Era una niña. Poema de sor Cecilia
Estoy a tu lado, es uno de los blogs más entrañables de la Red; su autora es sor Cecilia, sor Cecilia Codina Masachs, de la Orden de Predicadores, escritora-poeta, que nos acompaña con sus certeros, profundos, luminosos y tiernos mensajes. Nada de lo que acontece alrededor se escapa a su mirada, una mirada cristiana y evangelizadora.
Ya en su perfil, se pude leer cuáles son sus intereses: Ayudarles en sus dificultades, orar por ustedes. Y eso es lo que hace, exactamente, sor Cecilia.
Personalmente, a través de su blog, por su recomendación, llegué a esta bitácora tan querida para mí: La Hoja del Arce. Fue un maravilloso ángel mensajero.
Recientemente ha escrito un libro autobiográfico, "Historias de Sesy Bo", libro que guardo con mucho cariño. Nos ofrece pequeños y deliciosos relatos de su infancia. Ella misma nos dice:
Este libro es una fuente que emana recuerdos de mi interior.
Es la historia de mi vida infantil, escrita en trozos de papeles de cualquier tipo, hasta que mi mamá, al ver la afición que tenía por las letras, me regaló mi primer diario.
Deseo ofrecerles a mis futuros lectores lo mejor de mí; pero todo tiene un engranaje y poco a poco les iré develando el alma de Sesy Bo, Cecilia, o bien Teti, tres nombres de mi misma persona, que empleo indistintamente a los largo de mis relatos [...].
Son retazos entrañables, alegres, chispeantes (sor Cecilia, a menudo, nos regala una carcajada, una sonrisa con su inconfundible ¡jajá!), también, en ocasiones, se tornan tristes (a mí me provocan, aun así, una dulce sonrisa), escritos con el alma. Son una caricia para el alma. Reflejan a una niña sensible, simpática, cariñosa, noble, muy observadora y reflexiva. Una niña llena de Dios. Como acertadamente se añade en el prólogo: "[...] llena de amor, sentimientos de hermandad con todos y profunda humanidad..."[...]
Así es, así me llega y traspasa desde su blog, mi querida sor Cecilia: como un alma bella.
De entre ellos, este relato que os dejo, me causó profunda impresión, hasta las lágrimas:
Un invitado especial
Otra de las costumbres de mi casa, era la de invitar a un pobre a comer el día de Navidad.
Generalmente, todos los años, venía el mismo pobre, se llamaba Moisés y para mí, ese día se convertía en algo muy especial; un día extraordinario, porque Moisés, resultaba ser un hombre que conocía mundo y me contaba historias que iluminaban, aún más, mi imaginación. Ese día, mi abuela tenía en la mesa el mejor pollo del corral, al que había tenido a dieta, atado su pata a la pata de la mesa de mármol del jardín, durante dos días.
Se preparaba la mesa con toda clase de detalles, como si el invitado a comer, fuera una persona muy importante. Recuerdo que esas cosas marcaron mi vida.
Veía la belleza en la pobreza de aquel hombre, no demasiado bien vestido y de higiene descuidada. Apenas tenía dientes y comía con las manos, cosa que jamás había visto hacer en casa. Pasaron los años y Moisés murió. Así lo supuso toda mi familia, porque no volvió ninguna Navidad más y esa bonita costumbre se dejó de hacer.
Un año, en que estábamos solas mi madre y yo para el día de Navidad, hablábamos en la cocina preparando la buena comida y le comenté lo que cuando era pequeña se hacía.
-¿Nena, y si fuéramos a buscar a un pobre a la calle?, - de repente dijo mamá-.
Les diré que la cara se me encendió de alegría, me puse la gabardina y salí a las Ramblas de mi ciudad, en busca de un Moisés.
Lo encontré dormido en un banco, le explique por qué quería que viniese conmigo y aceptó. Estando en la mesa y abriendo yo una botella de cava, mamá le preguntó:
-¿Cómo se llama?
El hombre se resistía a decir su nombre, haciéndose el interesante.
-Me llamo Moisés, como mi padre-al fin lo dijo-.
Del impacto que me provocó, derramé gran parte del cava fuera de la copa.
Mi pobre era el hijo de mi amigo Moisés, el invitado especial de cada Navidad. Pero para terminar; esta historia real tiene algo más trascendente que haber hecho caridad.
-¿Sabes Teti a quién hemos tenido invitado a nuestra mesa desde que tú eras pequeñita?-exclamó mamá-
-Pues sí, mamá, a Moisés.
Mamá, tomándome la cara, me hizo la señal de la cruz en la frente y me besó con suavidad, como era propio de ella y mirándome a los ojos, - a Jesús..., a Jesús -dijo-.
Creo que no hace falta que les diga nada más...
Si queréis conocerla un poco mejor, en este espacio, Mis lecturas y demás escritos, se encuentra una entrevista con sugestivas y profundas pinceladas de su alma, de su vocación:
"Los escritores que amamos las letras, acariciamos los libros como tesoros, cada página tiene su encanto, enigma, carne y vida...".
Gracias, mi querida sor Cecilia. Con ternura.
El necio. Poema de sor Cecilia
Jamás he estado más de acuerdo contigo en una entrada. Conozco y sigo a Sor Cecilia desde hace mucho tiempo y suscribo una a una todas las características con las que la has descrito y te quedas corta.
ResponderEliminarLo de Moisés ya lo conocía por alguna de sus entradas. En casa de los abuelos e mi marido también tenían esa costumbre y era fuente inagotable de anécdotas.
Es un sol sor Cecilia, es verdad.
EliminarQué costumbre más bonita, es para aplicarla...
Un beso fuerte, Tracy.
Muy agradecida mi querida Rosa, por dar a conocer mi libro,y a mi madre que tengo en el cielo y que tanto añoro.
ResponderEliminarHago lo que puedo para ayudar a la gente a través de mi blog, el fruto sólo lo sabe Dios, yo sólo conozco una pequeña parte, pero me siento feliz de que Él me ayude a darle a conocer a mi manera. No conozco mejor forma de que sea amado sino es a través de la humanidad de Cristo.
Que Dios la bendiga.
Con ternura Sor.Cecilia
Gracias por todo, sor Cecilia.
EliminarUn beso, con mucho cariño.