Sabrina, de Billy Wilder.
Una obra maestra de la comedia romántica. Si soy honesta debo decir que todavía leo cuentos de hadas, son los que más me gustan, nos dice Audrey Hepburn.
Y como un cuento de hadas comienza la película:
" Érase una vez, en la ribera norte de Long Island, a unos cuarenta kilómetros de Nueva York, una niña que vivía en una enorme finca..."
Sabrina nos cuenta su vida junto a su padre, chófer de una acaudalada familia, los Larrabee. Contempla desde el jardín de la casa las fiestas que celebran, y sueña con una vida mejor. Está enamorada del hermano menor, David.
Para apartarla de sus fantasías románticas, su padre la envía a París a estudiar cocina en la famosa escuela
Cordon Blue.
Sabrina le escribe cartas desde un pequeño apartamento con un balcón situado al lado del Sacré Coeur.
"Querido padre: no sabes cuánto te quiero por haberme enviado aqui ...
Es una hora avanzada de la noche y al otro lado de la calle están tocando LA VIE EN ROSE!... es el modo que emplean aquí para decir ¡mira la vida como a través de un cristal... un cristal de color de rosa! y así es como yo la miro ahora...
He aprendido muchas cosas... a hacer crêpes... y una receta más importante: he aprendido a vivir, a no quedarme apartada contemplando como viven los demás ...
Por si no me reconoces cuando llegue, seré la mujer más "chic" que encontrarás en el andén..
Te quiere tu hija.
Sabrina"
Las escenas de cocina son muy divertidas. La cocina tiene una pared con una gran ventana circular con vistas a la Torre Eiffel; de pronto aparece un chef francés con gorro y bigote dando una lección sobre
cómo cascar huevos.
O la famosa escena del suflé
El chef va pasando revista a los soufflés que han cocinado los alumnos.
Bajo. Blando. Duro. Muy bajo. Demasiado alto. Bien. Comme çi, comme ça... Demasiado duro. Superbe! mi querido Barón... Cuando mira el soufflé de Sabrina, murmura despectivamente: está crudo...
-No sé qué ha ocurrido... responde Sabrina desolada.
-Yo le explicaré lo que le ha ocurrido. Sencillamente se olvidó de encender el horno -le explica el Barón (es compañero de Sabrina en el cursillo de cocina).
-Hace tiempo que vengo observándola, señorita. No presta atención a las clases; su imaginación vuela muy lejos. Está usted enamorada y me atrevería a decir más: es usted desgraciada en amores.
-¿Se nota? -contesta Sabrina.
-Pues claro está. Una mujer afortunada en amores quema el soufflé. Pero una mujer desgraciada en amores no se acuerda nunca de encender el horno... Lo adivino, ¿verdad? -responde el Barón.
De su breve infancia en Bélgica, sabemos que la actriz conservó algunos gustos gastronómicos y una adicción de por vida al chocolate: "Seamos realistas, un agradable pastel cremoso de chocolate puede hacer mucho por un montón de gente, lo hace por mí".
(…) la acompañaba dos veces al día Dinty Moore’s, un pequeño restaurante que había al otro lado del teatro, donde servían un buensteak tartare, una especialidad europea hecha con solomillo de buey de la mejor calidad, picado y mezclado con huevo batido, mostaza, salsa worcestershire, cebolla, alcaparras y especias (…). Tras el estreno de Gigi, Audrey volvió por allí con frecuencia, acompañada de sus amigos para tomar lo que más le gustaba: los huevos escalfados con picadillo de carne, regados con cerveza belga.
Audrey Hepburn, La biografía, de Daniel Spoto
Os dejo la famosa receta:
Suflé de queso de Sabrina
4 dl de leche
150 gr. de harina
60 gr. de queso rallado Gruyère o Emmenthal
30 gr. de mantequilla
4 huevos
Cocer la leche y enfriar. En otro cazo, calentar la mantequilla, remover y añadir la harina. Mezclar con la leche. Añadir la sal y la pimienta.
Calentar de nuevo, añadir las 4 yemas, el queso y 4 cucharadas de leche fría.
Batir las claras y mezclar con la masa. Rellenar los moldes y hornear a 180° durante 15 minutos.
Fotografiada por Richard Avedon. Funny face ("Una cara con ángel)
Sencilla, fina, elegante y solidaria:
Recordar, siempre se necesita una mano que ayude, ellas están en el extremo de tus brazos. Mientras nos vamos haciendo más viejos, ellas nos recuerdan que una mano es para que te ayuden y la otra para ayudar.
Audrey Hepburn, con mucho encanto:
Cualquier persona que no crea en los milagros, no es realista.