“¡ Oh, Soledad ! Si he de morar contigo,
que no sea entre este hacinamiento de oscuros edificios;
sube conmigo la escarpada senda,
y llegando a esa atalaya de la naturaleza,
veremos, en la distancia, como un pequeño espacio
donde el valle acrece su verdor y el cristal de su río;
que tenga tus vigilias bajo el fino ramaje,
allí donde el ciervo con su salto tan leve
asusta de la dulce campánula a la abeja.
Pero, aun gustando de compartir contigo esas escenas,
la plática con un ser puro cuyas palabras
espejan una mente exquisita, es mi mayor deleite,
porque, sin duda, la dicha de la tierra reside
en dos almas afines que vayan hacia ti”.
que no sea entre este hacinamiento de oscuros edificios;
sube conmigo la escarpada senda,
y llegando a esa atalaya de la naturaleza,
veremos, en la distancia, como un pequeño espacio
donde el valle acrece su verdor y el cristal de su río;
que tenga tus vigilias bajo el fino ramaje,
allí donde el ciervo con su salto tan leve
asusta de la dulce campánula a la abeja.
Pero, aun gustando de compartir contigo esas escenas,
la plática con un ser puro cuyas palabras
espejan una mente exquisita, es mi mayor deleite,
porque, sin duda, la dicha de la tierra reside
en dos almas afines que vayan hacia ti”.
John Keats: Soneto.- “Poesías“.
Dos almas afines...
ResponderEliminarEso no lo rompe nadie.
Besos.
Nadie.
EliminarUn beso, Toro.
¡Precioso!
ResponderEliminar¡Me alegro!
EliminarUn beso fuerte, Tracy.