Antígona. Frederick Leighton
En la mitología griega, Antígona es hija de Edipo y Yocasta y es hermana de Ismene, Eteocles y Polinices. Acompañó a su padre Edipo (rey de Tebas) al exilio y, a su muerte, regresó a la ciudad.
En el mito, los dos hermanos varones de Antígona se encuentran constantemente combatiendo por el trono de Tebas, debido a una maldición que su padre había lanzado contra ellos. Se suponía que Eteocles y Polinices se iban a turnar el trono periódicamente, pero, en algún momento, Eteocles decide quedarse en el poder después de cumplido su período, por lo que se desencadena una guerra, pues, ofendido, Polinices busca ayuda en Argos, una ciudad rival, arma un ejército y regresa para reclamar lo que es suyo. La guerra concluye con la muerte de los dos hermanos en batalla, cada uno a manos del otro, como decía la profecía. Creonte, entonces, se convierte en rey de Tebas y dictamina que, por haber traicionado a su patria, Polinices no será enterrado dignamente y se dejará a las afueras de la ciudad al arbitrio de los cuervos y los perros.
Los honores fúnebres eran muy importantes para los griegos, pues el alma de un cuerpo que no era enterrado estaba condenada a vagar por la tierra eternamente. Por tal razón, Antígona decide enterrar a su hermano y realizar sobre su cuerpo los correspondientes ritos, rebelándose así contra Creonte, su tío y suegro (pues estaba comprometida con Hemón, hijo de aquel).
La desobediencia acarrea para Antígona su propia muerte: condenada a ser sepultada viva, evita el suplicio ahorcándose.
Antígona es coherente en palabra y acto, debe realizar las honras fúnebres de su hermano, solo tiene a su hermana Ismene y por eso ella debe honrar al muerto enfrentando el decreto de Creonte, y así explica sus motivos:
“Pues jamás, ni aunque fuera madre de hijos, ni aunque mi esposo muerto se estuviera pudriendo, hubiera tomado sobre mí fatiga semejante en contra de los ciudadanos. ¿Y en razón de qué digo esto? Muerto mi esposo, otro hubiera podido tener, y un hijo de otro varón si lo perdía. Pero estando madre y padre ocultos en el Hades, no hay hermano que pueda nacer jamás”.
Antígona. Sófocles
Theodor von der Beek (1838 - 1921), Ophelia
La desdichada Ofelia de la tragedia de William Shakespeare, Hamlet, prometida del atormentado príncipe de Dinamarca, Hamlet, se vuelve loca cuando éste, por confusión, mata a Polonio, su chambelán y padre de Ofelia. En su desvarío, Ofelia vagabundea junto a un lago, recogiendo flores, y muere ahogada en las fangosas aguas.
Es la reina, madre de Hamlet, quien narra su muerte a Laertes, hermano de Ofelia:
[…]
Gertrudis
Una desgracia va siempre pisando los talones de otra: tan cerca se suceden. Laertes, tu hermana acaba de ahogarse.
Laertes
¡Ahogada!... ¿en dónde?... ¡Cielos!
Gertrudis
Inclinado a orillas de un arroyo, elévase un sauce, que refleja su plateado follaje en las ondas cristalinas. Allí se dirigió adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas y esas largas flores purpúreas a las cuales nuestros silenciosos pastores dan un nombre grosero, pero que nuestras castas doncellas llaman dedos de difunto. Allí trepaba por el pendiente ramaje para colgar su corona silvestre, cuando una pérfida rama se desgajó, y, junto con sus agrestes trofeos, vino a caer en el gimiente arroyo. A su alrededor se extendieron sus ropas, y, como una náyade, la sostuvieron a flote durante breve rato; y mientras, cantaba estrofas de antiguas tonadas, como inconsciente de su propia desgracia, o como una criatura dotada por la Naturaleza para vivir en el propio elemento. Mas no podía eso prolongarse mucho, y los vestidos, cargados con el agua que absorbían, arrastraron pronto a la infeliz a una muerte cenagosa, en medio de sus dulces cantos
Laertes
¡Ay de mí! Luego ¿ha perecido ahogada?
