Anna Syperek
de la hoja del ficus o del loto,
de la estrella de mar y del zafiro.
Asomas en las formas caprichosas
de las estalagmitas,
en la sed de la arena del desierto,
la premura del árbol por crecer,
las olas que golpean en la piedra.
El ala de la mosca te contiene
irisando, como pompas de jabón,
la luz del mediodía.
Estás en los vencejos,
su imposible estructura en desafío
a no posar los pies sobre la tierra
y en cada cuerpo y vida que respira
con su trama de órganos y glándulas.
Te muestras en el cosmos
tan lleno de preguntas infinitas,
que es una sinfonía por sí mismo,
también en la molécula y el átomo;
la precisión y el orden que subyace
a todas las sustancias.
Me he cruzado contigo cada día
porque eres la razón de todo ello.
Inmaculada Pelegrín
Henry Purcell: Chacona para flautas "Dos en uno sobre el terreno" de Dioclesian, Londres 1690
Y me encuentro esta fascinante entrada. Un poema maravilloso, desconocía a esta poeta. Un gusto, Rosa. Besossssss
ResponderEliminar¡Me alegro de que te guste!
EliminarUn beso, querida Maite.
Hola, Rosa. Ya echaba de menos el pasarme por aquí, pero la vida no para mucho. Espero estés bien. He visto tus últimas entradas y como siempre, una delicia y delicadeza extraordinarias. Un abrazog grande. Cristo te cuide.
ResponderEliminar¡Hola, Caminar!
EliminarBien, espero que vosotras también.
Muchas gracias, siempre en mi recuerdo, querida amiga.
Un abrazo muy grande con todo cariño.
Cristo te cuide.