión del señor Jesucristo en la prisión. Pasaron los días y como Bárbara mantenía su posición ante el castigo, el juez decidió que fuese decapitada por la espada. En ese momento Dióscoro segado por la obsesión de limpiar su nombre arrebató a Bárbara de las manos del juez y la llevó a la cumbre de una montaña junto a otra mártir llamada Juliana. En el camino Santa Bárbara se alegró porque sentía que se aproximaba el premio a su devoción por Dios y mientras su padre la arrastraba hacia la montaña hizo la siguiente oración: "Señor Jesucristo, Creador del Cielo y de la Tierra, te ruego que me concedas tu gracia y escuches mi oración por todos aquellos que recuerdan tu nombre y mi martirio. Te suplico que olvides sus pecados, pues tu conoces nuestra fragilidad", en ese momento escuchó que desde el cielo provenía una voz que le decía: "Ven Bárbara, esposa mía, ven a descansar en la morada de mi Padre, que está en los cielos, yo te concedo lo que acabas de pedirme".
Después de esto fue decapitada por la mano de Dióscoro, su propio padre, junto a Juliana, recibiendo las dos en ese momento la corona del martirio. Luego de haber finalizado el horrendo crimen Dióscoro comenzó a bajar de la montaña y en el camino fue fulminado por un rayo que descendió de los cielos, cual fuego celestial. Santa Bárbara fue sepultada junto a Santa Juliana por un noble de nombre Valentino en un pequeño pueblo donde posteriormente ocurrieron muchos milagros".
Santa Bárbara. Robert de Campin (Maestro de Flemalle)
Un artículo precioso de María Zambrano sobre la santa Bárbara del Maestro de Flemalle:
Santa Bárbara del maestro de Flemalle ha sido en mi vida algo esencial; yo espero que haya sido y sea para otras personas algo inolvidable", dice María Zambrano cuando se refiere a uno de los cuadros que más impresión han causado en su sensibilidad.
Estoy, después de tantos años de exilio, delante del cuadro Santa Bárbara del maestro de Flemalle , que no digo que haya sido el único que me ha acompañado, que ha estado conmigo, el único del Museo del Prado ni de los demás museos; porque no siendo yo pintora, ni habiéndolo pretendido, lo que me ha acompañado más ha sido alguno de los cuadros que llevaba dentro de mí. Bien es verdad que cuántas veces, en mi lejana adolescencia, que era ya en aquel momento juventud, yo iba al Museo del Prado solamente para ver a Santa Bárbara del maestro de Flemalle, lo cual no quiere decir que fuera elegido por mí como el mejor cuadro, porque yo de lo que es mejor o peor, en pintura ni en nada, no sé. Tan sólo sé que tenía que venir a verla y que a veces solamente a ella veía, en la misma sala que ocupaba con otras obras del mismo maestro. ¿Por qué me has acompañado tanto? ¿Por qué me sigues acompañando ahora, ahora que apenas te veo, ahora que te tengo dentro de mí? Quizá ha sido eso, que te he tenido dentro de mí sin yo darme cuenta, pero no como cosa mía, no como cosa que yo haya devorado, que me haya incorporado a mi ser, porque es todo lo contrario. Te tenía conmigo porque tú, Santa Bárbara, del maestro de Flemalle, estás en tu ser, estás en la sustancia, eres tú misma; y jamás yo he sido yo misma, y si lo pretendiera sería simplemente una loca. Tú no pretendes nada, estás en tu ser, en un interior, no raro en la pintura flamenca, por donde entra al par la luz exterior; en una intimidad no cerrada, no hermética. Tienes un libro en la mano, pero no estás leyendo, eso lo he sabido siempre, ni estabas deletreando, ni estabas pensando; ni estabas en éxtasis, porque en este caso perderías el señorío que tienes sobre los elementos de la naturaleza. Los que están en su ser no piensan, no tienen necesidad de ello. Están ahí para ellos, para Dios, para todos, como una visión compartida, como algo que se sale de sí mismo, sin dejar por ello de estar en sí; ensimismado no, absorto, absorbido por algo universal y divino. Y quizá por ello yo venía a verte siempre que podía, porque era un estar absorta, absorbida de un modo trascendente
