El Evangelio de hoy invita a las familias a coger la luz de esperanza que proviene de la casa de Nazaret, en la que se desarrolla en la alegría la infancia de Jesús, el cual– dice san Lucas – “crecía en sabiduría, edad y gracia ante Dios y ante los hombres” (2,52). El núcleo familiar de Jesús, María y José, es para todo creyente, y especialmente para las familias, una auténtica escuela del Evangelio. Aquí admiramos la realización del designio divino de hacer de la familia una especial comunidad de vida y de amor. Aquí aprendemos que cada núcleo familiar cristiano está llamado a ser “iglesia domestica”, para hacer resplandecer las virtudes evangélicas y llegar a ser fermento de bien en la sociedad. Los rasgos típicos de la Santa Familia son: recogimiento, acogida y oración, comprensión mutua y respeto, espíritu de sacrificio, trabajo y solidaridad.
Del ejemplo y del testimonio de la Santa Familia, cada familia puede tomar indicaciones preciosas para el estilo y las elecciones de vida, y puede tomar fuerza y sabiduría para el camino de cada día. La Virgen y san José enseñan a acoger a los hijos como don de Dios, a engendrarlos y educarlos cooperando en modo maravilloso en la obra del Creador y dando al mundo, en cada niño, una nueva sonrisa. Es en la familia unida donde los hijos llevan la maduración a su existencia, viviendo la experiencia significativa y eficaz del amor gratuito, de la ternura, del respeto mutuo, de la mutua comprensión, del perdón y de la alegría.
Quisiera detenerme sobre todo en la alegría. La verdadera alegría que se experimenta en la familia no es algo casual y fortuito. Es una alegría fruto de la armonía profunda entre las personas, que hace gustar la belleza de estar juntos, de apoyarnos mutuamente en el camino de la vida. Pero en la base de la alegría está la presencia de Dios, su amor acogedor, misericordioso y paciente hacia todos. Si no se abre la puerta de la familia a la presencia de Dios y a su amor, la familia pierde la armonía, prevalecen los individualismos, y se apaga la alegría. En cambio, la familia que vive la alegría de la fe la comunica espontáneamente, es sal de la tierra y luz del mundo, es levadura para toda la sociedad.
Que Jesús, María y José bendigan y protejan a todas las familias del mundo, para que en ellas reinen la serenidad y la alegría, la justicia y la paz, que Cristo naciendo ha traído como don a la humanidad.
Papa Francisco, Ángelus, 27 de diciembre de 2015
... de cuando la música lleva a Dios. ¡Gracias, Rosa!
ResponderEliminarBesos.
¡Un beso!!!
EliminarQué bonito Rosa, quien pudiera dormir así en brazos de María, espero poder hacerlo algún día.
ResponderEliminarQuerida amiga contesté a tu último correo, pero dime si lo has recibido porque lo hice con el móvil y tengo dudas. Te hablé de Guadalupe.
Espero que disfrutes mucho de estos días tan entrañables. En casa acaba de entrar la gripe por el jefe, pero de momento estamos bien y la Nochebuena fue muy familiar, éramos pocos, pero en fin de año se presenta muy concurrida, jaja. Reza un poquito para que la gripe no cunda.
Te quiero un montón.
Besiños, querida Rosa
¡¡¡Hola!!! Ahora mismo miro el correo ...
EliminarEs un vídeo muy bonito, realizado por una amiga entrañable, la tienes arriba justo ...
Vaya, la dichosa gripe haciendo de las suyas. Ese virus es un fastidión.
Que no cunda ...
Sabes que te quiero mucho, mucho, mucho ...
Besiños, queria Militos.
Eres toda una experta con el móvil.
La familia es lo que se tiene realmente.
ResponderEliminarLástima que haya familias desunidas, Rosa.
Besos!!!
Sí, y pienso que los amigos de verdad también son parte de la familia.
EliminarEs verdad, es una lástima, se nota mucho, es la base de todo.
¡Un beso!!!
Bello, la imagen, la música y el texto....
ResponderEliminarGracias Rosa
Maite Lorenzo
Un beso muy grande.
EliminarGracias.