martes, 5 de enero de 2016

Epifanía del Señor




"Vieron al Niño con María, su madre,
y postrándose le adoraron."
(Mt 2,11)




Un fragmento de esta homilía luminosa:


"Los hombres que entonces partieron hacia lo desconocido eran, en cualquier caso, hombres de corazón inquieto. Hombres movidos por la búsqueda inquieta de Dios y de la salvación del mundo. Hombres que esperaban, que no se conformaban con sus rentas seguras y quizás una alta posición social. Buscaban la realidad más grande. Tal vez eran hombres doctos que tenían un gran conocimiento de los astros y probablemente disponían también de una formación filosófica. Pero no solo querían saber muchas cosas. Querían saber sobre todo lo que es esencial. Querían saber cómo se puede llegar a ser persona humana. Y por esto querían saber si Dios existía, dónde está y cómo es. Si él se preocupa de nosotros y cómo podemos encontrarlo. No querían solamente saber. Querían reconocer la verdad sobre nosotros, y sobre Dios y el mundo. Su peregrinación exterior era expresión de su estar interiormente en camino, de la peregrinación interior de sus corazones. Eran hombres que buscaban a Dios y, en definitiva, estaban en camino hacia él. Eran buscadores de Dios (...)

La peregrinación interior de la fe hacia Dios se realiza sobre todo en la oración. San Agustín dijo una vez que la oración, en último término, no sería más que la actualización y la radicalización de nuestro deseo de Dios. En lugar de la palabra «deseo» podríamos poner también la palabra «inquietud» y decir que la oración quiere arrancarnos de nuestra falsa comodidad, del estar encerrados en las realidades materiales, visibles y transmitirnos la inquietud por Dios, haciéndonos precisamente así abiertos e inquietos unos hacia otros (...)

Ellos eran también y sobre todo hombres que tenían valor, el valor y la humildad de la fe. Se necesitaba tener valentía para recibir el signo de la estrella como una orden de partir, para salir –hacia lo desconocido, lo incierto, por los caminos llenos de multitud de peligros al acecho. Podemos imaginarnos las burlas que suscitó la decisión de estos hombres: la irrisión de los realistas que no podían sino burlarse de las fantasías de estos hombres. El que partía apoyándose en promesas tan inciertas, arriesgándolo todo, solo podía aparecer como alguien ridículo. Pero, para estos hombres tocados interiormente por Dios, el camino acorde con las indicaciones divinas era más importante que la opinión de la gente. La búsqueda de la verdad era para ellos más importante que las burlas del mundo, aparentemente inteligente (...).






Un vídeo para mí entrañable que siempre dejo este día. Gracias, Hoja.


¡Feliz noche y día de Reyes! 







2 comentarios :

  1. No pude venir antes, mucho lío en casa, pero me moría de ganas porque sé que este día de Reyes para ti es muy especial.
    También me acordé de tu padre antes de verte en mi blog. Recuerdo tu comentario en La Hoja, tu admirable aceptación por la marcha de tu padre y alguna cosa más.
    Y ahora al ver el video de la Epifanía, todo se remueve de nuevo y nada es igual.
    Menos mal que la chiquillería se adueña de la casa y del tiempo...
    Querida, Rosa, los Reyes ya han pasado y espero que te hayan dejado esos regalos que sé te mereces.
    No tengo ninguna gana de volver a la rutina...
    Dios, hecho Niño, me concede un año más para esta amistad que vino de lo alto, donde tenemos un amigo en común que es el menos común de los amigos.

    Besiños de parte suya y mía.

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    1. ¡Holaaaaa, Militos!!!

      Me lo imaginé, no te preocupes, ya sabía que tenías mucho lío.
      Sí, lo recuerdo muy bien. Todo lo vivido.
      Este vídeo fue un regalo maravilloso, siempre lo dejo.
      Me han dejado regalos, sí, valiosos (gracias y gracias...), espero que a ti también.
      Cuando termina el día de Reyes me da pena, me gusta muchísimo.
      Sí, Militos, ya lo creo que vino de lo alto.

      Tenemos un amigo en común que es el menos común de los amigos:¡precioso!, también lo siento igual.

      Muchas gracias, mi querida amiga.
      Besiños, a montones ...

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