Sor Isabel Guerra
¿Dónde está Dios? Se ve, o no se ve.
Si te tienen que decir donde está Dios, Dios se marcha.
De nada vale que te diga que vive en tu garganta.
Que Dios está en las flores y en los granos, en los pájaros y en las llagas,
en lo feo, en lo triste, en el aire, en el agua;
Dios está en el mar y a veces en el templo,
Dios está en el dolor que queda y en el viejo que pasa
en la madre que pare y en la garrapata,
en la mujer pública y en la torre de la mezquita blanca.
Dios está en la mina y en la plaza,
es verdad que está en todas partes, pero hay que verle,
sin preguntar que dónde está como si fuera mineral o planta.
Quédate en silencio,
mírate la cara.
el misterio de que veas y sientas,
¿no basta?
Pasa un niño cantando,
tú le amas,
ahí está Dios.
Le tienes en la lengua cuando cantas
en la voz cuando blasfemas,
y cuando preguntas que dónde está,
esa curiosidad es Dios, que camina por tu sangre amarga,
en los ojos le tienes cuando ríes,
en las venas cuando amas,
ahí está Dios, en ti,
pero tienes que verle tú,
de nada vale quién te le señale,
quién te diga que está en la ermita, de nada,
has de sentirle tú,
trepando, arañando, limpiando,
las paredes de tu casa:
de nada vale que te diga que está en las manos de todo el que trabaja,
que se va de las manos del guerrero,
aunque éste comulgue, practique cualquier religión, dogma o rama;
huye de las manos del que reza y no ama,
del que va a misa y no enciende a los pobres velas de esperanza;
suele estar en el suburbio a altas horas de la madrugada,
en el hospital, y en la casa enrejada.
Dios está en eso tan sin nombre
que te sucede cuando algo te encanta,
pero de nada vale que te diga que Dios está en cada ser que pasa.
Si te angustia ese hombre que compra alpargatas,
si te inquieta la vida del que sube y no baja,
si te olvidas de ti y de aquéllos, y te empeñas en nada,
si sin por qué una angustia se te enquista en la entraña,
si amaneces un día silbando a la mañana
y sonríes a todos y a todos das las gracias,
Dios está en ti, debajo mismo de tu corbata.
Gloria Fuertes
A la aurora he de despertar. Sor Isabel Guerra |
Isabel Guerra nació en Madrid en 1947 y vive en Zaragoza desde los 23 años. Es una monja cisterciense del Monasterio de Santa Lucía en Zaragoza, habiendo sido nombrada miembro de dos Reales Academias de Bellas Artes: Académica de Honor de la Real Academia de Bellas Artes de San Luis y Académica Correspondiente de la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas de Toledo. Comenzó a pintar a los 12 años emborronando cuartillas hasta que la regalaron una caja de óleos, y a partir de ese momento comenzó su carrera como pintora.
Esta monja, que según explica, fue pintora antes que monja, se ha convertido en un referente de la pintura española. Los juegos de luces y el realismo llevado hasta el extremo, son los dos aspectos más característicos de sus pinturas, que invitan a la meditación, al silencio y a la búsqueda de la luz interior.
"Vengo a dar testimonio de lo que soy", dice esta religiosa que lleva la pintura en las venas.
Isabel Guerra elige jóvenes, porque ellas son capaces de transmitir su «mensaje de paz y de esperanza». La imagen de la juventud está marcada por «la limpieza y, sobre todo, por la esperanza en el futuro».
Esta monja, que según explica, fue pintora antes que monja, se ha convertido en un referente de la pintura española. Los juegos de luces y el realismo llevado hasta el extremo, son los dos aspectos más característicos de sus pinturas, que invitan a la meditación, al silencio y a la búsqueda de la luz interior.
"Vengo a dar testimonio de lo que soy", dice esta religiosa que lleva la pintura en las venas.
Isabel Guerra elige jóvenes, porque ellas son capaces de transmitir su «mensaje de paz y de esperanza». La imagen de la juventud está marcada por «la limpieza y, sobre todo, por la esperanza en el futuro».
En cuanto a la luz que caracteriza la pintura de esta religiosa, «nos ayuda a descubrir nuestras propias luces interiores, que a veces no vemos».
Sus cuadros rebosan de paz y la serenidad. Y es eso también lo que busca esta artista, dar un minuto de sosiego al que contempla su obra. «El tiempo redunda en que tengamos paz, y es imprescindible para encontrarse con uno mismo y con Ese que habita en su interior», dice sor Isabel Guerra. Es La fuerza del Silencio.
Unos cuadros magníficos, ¿de verdad que los hizo una monja?
ResponderEliminarDe verdad de la buena; es una monja cisterciense del Monasterio de Santa Lucía en Zaragoza. Es verdad es una pintora genial.
EliminarMe alegro de que te guste.
Un beso fuerte.
¡Me encanta Isabel Guerra!
ResponderEliminarSe puede sentir en su obra un silencio que es pacífico y sereno.
Yo creo que ella comparte generosamente, su arte que es un regalo de Dios.
Un abrazo, querida amiga
Es verdad, Clarissa, su arte es un regalo de Dios. Ella misma escribe: "Tengo un reto apasionante: abrir ventanas al sosiego, al encuentro con lo esencial del propio yo, ahogado en prisas y bullicios. Mostrar senderos por los que la paz pueda venir hasta nosotros. Invitación a prestar atención a la llamada de quien está a nuestra puerta esperando para compartir con nosotros el pan del Amor entregado, que enseña la alegría del desposeimiento solidario"
EliminarMe alegro mucho de que te guste.
Un beso fuerte.
Es admirable la obra de esta religiosa. Interpela, no deja indiferente.
ResponderEliminar¡Gracias por traerla!
Interpela.
EliminarGracias a ti. Un beso grande.