Colegio de la Asunción, León (España)
"La educación de la Asunción pretende sobre todo dar convicciones, profundizar las raíces que tarde o temprano ofrecerán sus frutos".
Santa María Eugenia de Jesús
El Colegio de la Asunción cumple setenta años en la capital leonesa. Así se ha celebrado en noviembre de 2012.
Corría el mes de agosto del año 1942, cuando las religiosas de la Asunción llegaban a León. Todo comenzó en el número cinco de la calle Serranos. Ocho religiosas de la Asunción se afanaban en dar forma a un proyecto educativo y católico en León, en una España arrasada tras la Guerra Civil. Fundaron entonces el Colegio Nuestra Señora del Camino, en un gesto de veneración a la Virgen leonesa por antonomasia, pero que, con el tiempo, cambiaría de nombre.
Comenzaron con ochenta alumnas, pero la demanda fue cada vez mayor, y en poco más de un año, las asuncionistas comenzaron a buscar unos terrenos en los que ampliar su labor educativa, entonces desbordada por la demanda.
Fue ahí como lo que hoy se conoce como la Asunción, se trasladó a la ubicación actual, en el límite entre la ciudad de León y la localidad de Navatejera. Corría el año 1949.
En aquellos años a la Asunción acudían a estudiar sólo niñas. Ahora, las instalaciones de este centro, de unos 30.000 metros cuadrados, acogen a más de setecientos niños y jóvenes que cursan desde Infantil, hasta Segundo de Bachillerato, además de una Residencia Universitaria en la que viven setenta chicas.
Hasta aquí, la resumida historia del Colegio. Ahora, mi recuerdo de los años muy felices vividos en él ...
Con esta capa salíamos al recreo (el llamado capoulé). Mi madre nos preparaba unos bocadillos inmensos, enormes, eran famosos ... ¿me das un mordisco?, me decían (al bocadillo, ¡claro!).
Muchos y muy buenos recuerdos del Colegio, tanto de mis hermanas como míos, desde niñas hasta comenzar el curso de COU, que realízamos en otro centro, puesto que allí no se cursaba.
Vivimos momentos inolvidables. Un lugar entrañable, en todos los aspectos.
Las sesiones con Bambo (una serie cuyo protagonista era un niño de raza negra, que nos concienciaba de la existencia del Tercer Mundo; cada poco tiempo, veíamos a BAMBO en la sala de proyecciones); las suculentas tortitas de la Asunción, preparadas por las madres en las fiestas del Colegio, bañadas con mermelada de melocotón, riquísimas (tengo que buscar la receta); las canciones y guitarras en la capilla y el recuerdo de una Misa vivida. En la capilla recibimos la Primera Comunión y la Confirmación, inolvidables; el baile que nos dejaban organizar con el Colegio de enfrente, los jesuitas; sólo nos dejaban invitar a los jesuitas, porque ya los conocían; los bailes en el salón de actos; a veces, llegábamos tarde al autocar, se nos iba el tiempo bailando; las funciones de teatro, la Navidad con el concurso de villancicos, la clase de piano en el cuarto pequeño, diminuto.
Las escapadas para espiar el Colegio, por todos los rincones, es enorme, muy atentas por si nos pillaban, unas vigilaban y otras de expedición, y a la inversa. Subíamos sigilosas por las enormes escaleras, era como un laberinto. Nunca nos pillaron, aunque pienso que, más bien, nos dejaban y vigilaban; los baños en la piscina del Colegio, que era, en realidad, un pilón grande, pero lo pasábamos de maravilla; la visita de la Superiora General, la madre Josefina, muy alta y dulce.
La lectura en clase del Libro de la Fundadora de las asuncionistas, Y luchó por un Reino, se titulaba, pequeña biografía de la venerable María Eugenia de Jesús, fundadora de las religiosas de la Asunción (1817-1898):
"(...) Y en el fondo, una gran fuente de piedra gris, oscura.
En medio de la fuente, un surtidor que canta. Por él sale a borbotones un agua plateada, ligera, fresca.
Cuando el bueno del jardinero riega, la fuente se vacía. Entonces, el agua del surtidor cae pesada y ronca sobre la piedra oscura. Mas, poco a poco, a medida que la fuente se llena, la voz del agua vuelve a sonar tranquila y dulce (...)"
Recuerdo de algunos fragmentos de la descripción de los jardines del castillo de Preisch, en donde jugaban dos niños, Ana Eugenia, futura María Eugenia de Jesús, y su hermano Luis, los dos hijos menores de los señores de Milleret, barones de Brou, dueños del castillo de Preisch.
En el Prólogo del Libro, se lee:
"No es un cuento. Es una historia más bonita que un cuento porque es verdad.
En los cuentos hay hadas y enanitos; ogros y niños. Madrastras, que son malas, y príncipes encantadores.
En esta historia hay una niña ... como tú. Una joven ... como tú.