FUEGO
El fuego, cómo lo he recordado; ese fuego sustancial, ese fuego que no está por ninguna de sus propiedades, sino por su ser. Sobre todo, era el fuego el que me atraía, un fuego que no devora, un fuego que si calienta es porque está en su ser el calentar, nada más que por eso. Como tú, Bárbara, doncella, que estás ahí, dueña de ti; y al estar dueña de ti no es porque tú te poseas, ni tampoco te dejes de poseer. No te has dejado poseer, ni te has ofrecido; has sido elegida, yo diría que cósmicamente, de una manera efectiva, entre los elementos sobre los que reinas sin saber. Puedes estar en muchos lugares a la vez, como me dijo hace muchísimo tiempo (era yo una niña) una criada segoviana. Me llevó en un día inolvidable, sin que mi madre lo supiera (porque mi madre en aquel momento estaba gozosa, feliz, pero sufriendo), en un día áspero de febrero, o marzo, quién sabe. No he podido olvidar su nombre: Gregoria. La Gregoria me llevó al convento de san Juan de la Cruz, un santo que no es venerado por ningún milagro ni tiene una virtud especial. Y yo le pregunté: "¿Qué es un santo?". Y ella me contestó: "Alguien que está al mismo tiempo al lado de Dios y junto a nosotros, muy cerca". A esta especie de santidad debe de pertenecer en su forma más pura, pero quizá más compleja, santa Bárbara, que está al mismo tiempo en lo divino, en lo cósmico, en lo terrestre, y aún yo diría, en los ínferos, en lugares de la tierra que no se ven, como del corazón. Tiene también el humano corazón lugares, recovecos, que no se ven y que son amenazadores; y llega un día en que pueden estallar, arrasarlo todo. ¿No sucede, no me habrá sucedido a mí y a tantas otras personas, que lo que está escondido pueda aparecer en forma fulminante, hasta en forma de rayo? El rayo que no cesa es el título de uno de los libros de Miguel Hernández. El rayo, nunca los he amado, siempre los he temido, pero no con espanto; yo sabía que no perecería por ningún rayo, pero no pensaba en santa Bárbara. Lo que sucede es que ella estaba allí, como debe estar en otro cuadro misterioso. La tempestad, de Giorgione, que está en la Academis de Venecia. Pasa un caballero que no se entera de nada, como sucede en la Santa Bárbara, en la que se le ve a través de una ventana, una ventana cerrada en forma de cruz; pasa un caballero, él no se entera de nada, él no pertenece al suceso -¿o sí?-, quizá pasa tan tranquilo sin atisbar siquiera a la muchacha que está detrás de la ventana.
María Zambrano
Adoración del Cristo Niño con santa Bárbara y san Martin. Raffaello Botticini
Santa Bárbara pertenece al grupo de los 14 Santos Protectores y fue una de las santas más populares en la Edad Media, virtud que conserva en la actualidad. Además de tener tantos devotos en la población, es la patrona de los militares, específicamente de los artilleros. También lo es de los mineros, arquitectos, albañiles y constructores, esto debido a lo que relata su historia cuando remodelaron la torre donde vivía.
Protectora :
Es invocada contra los rayos, por los artilleros, los arquitectos y bomberos.
Identificativo principal : Aparece coronada con una torre (en alusión a la prisión), tiene ropajes de su época y tocado de doncella. Lleva en su mano una espada (por su muerte) o una palma, símbolo de su martirio, o un cáliz que recuerda que fue confortada con la Eucaristía.
No es raro tampoco encontrar a santa Bárbara con un libro, la Sagrada Escritura, en la mano. Esta representación hace referencia al estudio de las verdades de fe cristiana y de la Palabra de Dios.
Se celebra el 4 de diciembre, conocido como “día de santa Bárbara y del artillero”.
Así es patrona del arma de artillería, cuyo escudo son cañones cruzados y la torre es la heráldica de los ingenieros y zapadores. El depósito de explosivos en los buques recibe el nombre de Santabárbara.
