"En este mundo donde se habla tanto, la poesía solo puede tener como fin el silencio”
(...) De vez en cuando
un estampido corto
como si fuera
la caída de una fruta en la hierba,
¡Cómo pasa el tiempo!...
Han madurado ya
y empiezan a caerse los ángeles.
Hasta en el cielo es otoño.
¡Qué difícil es acariciar las plumas de un ángel!
Por muy cerca que esté, rehúye el roce;
Por miedo a que lo atrapes,
Da vueltas, regresa – su aleteo inaudible,
Es el único sonido que puede producir.
Ellos, los ángeles, no saben hablar,
No son adecuadas las palabras
Para su expresión,
Su mensaje mudo es la presencia.
Suelen acercarse
Para envolverte con su aura,
Pero enseguida se alejan, atemorizados por la intimidad,
Protectores, pero no familiares,
Dejan siempre una distancia por la que
Mis palabras se arrastran para alcanzarlos,
Sin saber si no son demasiado débiles para llegar a su oído.
¡El hándicap de la fe!:
No saber si te están escuchando, ni si escuchas.
De todos los sentidos sólo queda el sueño táctil