Que juega, ríe, canta ... como tú.
Que llora, sufre ... como tú.
A quien Dios quiere con amor de predilección. La coge de su mano divina, la guía, no la suelta. La quiere totalmente suya ... Para que, con Él, junto a Él lleve de la mano a otras niñas, a otras chicas, como tú.
Lee despacito, lee bien.
Y, como ella, en tus penas, en tus alegrías, arrodíllate delante de la Virgen de tu cuarto. Pídele que te ayude.
Y, un día, cuando Dios quiera, subirás al Cielo ... como MARÍA EUGENIA de JESÚS (sic)".
Santa María Eugenia de Jesús
"No cortemos las alas, orientemos el vuelo".
Un homenaje muy especial para todas ellas, a las que tanto quería y quiero: la madre Germana me enseñó a leer; lo recuerdo como si fuera hoy, sentada y mirándola atentamente; encantadora y muy guapa; sus ojos eran negros, grandes, amorosos. Parece que los estoy viendo ahora mismo. Era el curso de "bebés mayores", así se denominaba; me saltaron "bebés pequeños", porque me llevaron al Colegio más tarde, era opcional; a mi madre le parecía demasiado pronto. Es el primer recuerdo consciente que guardo de la niñez, muy dulce. Gesticulaba para enseñarme las vocales: ooooooo, y su voz era suave, amorosa. Hermosa la madre Germana.
En casa, parece ser que me encontraba muy feliz, jugaba mucho, con todo, eso dice mi madre. Era una niña tranquila y mi entrada en el Colegio no fue para nada traumática, nunca lloré, iba contenta. Unas monjas encantadoras, siempre pendientes de todo.
Madre Gloria y madre Clara, profesoras de Matemáticas en la sección de Infantil; la resta se me "atravesó", no me gustaba restar; la madre Gloria me llamaba Rosuca, ¡cuánto la recuerdo!
La madre Ignacia era mayor, la consideraba una sabia, nunca nos reñía y la obedecíamos sin rechistar. La madre Pilar y la madre Elena, profesoras de Filosofía, mi adorada asignatura; disfrutaba en clase, me encantaba; el argumento ontológico de san Anselmo sobre la existencia de Dios: "Mi mente concibe un ser mayor que el cual, no cabe pensarse otro...", me dejó entusiasmada; recuerdo muy bien cuando lo descubrí en el libro de texto, me pareció lo máximo. ¡Qué clase más bonita!
La madre Cristina, Lengua y Literatura, un texto, otro texto, un placer.
La madre Abela, profesora de Física; siempre nos repetía al comenzar la clase: ¡regardez, écoutez, parlez!, con voz potente; era biznieta del almirante Cervera, nos contaba historias de su bisabuelo y escuchábamos embelesadas.
La madre Asunción, profesora de Griego, muy dulce y estricta, de mirada azul y transparente. Me encantaba esta asignatura, tan fundamental y tan denostada hoy en día..
La madre Emérita, portera del Colegio, la bondad personificada, de sonrisa permanente; pequeña de estatura y grande de alma.
Mi abuela Rosa nos recogía en el Colegio, porque, en aquella época, la sección de Infantil se encontraba en el "Colegio de abajo", como lo llamábamos, y mis abuelos vivían al lado, en la calle Ramón y Cajal; más adelante, nos trasladábamos al "Colegio de arriba", el actual, al que subíamos y bajábamos en el autocar. Recuerdo que siempre me recibía con una sonrisa. Era un sol mi abuela.
La Madre encargada nos iba nombrando una a una a medida que llegaban a recogernos.
Buenas, inteligentes, cultas, comprometidas con el mundo, abiertas, dulces, elegantes en sus modales, eran finas, cariñosas y firmes, sencillas, muy caritativas, con un sentido muy claro de la docencia; una verdadera enseñanza personalizada. Eran buenas, es la sensación más nítida que guardo de ellas.
Así eran las religiosas de la Asunción que yo conocí, a las que agradezco infinitamente su labor.
Mis padres siempre colaboraron estrechamente con el Colegio.
Y a mis queridos profesores seglares: Madame, querida Madame. Se llamaba Amparo, pero siempre atendía por Madame, profesora de Francés; llevaba un pañuelo morado perfectamente anudado al cuello. Tomaba una taza de café con leche en clase, que bebía lentamente a sorbitos; nos gustaba mirarla. Era muy buena, con acento perfecto de francesa nativa, muy estricta con la pronunciación; si fallábamos, nos llamaba "patos mareados". Cuando la pronunciación era correcta, exclamaba: "¡muy bien, sois sabias!".
Dña. Elena Cañal, mi querida profesora de Latín e Historia del Arte, gran docente, me encantaban sus clases; muy estricta y exigente, nos conocía y sabía perfectamente lo que cada una necesitaba. Me enseñó a amar estas asignaturas. Desde el comienzo, tuve clara mi pasión y vocación por las letras. Disfrutaba.
