Alfred Eisenstaedt
con auriculares retumbando en sus oídos,
y los ojos clavados en las pantallas,
sin advertir que las hojas caen,
que los pájaros se van,
ellos pasan patinando,
mientras que, por encima de ellos giran las estaciones,
las vidas,
los años y los siglos,
sin entender qué es lo que pasa.
Ellos pasan sobre patines,
por entre las sombras de la realidad
que creen que existen
y entre personajes que piensan que son hombres,
mecanismos creados por otros mecanismos
a su imagen y semejanza,
mientras, Dios desciende entre ellos
y aprende a patinar
para poder salvarlos.
Ana Blandiana
¡Qué poema tan extraordinariamente bello!!!
ResponderEliminarMe lo guardo en el cofre de los poemas -tesoros.
Besossssss
Coincido contigo, también me lo parece.
EliminarBellísimo.
Besosssss y feliz noche.
El poema deja reflexionando.
ResponderEliminarEl mundo está lleno de patinadores, a la vista está.
Todos patinamos, lo que pasa es que algunos, además, se columpian.
Patinadores sordos, mudos y agrandados.
Así vamos.
Besos, querida Rosa.
Jaja, me hace gracia lo que dices ... ¡se columpian!
EliminarCreo que sí.
Un beso, querida Verónica.
Hoy los patinazos están a la orden del día y no precisamente en pistas de patinaje,
ResponderEliminarYa veremos.
Sí, Tracy, en toda clase de pistas.
EliminarIncreíble a veces.
Un beso muy fuerte.