"Pigmalión se dirigió a la estatua y, al tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que, deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del sol y se deja manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor, creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez, y se cercioró de que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas con los dedos".
Pigmalión y Galatea. Auguste Rodin
Galatea. Antonio Canova
La confianza que los demás tengan sobre nosotros puede darnos alas para alcanzar los objetivos más difíciles. Ésta es la base del
efecto Pigmalión.
Esta leyenda nos recuerda la búsqueda sin desmayo de un ideal, aparentemente imposible, pero que con determinación (y ayuda divina) puede llegar a alcanzarse.
El mito ha servido de inspiración a pintores y poetas ...
Si de una piedra fría enamorado,
pudo Pigmalïón mover el cielo,
si pudo a tanto ardor poner consuelo
falso espíritu en ella trasformado,
siendo retrato vos tan bien sacado
de la mayor beldad que hay en el suelo,
y siendo ante mi ardor el suyo un hielo,
¿por qué no me ha el Amor a mí engañado?
¡Ay de mí! ¿Para qué? ¿Qué es lo que pido?
¿Si espíritu tuviese la pintura,
podría mejorarse mi partido?
No, porque en caso tal, ¿quién me asegura,
si os hubiese en las mañas parecido
tanto como os parece en la hermosura?
Gutierre de Cetina
Pygmalion. Sir Edward Burne-Jones
Pigmalión y Galatea. Jean León Gèrome, 1890
Pygmalion y Galatea. Louis Jean François Lagrenée
Pigmalión
Soplé en tus ojos. Luego dije: «Toca
la luz, mira la vida, cara a cara».
Alma mía, obra mía, con mi vara
hice manar el agua de tu roca.
Sé libre, alma fluvial. Ve: desemboca
en el mar vasto, canta y sueña. Para
en un remanso, una mañana clara,
donde el amor venga a besar tu boca.
Pero tú te has negado a tu destino.
Cantando huías –eras libre–, el vino
se derramaba de los odres llenos.
Y tú bebiste hasta saciarte. Ahora
no precisas de mí, mi creadora.
Eso era todo. Nada más ni menos.
José Hierro
Y a músicos:
Coppélia (Léo Delibes), ballet en tres actos.
El vals de Coppélia en la Ópera de París (Acto I)
Otro momento del ballet Coppélia, el Vals de las horas (Acto III), con el Ballet Bolshoi.
La acción se desarrolla en un pueblo fronterizo donde hay influencias de varias etnias y de su folklore: húngaros, polacos, ucranianos y gitanos, en un espectáculo lleno de color...
En la aldea viven, entre otros, la traviesa Swanilda, su novio Franz y el juguetero Coppelius. Este último habita en una misteriosa casa donde guarda sus creaciones, desconocidas para el resto: muñecas de tamaño humano ...