Dña. Rosa Salán, profesora de Física y Química, muy cálida, recién licenciada; me quería mucho, aunque la Física me parecía aburrida, "...un tren sale a velocidad ..." o "el principio de los vasos comunicantes", amperios, julios ... pero la estudiaba, no había otro remedio. Sin embargo, la Química me encantaba. Un amor de persona.
Don Vicente, profesor de Matemáticas, serio y ordenado; me interesaba la asignatura. Algunas veces, nos encontramos por la calle y se nota el cariño mutuo que nos tenemos; es como de la familia.
Doña Laura, querida profesora de Literatura: "señoritas, poned atención a este poema", nos decía levantando su dedo meñique; muy minuciosa a la hora de examinar y analizar los textos. Un lujo.
Don Antonio, profesor de Dibujo, lo recuerdo con sus gafas pequeñitas, se enfadaba si nos reíamos con alguna broma. Me encantaba dibujar a carboncillo.
Doña Esperanza, profesora de Historia y Geografía, muy graciosa y buenísima persona; eran famosos los cuadernos con múltiples mapas, que dibujábamos y coloreábamos.
Sus hijas son amigas íntimas nuestras, como hermanas.
Don Ángel, profesor de Religión, paciente con todas. Y don Ignacio, el confesor, simpático y alegre. Cada poco, nos visitaba.
Y Maripi y Merche, profesoras de Educación Física, siempre las nombrábamos así, nos partíamos de risa cuando nos contaban sus anécdotas. La 'voltereta lateral' me daba miedo, no era mi fuerte; al final, conseguí superarlo.
Y no puede faltar Satur, el conductor del autocar del Colegio; un amor de hombre, con una paciencia infinita. Si alguna vez llegábamos tarde, siempre nos esperaba ... ¡Satur!!! ¡Satur!!!, le llamábamos. Él se reía, no se enfadaba.
¡Qué buenos recuerdos! Ahora, se hacen cada vez más nítidos y entrañables. Un gran Colegio y una etapa muy feliz en nuestra vida, tanto para mis dos hermanas como para mí.
La gruta de la Virgen en el Colegio. Durante el mes de mayo le llevábamos flores y cantábamos; era como una excursión, pues se encontraba alejada del edificio principal.
El himno del Colegio, es emocionante cantarlo y escucharlo, lo siento muy dentro. El uniforme ha cambiado. En nuestra época, la falda era de color azul marino.
Para amar y servir,
Asunción, toma el vuelo.
Tu misión es subir,
tu destino es el Cielo.
Sube llena de amor,
sencilla, abierta y pura,
por caminos de amor,
conquista más altura.
Sube llena de amor,
ganando corazones,
sube sin que en tu voz,
se apaguen las canciones.
Sube cara a la cruz,
con júbilo sincero,
y en tu estela de luz,
arrastra al mundo entero.
Sube a tu Creador,
con Cristo y con María,
siempre fiel al amor,
que te ilumina y guía.
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Insignia y escudo del Colegio.
La famosa "recompensa" cuando las notas eran buenas |
Y éste es el himno "no oficial", el que cantábamos nosotras, las alumnas:
En la carretera de Nava, enfrente de los jesuitas,
hay un Colegio de monjas, ¡aúpa!,
que son las asuncionistas.
Dicen que el Colegio es feo,
porque no tiene balcones,
pero tiene unas alumnas, ¡aúpa!,
que roban los corazones.
Vida de santa María Eugenia de Jesús, fundadora de las religiosas de la Asunción.
Fue canonizada por el papa Benedicto XVI, en la Basílica de San Pedro de Roma, el 3 de junio de 2007.
Vídeo de uno de los momentos de la ceremonia de canonización de santa María Eugenia de Jesús, en la Ciudad del Vaticano, con un tema basado en una frase suya:
"La tierra es un lugar de gloria para Dios".
Esta entrada se la dedico, con todo mi cariño, a mi querido Colegio, en sus setenta años de vida en León.
Y a mis compañeras de clase, algunas de ellas, amigas hoy en día; toda la vida juntas.
Gracias, por toda vuestra dedicación.
Una labor encomiable. Una gran familia.
Fui profesora de Historia e Historia del Arte en el Colegio. Mi primera experiencia como docente, recién licenciada.
Saludos a todas las asuncionistas.
¡Viva el Colegio de la Asunción!
El Colegio en la actualidad ...
Para mis padres, a quienes las monjas del Colegio querían mucho.
Mi padre les hacía reír y colaboró muy estrechamente con ellas.
Gracias, papá y mamá, por la elección de este Colegio. Y gracias a Dios, por unos padres como vosotros.
La obra de la Asunción sigue presente hoy en día en treinta y tres países, educando a niños y jóvenes.