La comercialización de las fiestas navideñas supone un reto y un desafío a los cristianos. El derroche consumista de estos días amenaza con desfigurar y adulterar el "misterio" de la Navidad, que, precisamente, es un derroche de Dios sin precedentes en la historia.
¡La Navidad es el derroche de Dios a nuestro favor! Dios se hace regalo, se hace don. Un don inestimable y accesible. Se hace como uno de nosotros (Flp 2, 7), se hace niño.
En la Navidad Dios ha derrochado sobre nosotros su amor y su sabiduría, "dándonos a conocer el misterio de su voluntad: el plan que había proyectado realizar por Cristo, en la plenitud de los tiempos: recapitular en Cristo todas las cosas del cielo y de la tierra" (Ef 1, 8-10). Este debe ser el motivo profundo de nuestra fiesta y de nuestra alegría: celebrar el derroche de Dios manifestado en Cristo.
Esto es lo que hacía vibrar al "loco de Belén", Francisco de Asís. Para él la Navidad era la expresión de ese derroche de Dios, hecho no solo hombre, sino hombre pobre, para enriquecernos con su pobreza, como justamente apuntó ya san Pablo: "Conocéis ya la generosidad de nuestro Señor Jesucristo, el cual, siendo rico, se hizo pobre a fin de que os enriquezcáis con su pobreza" (2 Cor 8,9).
Estos fueron los sentimientos profundos que llevaron a San Francisco a la recreación navideña de Greccio, considerado como el punto de arranque de la práctica belenista en Occidente. Su biógrafo, Tomás de Celano, describe así la construcción de ese primer belén viviente: "Se prepara el pesebre, se trae el heno, y se colocan el buey y el asno. Allí la simplicidad recibe honor, la pobreza es ensalzada, se valora la humildad" (1 Cel XXX), y subraya: "Con preferencia a las demás solemnidades, celebraba con inefable alegría la del nacimiento del niño Jesús; la llamaba fiesta de las fiestas, en la que Dios, hecho niño pequeñuelo, se crió a los pechos de madre humana" (2 Cel 199).
Al desearnos ¡FELIZ NAVIDAD! no olvidemos identificar dónde reside el secreto de esa felicidad: en que Dios ha derrochado sobre nosotros su Amor personal, Jesucristo, "porque tanto amó Dios al mundo que dio a su único Hijo para que todo el que cree en él no perezca" (Jn 3,16).
P. Montero. Evangelio y Vida, Año LV, nº. 330
Bendito derroche de Amor!! Nos une, nos hace hermanos, hijos de Dios y herederos suyos.
ResponderEliminarGracias, Rosa, por todas tus visitas.
Te recuerdo siempre y eso me ayuda mucho.
Te quiero hermanita, besos y gracias por tus "besiños"
Así, tal cual, nos une y nos une, con inefable alegría...
EliminarGracias a ti, mi querida Militos, te recuerdo y te quiero mucho.
Muchos besiños.
No te digo... ¿dónde vas por esas vírgenes tan reales?
ResponderEliminarLas encuentro en la Red, hay obras preciosas y las guardo. Me alegro de que te gusten.
EliminarTe dejo una página, donde encontrarás muchas imágenes:
http://www.pinterest.com/tresfrance/virgen-maria/
Un beso fuerte.