He asistido a una conferencia impartida por don Felicísimo Martínez Díez, sacerdote dominico, nacido en Prioro (León) en 1943. En la actualidad alterna las tarea de escritor y conferenciante con la docencia en el Instituto Pastoral de León XIII de Madrid.
Os dejo una síntesis de la conferencia.
La transmisión de la fe en la sociedad moderna y postmoderna
La sociedad actual se caracteriza por cambios profundos y acelerados. Nos sentimos perdidos ante tantas ofertas. Parece que la cadena de transmisión de la fe se ha roto, y tenemos la sensación de que falta la generación intermedia de creyentes entre los abuelos y los nietos. Hoy son los abuelos los que llevan a los niños al colegio (éste es un detalle muy significativo). Nos preocupa la falta de sensibilidad ante este problema. ¿Esperamos un milagroso cambio? No podemos sentir una obsesión patológica ante el problema, pero sí tenemos una responsabilidad. ¿Por qué el Evangelio va perdiendo crédito?
No debemos conformarnos con lamentos. Hay valores cristianos fuera de los templos, con prácticas verdaderamente evangélicas, como, por ejemplo, la solidaridad, debemos tenerlo en cuenta. Es necesario responsabilizarnos, pero no fomentar el sentido de culpa. No nos falta buena voluntad, pero no sabemos...
Debemos buscar soluciones.
¿Qué significa transmitir?
Aclaraciones: usamos demasiado alegremente este término, y damos por supuesto que los evangelizadores deben saber hacerlo. Pero la fe es un don de Dios, nadie lo transmite. Dios lo oferta a todos, pero la respuesta por nuestra parte no es igual. ¿No podemos hacer nada para transmitirla? Sí, facilitar las cosas. Para creer, hay que querer, querer creer. Dios no puede permitir que la vida humana termine en un fracaso. Somos instrumentos y la fe se puede contagiar, con el anuncio del Evangelio y el testimonio de vida. Con nuestra vida, podemos poner las cadenas de transmisión. Hemos llegado a la fe a través de una cadena ininterrumpida de testimonios durante 20 siglos. De haberse roto esta transmisión, nosotros, hoy, no seríamos cristianos. Ayudar a los demás a vivir con sentido, es ayudar en la fe. Y el testimonio de fe es especialmente eficaz en las distancias cortas.
Santo Tomás o san Agustín, lo expresaron así:
Santo Tomás distingue dos dimensiones en la fe: la dimensión objetiva, los contenidos del Credo (alguien nos ha contado el Evangelio, padres, catequistas, etc), y la dimensión subjetiva, la fe como virtud, como actitud de confianza absoluta en este don. Es un don del Espíritu, y nadie puede transmitir a nadie esta experiencia de fe.
Hoy no es fácil. Vivimos una crisis de transmisión y es difícil el testimonio, porque no tenemos respaldo social. Pero la fe es, básicamente, luz interior.
Nos invita a leer el capítulo 9 de los Hechos de los Apóstoles, la conversión de san Pablo, que pasa de ser un ciego, a alguien que ve: "...y se le cayeron como unas escamas de los ojos..."
San Agustín pensaba que cuando se convirtiera jamás iba a ser feliz, se resistía: mañana, mañana, decía... Y lo expresa después con una hermosa metáfora: "Y yo me había puesto en mis espaldas para no verme, pero Tú me quitaste de mis espaldas y me arrojaste contra mis ojos"
La vivencia de la fe no es ajena a las condiciones culturales, y hoy la cultura es secular, genera indiferencia ante lo religioso, pero esto puede favorecer la depuración de nuestra fe. En otras épocas, sobre todo en el medio rural, esta vivencia se facilitaba de forma más natural:
Describe una anécdota que le contaba su madre: bajaba su madre por la cuesta que conducía a la Iglesia del pueblo, y ve a un niño subiendo y llorando. Le pregunta: ¿a dónde vas llorando?, y responde el niño: me voy a rezar un poco, porque está perdiendo el Real Madrid...