Gertrudis
Ahogada, ahogada […]
Hamlet. Acto IV. Escena VII
Ofelia pasa de simbolizar la dulzura y la inocencia a la locura más profunda. ¿Es la muerte de Ofelia un accidente, como explica la reina, o un suicidio al que le conduce su locura? Parece ser una mezcla de ambas, pues Ofelia aprovecha el incidente para dejarse llevar, en lugar de salir del río permite ahogarse y morir.
Al comienzo del Acto V, dos sepultureros hablan sobre el posible suicidio de la joven mientras cavan la fosa en el cementerio de la Iglesia:
Sepulturero 1º
¿Y es la que ha de sepultarse en tierra sagrada, la que deliberadamente ha conspirado contra su propia salvación?
Sepulturero 2º
Te digo que sí: con que haz presto la fosa. El juez ha reconocido ya el cadáver y ha dispuesto que la entierre en sagrado.
Sepulturero 1º
Pero ¿cómo puede ser eso, a menos que ella se haya ahogado en defensa propia?
Sepulturero 2º
Pues así lo han juzgado
Sepulturero 1º
Debede haber sido se offendendo; no puede ser de otro modo. Porque aquí está la cuestión: si yo me ahogo intencionadamente, esto denota un acto, y todo acto consta de tres partes que son: hacer, obrar y ejecutar; érgolis ella se ahogó intencionadamente.
Sepulturero 2º
Pero oye tú, compadre zapador...
Sepulturero 1º
Permíteme. Aquí está el agua: bien: y aquí está el hombre; bien. Si el hombre va hacia esta agua y se ahoga, quieras que no el caso es que va, fíjate en eso. Pero si el agua viene hacia él y le ahoga, no se ahoga el mismo; érgolis aquel que no es culpable de su propia muerte, no acorta su propia vida.
Sepulturero 2º
Pero ¿es eso ley?
Sepulturero 1º
¡Vaya si lo es! Ley basada en el informe del juez.
Sepulturero 2º
¿Quieres que te diga la verdad? Si no fuese ella una dama distinguida, no le hubieran dado sepultura cristiana [...]
Hamlet. Acto V. Escena I
Tres momentos diferentes (de pie, sentada, yacente), que sugieren el hundimiento de Ofelia; tres instantes para un mismo motivo, la locura como cercanía de la muerte.
Literatura, Arte y Música (Tristán e Isolda, Richard Wagner) unidos...
Ofelia
I
En las aguas profundas que acunan las estrellas,
blanca y cándida, Ofelia flota como un gran lirio,
flota tan lentamente, recostada en sus velos...
cuando tocan a muerte en el bosque lejano.
Hace ya miles de años que la pálida Ofelia
pasa, fantasma blanco por el gran río negro;
más de mil años ya que su suave locura
murmura su tonada en el aire nocturno.
El viento, cual corola, sus senos acaricia
y despliega, acunado, su velamen azul;
los sauces temblorosos lloran contra sus hombros
y por su frente en sueños, la espadaña se pliega.
Los rizados nenúfares suspiran a su lado,
mientras ella despierta, en el dormido aliso,
un nido del que surge un mínimo temblor...
y un canto, en oros, cae del cielo misterioso [...]
Magnífica entrada, Rosa.
ResponderEliminarMe encanta como la mitología y la literatura inspiran la pintura.
¡Viva la sinergia de la artes!
Besos.
¡Viva!, ¡viva!
EliminarGracias, un beso.
Hace años, actué en grupo aficionado que representó Antigona. Unas frases que nunca he olvidado son: _ Nunca ni aún después de muerto puede ser amigo un enemigo. _ No fue un enemigo quién murió, si no un hermano.
ResponderEliminarMuy interesante la entrada. Me han encantado las pinturas...
Besos
Gracias, Luzerna, me alegro de que te guste. Son duras las frases...
EliminarUn beso.