Marta María Mróz
Un día estuve de niño, abrochados mis pies
con las sandalias frescas de verano,
en un jardín de tierra perfumada.
La luna nueva, apenas
una voz, me llamaba. Y doce luceritos
brillaron en tu pelo. Cuando llegó el otoño
y las hojas cayeron en el viento, sonaban
como a pasos muy tristes de muertos que se acercan
con grandes ramos blancos, olvidados de todo.
De pronto, los oí. De pronto, estaba fuera,
tras de la tapia enorme que encerraba el jardín
que yo tuve a la mano. Y la noche era espesa
y no vi más luceros. Y no sé dónde estoy.
Señora del jardín, sal a buscarme.
José Julio Cabanillas, de Esos tus ojos
Chopin: Nocturne in C-sharp minor
(Anastasia Razvalyaeva, harpa)
Pureza.
ResponderEliminarGracias, buhoevanescente.
EliminarCon este calor, seguro que aún puede olerse el aroma de la dama de noche.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo de corazón
Seguro :)
EliminarUn fuerte abrazo de corazón, Maite.