La Religión no desaparecerá. Hoy existe un anhelo de espiritualidad, y también de mística. Crecen las creencias exóticas, hay interés por los milagros etc... El ser humano no puede vivir sin alma. ¿Por qué el Evangelio de Jesús no es suficiente? En los espacios públicos no se da cabida a lo religioso, debe quedar en el ámbito de lo privado. Es un secularismo cerrado. Parece que ser creyente significa renunciar a ser moderno (¿cómo tú, con lo que has estudiado sigues siendo creyente?, es la pregunta que, a menudo, escuchamos). La fe cristiana no tiene el respaldo sociológico anterior. Los agentes de transmisión parece que están confrontados: familia, escuela, parroquia... Parece que existe una desconexión entre ellos...
La primera pregunta que aparece en la Biblia es: ¿Y dónde está tu hermano?
Pedimos, rezamos, pero, a veces, nuestros deseos pueden estar equivocados y está bien que el Evangelio nos cuestione. El Evangelio no está para proporcionar nuestros deseos cortos, sino los largos. Las grandes preguntas son: ¿qué es la felicidad?, ¿qué es la libertad? ¿en qué consiste ser humanos? Si esto lo supiéramos bien, habría menos catástrofes personales. El Evangelio no sirve solo para confirmar mis apetencias, sino también para cuestionarnos: renuncia, sacrificio, sufrimiento. Esto no es el ideal para el Evangelio, pero es realista, y nos sirve para entender que la vida humana es finita y limitada. Nos sirve para sosegarnos también, también nos sosiega el Evangelio, pero siempre nos interpela con la pregunta: ¿dónde está nuestro hermano?
Se acusa a la Iglesia de falta de crédito. El testimonio de cada uno es fundamental, pero no lo es menos la evangelización acompañada de las prácticas de iniciación en la vida cristiana. Existe un desconocimiento brutal de la figura de Jesús. La evangelización es mejor organizando itinerarios personales, más que cursos, talleres, etc...
¿Cómo debe ser el testimonio?
- El testimonio debe ser de la Iglesia en su conjunto, todos somos Iglesia, y por eso es necesario el testimonio individual. Testificar los hechos y conocer la historia de Jesús, para que no se cuente mal (mención al libro del Código da Vinci). Cita a don Manuel García Morente, cuando expresa que escuchando la música de Berlioz, se sintió salvado.
- Surge de forma espontánea, sin que el testigo se lo proponga, sale solo.
- El testigo se destaca por la fuerza de sus convicciones, no por su inteligencia. Destaca por su fortaleza teologal, por su confianza en Dios, por su fe.
- Debe tener en cuenta que su testimonio puede ser rechazado. No siempre es acogido. Pero eso no da la medida de que sea verdadero o no. A veces puede ser apedreado, como le sucedió a Jesús.
- No saber cómo testificar es fatigoso para el testigo. Hoy, es difícil ser testigo de un Dios cuya existencia se desconoce. La misma increencia nos ayuda a los creyentes a ver que Dios es un misterio. Por eso debemos hablar de Dios con mucho respeto. Es necesaria la soledad ("Tanto tiempo junto a Ti, y tanto tiempo solo"). No basta con la catequesis, se necesita un catecumenado permanente. Caemos y nos levantamos, y "cuando te hayas levantado, sustenta a tus hermanos...".
Necesitamos a la comunidad de creyentes, el acompañamiento para vivir la fe en medio de la realidad secular. ¡Qué difícil es, a veces, decir que soy cristiano en la oficina!
La experiencia de la fe debe estar pegada a la tierra, a todo. Dios asume todo lo que es humano.
Debemos educar nuestros deseos, no eliminarlos, sería castrarlos, pero sí educarlos. A san Agustín, Dios le fue educando sus deseos ¡cuántos deseos nos han llevado a la frustración por no saber educarlos! Los deseos nunca quedan completamente satisfechos. El evangelio nos puede ayudar a educar nuestros deseos en el sentido de la necesidad; si cubrimos una necesidad, no alimentamos ya el deseo.