Hace unas semanas, cuando a raíz de las declaraciones de algunos políticos la cuestión del aborto regresaba a las páginas de los periódicos, la ministra de Sanidad, María Luisa Carcedo zanjaba el asunto con unas declaraciones para enmarcar: “Cuestionar el aborto no es volver al 85 sino a la Edad Media”. Lo que daba la oportunidad a Enrique García-Máiquez, siempre rápido al quite, de recordar aquel aforismo de Nicolás Gómez Dávila sobre la “Edad Media” como catalizador para detectar a los bobos.
Y es que, como acertadamente señala Alejandro Navas en su reciente y valiosísimo libro, Hablemos del aborto, quienes defienden la licitud de matar a los niños antes de que nazcan se van quedando sin argumentos a la luz de los últimos avances en genética y embriología y no les queda más que refugiarse en un voluntarismo irracional que funciona a base de eslóganes, gritos y amenazas, que eleva el aborto a la categoría de lo “sagrado intocable” pero donde ya no cabe la reflexión serena y rigurosa.
Pero precisamente ese tipo de reflexión es lo que aporta el libro de Alejandro Navas desde el convencimiento de que no podemos guardar silencio sobre un tema tabú pero que tiene enormes consecuencias. Cita Navas, por ejemplo, cómo los más sutiles análisis demográficos mantienen un increíble silencio sobre el aborto. Revisando un reciente estudio sobre el sombrío futuro demográfico de nuestro país que enumera cinco causas se sorprende de que entre ellas no se encuentre el aborto: “Más de dos millones de abortos en los últimos treinta años dejan huella demográfica. ¿Cómo se pasa por alto un fenómeno de tal magnitud”.
Fenómeno sin el que no puede entenderse el malestar de fondo que recorre la cultura occidental y que lleva a Alejandro Navas a proponer una audaz hipótesis que, no obstante, va cobrando sentido a medida que avanzamos en la lectura de esta obra: “la raíz profunda de la desmoralización que sufrimos está en el desprecio a la vida humana, manifestado en prácticas como el aborto o la eutanasia. La aceptación social y legal del aborto primero y de la eutanasia después constituye el big bang que ha generado un nuevo tipo de cultura. Si una sociedad juzga tolerable, más aún, da por bueno que podemos eliminar el embrión en el seno materno o acabar con el ya nacido cuya vida no reúne la calidad deseable, las demás infracciones acabarán pareciéndonos minucias, desviaciones sin importancia… Si se puede matar, ¿por qué no se va a poder insultar, agredir, violar, engañar, manipular?”.
Estamos ante el libro de un filósofo y sociólogo que no se deja contagiar nunca por el clima de griterío y aspavientos que suele rodear el debate sobre el aborto
Así, la raíz de los males que sacuden nuestras sociedades permanece oculta, es el tabú de nuestro tiempo, algo sobre lo que no queremos pensar (no sea que lleguemos a conclusiones incómodas) y que incluso preferimos ni nombrar, como si el negarle la palabra anulase su existencia, un poco como aquellos niños que, tapándose los ojos creen que hacen desaparecer aquello que les amenaza.
‘Hablemos del aborto’ parte del enfoque contrario: hay que hablar, hay que analizar, hay que reflexionar, hay que argumentar. Aun sabiendo que la inmensa mayoría de los defensores del aborto no quieren escuchar (y en esto Navas es muy realista), pero también sabiendo que es crucial romper esa barrera de silencio impuesta por la corrección política. Y lo hace con un tono pausado y cuidado, poco dado al histrionismo y muy rico en profusión de datos, no en vano estamos ante el libro de un filósofo y sociólogo que no se deja contagiar nunca por el clima de griterío y aspavientos que suele rodear el debate sobre el aborto.
El libro va pasando revista a las múltiples caras del fenómeno abortista, mostrando cómo éste no es algo anecdótico sino que su impronta se va dejando notar de múltiples maneras. Así, el autor se detiene en aspectos jurídicos, como por ejemplo la capitulación del Estado de Derecho, que con el aborto ya no puede pretender consistir en el sometimiento del más fuerte al imperio de la ley: “los débiles vuelven a quedar a merced de los fuertes en este retorno imprevisto a la ley de la selva”. También señala la evolución de la legislación abortista, citando a Mons. Chaput: “Ninguna persona, ninguna sociedad y ninguna nación pueden servir a dos señores. El mal no soporta a sus críticos. El mal no desea ser tolerado; tiene que ser reivindicado como derecho”.
Se detiene Navas en la incoherencia de reconocer los derechos de los discapacitados en el papel al mismo tiempo que se los detecta y elimina masivamente antes de nacer, o en la creciente protección a animales y plantas al mismo tiempo que se desprotege al niño en el seno materno (recuerda el autor que Clemente de Alejandría fustigaba ya en el siglo II a una sociedad en la que “hacen expósitos a los niños concebidos en casa y acogen a pajaritos, no admiten a un niño huérfano y crían papagayos”, nihil novum sub sole).
Sigue Alejandro Navas su esclarecedora revisión señalando el peligro de pasar a priorizar la santidad de la vida a la calidad de esa vida; se detiene luego a analizar el enorme negocio del aborto, tremendamente opaco y sobre el que los partidarios del aborto han impuesto un “apagón informativo”. Aborda también la manipulación del lenguaje, los mecanismos psicológicos por los que nos podemos llegar a acostumbrar a convivir con el asesinato masivo de seres humanos (y lo hace, no sólo desde el plano teórico, sino trayendo varios casos concretos de personas concretas y sus diferentes reacciones). Explica el fanatismo abortista de una izquierda escasa de argumentos, pero tampoco ahorra críticas a la miopía e incoherencia de una derecha complaciente y cobarde capaz de sacrificar la vida de miles de niños en aras a su bienestar económico (la aplicación fraudulenta de la ley del aborto del 85 ha sido ampliamente tolerada por los respectivos gobiernos del centroderecha español). Y no se deja el autor en el tintero ni el síndrome postaborto, ni el papel de las organizaciones supranacionales como naciones Unidas en la imposición del aborto a los países necesitados de ayudas, en lo que supone un neoimperialismo de la muerte.
No quiero alargarme mucho más, pero les animo a que echen un vistazo al índice para que comprueben la riqueza e importancia de este libro. Y una última recomendación: los capítulos dedicados a las distintas concepciones de la libertad son iluminadores y ayudan mucho a comprender los problemas de fondo de nuestra civilización.
Estamos ante un libro importante, muy documentado y que aborda el fenómeno del aborto en toda su amplitud y consecuencias, por lo que no dudamos en afirmar que debería de ser una especie de manual en las manos de todos aquellos que nos preocupamos por el futuro de nuestro mundo. Si es preciso romper el artificial silencio que se ha decretado sobre el aborto, el libro del profesor Navas es un tesoro que nos abre la puerta a múltiples y apasionantes debates que urge iniciar.
Jorge Soley
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