Nadie ni nada
Nadie estuvo más solo que tus manos
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.
perdidas entre el hierro y la madera;
mas cuando el pan se convirtió en hoguera
nadie estuvo más lleno que tus manos.
Nadie estuvo más muerto que tus manos
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el vino ensangrentado ardía
nadie estuvo más vivo que tus manos.
cuando, llorando, las besó María;
mas cuando el vino ensangrentado ardía
nadie estuvo más vivo que tus manos.
Nadie estuvo más ciego que mis ojos
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.
Nadie estaba más ciego que mis ojos.
cuando creí mi corazón perdido
en un ancho desierto sin hermanos.
Nadie estaba más ciego que mis ojos.
Grité, Señor, por qué te has ido.
Y Tú estabas latiendo entre mis manos.
José Luis Martín Descalzo
Santo día.
ResponderEliminarEl poema precioso, como todos los suyos.
El sigue latiendo en nuestros sagrarios. Ahí lo tenemos siempre. Ahí unidas.
Un abrazo
Santo día.
EliminarAhí unidas.
Un beso, querida amiga.
Santo, santisimo dia, que poema tan bonito con todo ese misticismo tan sencillo, tan a nuestro alcance que tiene soempre Martin Descalzo.
ResponderEliminarBesiños querida Rosa
Mi querida Militos, qué bien lo has definido ...
EliminarBesiños, besiños, besiños ... infinitos ...