Oración a santa Clara
Gloriosísima virgen y dignísima madre Santa Clara,
espejo clarísimo de santidad y pureza,
base firme de la más pura fe,
incendio de perfecta caridad
y erario riquísimo de todas las virtudes.
Por todos los favores
con que el Divino Esposo os colmó,
y la especial prerrogativa de haber hecho vuestra alma
trono de su infinita grandeza,
alcánzanos de la inmensa piedad
que limpia nuestras almas
de las manchas y de las culpas,
y destituidas de todo efecto terreno
sean templo digno de su habitación.
También te suplicamos
por la paz y la unidad de la Iglesia Católica,
para que se conserve en su unidad de fe,
santidad y costumbres
que la hacen incontrastable
ante los esfuerzos de sus enemigos.
Y si fuese para mayor gloria de Dios
y bien espiritual mío cuanto
pido por esta oración,
vos como madre y protectora
presentad mis deseos en el despacho divino,
pues yo confío en vuestra bondad infinita
que por vuestros méritos alcanzaré
cuanto pido por esta oración,
para su mayor honra y gloria.
Amén Jesús.
[...] En su significado profundo, la «conversión» de Clara es una conversión al amor. Ella ya no llevará nunca los vestidos refinados de la nobleza de Asís, sino la elegancia de un alma que se entrega totalmente a la alabanza de Dios. En el pequeño espacio del monasterio de San Damián, contemplado con afecto conyugal en la escuela de Jesús Eucaristía, se irán desarrollando día tras día los rasgos de una fraternidad regulada por el amor a Dios y por la oración, por la solicitud y por el servicio. En este contexto de fe profunda y de gran humanidad Clara se convierte en fiel intérprete del ideal franciscano, implorando el «privilegio» de la pobreza, o sea, la renuncia a poseer bienes incluso sólo comunitariamente, que desconcertó durante largo tiempo al mismo Sumo Pontífice, el cual al final se rindió al heroísmo de su santidad.
¿Cómo no proponer a Clara, junto a Francisco, a la atención de los jóvenes de hoy? El tiempo que nos separa de la época de estos dos santos no ha disminuido su atractivo. Al contrario, se puede ver su actualidad si se compara con las ilusiones y las desilusiones que a menudo marcan la actual condición juvenil. Nunca un tiempo hizo soñar tanto a los jóvenes, con los miles de atractivos de una vida en la que todo parece posible y lícito. Y, sin embargo, ¡cuánta insatisfacción existe!, ¡cuántas veces la búsqueda de felicidad, de realización, termina por desembocar en caminos que llevan a paraísos artificiales, como los de la droga y de la sensualidad desenfrenada! También la situación actual con la dificultad para encontrar un trabajo digno y formar una familia unida y feliz, añade nubes al horizonte. No faltan, sin embargo, jóvenes que, incluso en nuestros días, recogen la invitación a fiarse de Cristo y a afrontar con valentía, responsabilidad y esperanza el camino de la vida, también realizando la elección de dejarlo todo para seguirlo en el servicio total a él y a los hermanos. La historia de Clara, junto a la de Francisco, es una invitación a reflexionar sobre el sentido de la existencia y a buscar en Dios el secreto de la verdadera alegría. Es una prueba concreta de que quien cumple la voluntad del Señor y confía en él no sólo no pierde nada, sino que encuentra el verdadero tesoro capaz de dar sentido a todo [...]
Vaticano, 1 de abril de 2012, domingo de Ramos.
¡Qué bárbara! ¿Te sabes todo el santoral?
ResponderEliminarNo, Tracy, jajaja, pero a santa Clara le tengo un cariño especial, lo mismo que a otros santos, por eso les traigo. Es bueno encomendarse al santo o santa de cada día y recordarlo.
EliminarUn beso fuerte, querida Tracy.