La oración del artillero:
«Gracias Señor, gracias te doy porque me diste la gracia de ser de los primeros. Me diste por tu amor ser lo que soy, me diste la aristocracia de ser solamente un artillero. Bombardas, culebrinas, falconetes, morteros, obuses y cañones. ¡Qué importa si iluminan hasta los cielos enteros con sus bellas explosiones! Sin escudos al amparo mi corazón se embarga de los más bellos sones al oir los disparos, descarga tras descarga, de acerados cañones. Un fuerte, una muralla, parapeto, trinchera, un fortín, un abrigo todo el aire es batalla y explosión artillera en el campo enemigo. No importa vivo o muerto ser general, teniente, cabo apuntador o artificiero. Sólo importa, muy cierto, el oficio más bravo de ser solamente hijo de Santa Bárbara y artillero.»
Artilleros, Artilleros,
marchemos siempre unidos
siempre unidos
de la Patria, de la Patria,
de la Patria su nombre engrandecer,
engrandecer.
Y al oír, y al oír,
y al oír del cañón el estampido,
el estampido
nos haga su sonido enardecer.
España que nos mira siempre amante
recuerda nuestra Historia militar, militar.
Que su nombre siempre suena más radiante
a quien supo ponerla en un altar.
Su recuerdo nos conmueve con terneza,
dice Patria, dice Gloria, dice Amor,
y evocando su mágica grandeza,
morir sabremos por salvar su honor.
Tremolemos muy alto el Estandarte,
sus colores en la cumbre brillarán
y al pensar que con él está la muerte,
nuestras almas con más ansia latirán.
Como la madre que al niño le canta
la canción de cuna que le dormirá,
al arrullo de una oración santa
en la tumba nuestras flores crecerán.
Marchemos unidos, marchemos dichosos
seguros, contentos de nuestro valor
y cuando luchando a morir lleguemos
antes que rendidos, muertos con honor.
Y alegres cantando el Himno glorioso
de aquellos que ostentan noble cicatriz,
terminemos siempre nuestro canto honroso
con un viva Velarde y un viva Daoiz.
Artilleros, Artilleros,
marchemos siempre unidos
siempre unidos
de la Patria, de la Patria,
de la Patria su nombre engrandecer,
engrandecer.
Y al oír, y al oír,
y al oír del cañón el estampido,
el estampido
nos haga su sonido enardecer.
Orgullosos al pensar en las hazañas
realizadas con honor por nuestra grey,
gritemos con el alma un viva España
y sienta el corazón un ¡viva el Rey!
¿Qué vivimos en la celebración de santa Bárbara?, vivimos compañerismo, vivimos hermandad, vivimos buen humor y vivimos un ambiente sano entre todos.
¡Viva España!
Salve María, esperanza del mundo.
Salve dulce, piadosa, llena de gracia.
Salve Virgen singular, designada por la zarza que ardía sin consumirse.
Salve Rosa bella, Vara de Jesé,
cuyo Fruto ha desatado los lazos de nuestro llanto.
Salve Tú que edificaste el Hijo de tu vientre contra los pactos de la muerte.
Salve Tú que no tienes igual y que reparaste el gozo del mundo en llanto.
Salve Lámpara de las vírgenes, por la cual refulgió la luz celestial sobre los que estaban bajo las tinieblas.
Salve Virgen de quien quiso nacer y ser amamantado el Rey de los cielos.
Salve Joya entre los astros del cielo.
Salve Sagrario del Espíritu Santo.
Oh cuán admirable y cuán laudable es tu virginidad,
en la cual, por el Espíritu Paráclito, refulge la fecundidad.
Oh cuán santa, cuán serena, cuán benigna, cuán amena eres considerada, Virgen,
por la cual concluye la esclavitud, se abre la Puerta del Cielo y se devuelve la libertad.
Oh Lirio de castidad, ruega a tu Hijo que es la salvación de los humildes.
Haz que nuestro vicio, en el triste juicio, no sucumba al suplicio
por tu oración santa, limpiándonos del pecado, él nos coloque en la Casa de la Luz
Y que todo hombre diga: Amén