El buen samaritano. Vincent van Gogh
La devoción no basta.
Tú no te andas con rodeos, Señor.
Tú fustigas todo formulismo hipócrita,
el mío y el de mis vecinos,
el del sacerdote o el levita de turno,
el de todos los santurrones
y rezadores impenitentes
que no paran de recitar padrenuestros.
A todos nos interpelas enérgicamente
y nos invitas a no confundir
la práctica de una religión
con las exigencias de la conversión verdadera.
Nos recuerdas que no basta
con creer con la cabeza,
sino que es preciso creer también
con el corazón y con las manos.
Líbranos, Señor, de la frecuente tentación
del formalismo religioso.
Haz que tu Iglesia se abra
a todos los hombres de la tierra
rechazados y abandonados
en los márgenes de nuestra historia.
Ayúdanos a todos,
practicantes o no,
a hacernos prójimos
de todo ser humano
herido en su cuerpo o en su corazón
al que encontremos tirado
al borde del camino.
Ayúdanos a todos
a ser "buenos" samaritanos,
para que el Reino del amor
germine en nuestra tierra,
y ya no haya en ella
judíos, griegos, ni paganos,
sino hijos de un mismo Padre.
En el corazón mismo de la Buena Noticia cristiana: La parábola del Buen Samaritano (Lc. 10, 25-37).
A la pregunta sobre la identidad de nuestro prójimo, Jesús responde con una singular historia: el relato de un hombre que es asaltado por el camino, y que recibe socorro no de parte de la gente oficialmente religiosa, como cabría esperar, sino de un simple individuo, que, encima, es un samaritano, es decir alguien que no comulga con la fe común de los judíos.
El Buen Samaritano sigue sacudiendo la conciencia de los hombres y mujeres de hoy.
Angelita...
ResponderEliminar:)
EliminarUn beso, Toroangelito.
Una de las parábolas que más me gustan.
ResponderEliminarBesosss, querida Rosa
Sí.
Eliminar:)
Un beso, querida Maite.
Hacen falta buenos samaritanos. Quedan, y son ejemplo.
ResponderEliminarBesos, querida amiga.
Así es, Verónica.
EliminarUn beso y ¡gracias!, querida amiga.