domingo, 14 de febrero de 2010

Manías culinarias de los filósofos





Patón y Aristóteles (detalle). Escuela de Atenas. Rafael de Sanzio




La relación entre la comida y el pensamiento ha sido objeto de ensayos, que nos aportan ideas curiosas sobre las manías culinarias de algunos filósofos.

 El racionalista Descartes ya apuntó:

 "Sin comer no se puede pensar, porque sólo piensas en comer..." ,
 o "El hombre es lo que come", nos dijo Feuerbach.

Veamos:

Rousseau comía lechugas y lácteos, lo que favorece el adormilamiento y también las consiguientes ensoñaciones, y era partidario de tomar los alimentos crudos, más próximos al estado natural del hombre. Fue vegetariano.

El primer filósofo vegetariano fue Pitágoras (siglo V a.C.), porque creía que en cada animal había un alma en espera de reencarnarse en persona.

El empirista Francis Bacon —gran bebedor de sopa a causa de su estómago delicado— murió de una coherente pulmonía después de haber pasado demasiado tiempo a la intemperie persiguiendo una gallina y, luego de matarla, rellenándola de nieve para comprobar in situ las virtudes de congelar la carne.
 


Fruto prohibido. Imagen Josea



Platón relegó la cocina al campo de las "pseudoartes", junto con la gimnasia, la cosmética y la retórica, ya que el cocinero "busca el placer y no la verdad". Su dieta anodina, a base de trigo y cebada, no ocupó gran espacio en su obra. Para Platón la comida sencilla se basaba en el buen pan y el buen vino. Estaba obsesionado por las olivas: ¡le chiflaban! En la Grecia del siglo V a.C. no tenían buena carne, pero sí buen pan, habas, pescado, crustáceos, vino y miel.

Heidegger gustaba de comer en las cabañas de cazadores.


"Los cocineros son seres divinos", dejó escrito Voltaire, cortesano ilustrado que frecuentaba banquetes donde se servían trufas, ámbar, vainilla, recetas con testículos de toro, champán, frutos exóticos... y excitó sus neuronas con el café, "bebida de moda de la Europa ilustrada". Durante años desayunó ostras con champán.

El ascético Soren Kierkegaard (s. XIX), al contario, casi no comía, un poco de sopa le bastaba, pero recomendaba disimularlo con profusiones de alegría.

Sartre para huir de la angustia del vacío, comía desordenadamente: charcutería, chocolate, pasteles, vino.
Diógenes (siglo III a.C.) decía que para morirte, te bastaba con cerrar la boca... Pero él murió de una indigestión de pulpo.

 

Juan Yanes. Homenaje a Sánchez Cotán



La Mettrie, en la Ilustración (siglo XVIII), tenía fama de comer muy bien: "Bebe, come, duerme, ronca, sueña y, si alguna vez piensas, que sea entre vino y vino", decía. Acudía a banquetes en los que se servían docenas de platos.

Murió de una indigestión de paté de faisán.



Bodegón. Pilar Pequeño


Kant postuló la síntesis entre racionalismo y empirismo como técnica filosófica y, a la vez, en lo gastronómico ¡también fue muy sintético y equilibrado!; en la primera parte de su vida bebió vino tinto; en la segunda, blanco. Sus dos platos favoritos eran uno de carne (rosbif) y otro de pescado (bacalao). Gran amante de la mostaza.




Bibliografía:

Muñoz Redón, Josep: Husmea en la cocina de los filósofos.

Jiménez García, Francisco: La cocina de los filósofos.

Rigotti, Francesca: Filosofía en la cocina: pequeña crítica de la razón culinaria.







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