Ana Domínguez
"Poesía, no soy digno de que entres en mi página,
pero una metáfora tuya bastará para sanarme".
Amamos las cosas redondas pensando
que han de ser eternas y amables y perfectas:
el pomelo bajo el rotundo sol de agosto,
la pulsera que orbita alrededor del pulso,
la moneda con dos caras y ninguna cruz,
el balón de playa en cuyo interior aún se respira
un paciente aire de mil novecientos ochenta y dos.
Hay días redondos en los que todo cuadra
y la vida parece marchar sobre ruedas:
alguien, lija en mano, se encargó
de sustraerle al mundo todas las esquinas,
todas las aristas, todos los bordes.
Pero basta que atravieses por un declive
o que todo se vuelva cuesta arriba de repente,
para comprobar que son las cosas redondas
las primeras en abandonar y en echar a correr:
el pomelo, la pulsera, la moneda y el balón.
Me niego en redondo a aceptar tales desplantes.
Ante las formas esféricas opongo las cosas informes.
Elijo las imperfectas, las imprecisas, las irregulares.
Aquellas llenas de taras, de abolladuras o de dobleces.
Hermosas y singulares, sin plegarse a ningún centro,
solo ellas permanecen y nos acompañan siempre.
Jesús Jiménez Domínguez
Un poema redondo a pesar de todo, y la foto es fantástica.
ResponderEliminarBesos, Rosa.
Sí, redondo, te dejo otro relacionado:
Eliminar¿Cómo amar lo imperfecto,
si escuchamos a través de las cosas
cómo nos llama lo perfecto?
¿Cómo alcanzar a seguir
en la caída o el fracaso de las cosas
la huella de lo que no cae ni fracasa?
Quizá debamos aprender que lo imperfecto
es otra forma de la perfección:
la forma que la perfección asume
para poder ser amada.
Roberto Juarroz
¡Un beso!
Depende de lo que se entienda por redondo.
ResponderEliminarLo perfecto y lo perfecto no es humano.
EliminarUn beso fuerte, Tracy.