viernes, 23 de noviembre de 2012

Espiritualidad monástica




 San Miguel de Escalada. León.
 


D. Jesús García Recio, sacerdote y director del Instituto Bíblico y Oriental, pronunció, el miércoles 21 de noviembre, en el Museo de León, una conferencia encuadrada en los actos preparatorios del MC aniversario de la consagración del templo mozárabe de San Miguel de Escalada (León). El título de la ponencia:

Orígenes del monacato en Oriente



San Miguel de Escalada, interior.
 

Comienzo con unas palabras, con las que D. Jesús García Recio finalizó esta ponencia:
 
 "...como entes históricos, seres históricos, tenemos un engarce que viene desde el origen; de ahí la importancia de las humanidades para hilvanar con lo de atrás..."

 
A patir del análisis de los monjes mozárabes, constructores del monasterio de san Miguel de Escalada, en el s.X, rastrea e hilvana los orígenes del monacato y de la vida contemplativa, y nos retrotae a los textos mesopotámicos del último rey de Babilonia: Nabónido.
Las citas en cursiva se refieren a textos de Mesopotamia.

La exposición contiene  múltiples interrogantes:

¿Cuál es la entraña de la espiritualidad de Oriente?
 
Dios y el hombre están constitutivamente unidos. Somos íntimos a nuestro propio mundo, venimos de lo más profundo de esta tierra (arcilla), pero somos carne y sangre de Dios. Él nos cede su carne y su sangre para que, mezcladas con la arcilla, se fabrique la osamenta del ser humano. Somos un amasado de lo propio de Dios y de lo propio de este mundo.
Así, el monacato tenía este empeño en atender lo que de divino tenemos; surge la atención a Dios.
Nos puso ojos para que le estuviéramos atendiendo contínuamente; tenerlo a la vista, deseo de contemplarlo.
 
¿Cómo se produce este encuentro entre Dios y el hombre? Porque hay un cruce de miradas. Primero los ojos de Dios, que abarcan todo lo humano, nos escrutan, nos están examinando. Él examina a cada hombre, y después emite un juicio. Nada ni nadie se le oculta. En ese cruce de miradas nos cabe mirarle a Él. La vida contemplativa no es sino devolverle a Dios su propia mirada.
El hombre se reconoce así, atento a Dios. Su mirada es penetrante, de amor, y el hombre escrudiña para saber cuál es su voluntad, su intimidad. Así, descubre que tiene sed de Él; le ve porque le desea. Descubre su rostro.
 
¿Qué es ver el rostro de Dios? Es la luz cegadora; no podemos mantener la mirada de frente. Somos mirados por Dios y estamos mirando a Dios.
 
¿Cómo descubrirlo en nuestra mundanidad? Toda la Creación nos puede advertir, es una sinfonía. Dios es una presencia envolvente, es imposible que pase desapercibido. Despierta nuestra atención. Lo abarca todo, cielo y tierra, lo llena todo. Su faz es inabarcable a la mirada, es la razón última de toda la realidad. Lo Absoluto.  Dice un texto mesopotámico:

"...los peces se dieron cuenta de esta presencia y saludaron..."
 
La primera experiencia del hombre al nacer es verlo; cuando sale del seno materno, de la placenta, descubre la realidad de Dios. Venimos marcados por esa experiencia radical.  Es la Luz que nos hace ver la Luz. Así, estamos orientados hacia lo Alto: "La Humanidad está atenta a tu Luz", junto con toda la Creación, la naturaleza.
Los monjes se retiran a un monasterio en medio de la naturaleza. "Los astros se alegran, todo se reúne en torno a Ti". La Creación  es una sinfonía volcada hacia Dios.
 
Ésta es la entraña de la espiritualidad oriental, a la luz de los textos mesopotámicos.


 
Babilonia

 
¿Por qué dedicarse a Dios por entero? En Mesopotamia, la cuna de la civilización, encontramos esta experiencia narrada por Nabónido, último rey de Babilonia, el rey que se convirtió en monje:
 
No era hijo de reyes, era hijo de una sacerdotisa; sube al trono ya mayor, con 65 años. No hay reloj para el encuentro con Dios, y Nabónido se encuentra con Él a esta edad.
 
Una vez que percibe el encuentro, elabora un programa de vida ¿Qué necesita? Retirarse y poner a Dios en lo más alto. Se entendió a sí mismo como criatura en sus manos, por eso se retira (es Rey, pero se da cuenta de que es criatura). Su vida es una vocación (Dios me ha llamado para algo, Dios me ha llamado por mi nombre, dice), y entiende que le ha llamado para servirle. Diariamente le reza, y decide preocuparse por su casa: los templos. Reforma los templos.
 
Comienza, así, a gestarse el monje; suplicaba: "Que yo pueda ser un rey grato a tu corazón". Comienzan también la obediencia (entrega a su propia hija a la vida consagrada), la piedad, se encuentra atento a Dios, cuidadoso con sus palabras, humilde, temeroso...va camino de hacerse monje.
Tiene que reformarse a sí mismo, dedicarse en exclusiva a Él, y anima a las gentes de su reino a ponerse en su búsqueda. Esto se produce diez años más tarde del primer encuentro.
 
Posteriormente, viene el retiro, que tuvo lugar en un oasis. El celo de Dios le mueve al retiro, llevado por un amor desbordado y casi loco por Él. Cuando descubre su presencia, no puede ya vivir en un ambiente que le niegue. Se va al desierto, no puede seguir siendo rey de Babilonia. Comienza el desasimiento, tiene que cortar, se desliga de la realeza, deja el mundo, se aparta. Se asienta en el oasis de Taima, y allí acaece la experiencia contemplativa. Él mismo lo cuenta en una Asamblea, con este testimonio:

"Me encontraba sobrepasado en todo tipo de sabiduría, en un saber de otro orden, que no se puede expresar ni siquiera con los términos de la poesía".




   
¿Dónde encontramos las primeras muestras de vida monástica contemplativa?  En el año 2300 a.C (incluso ya antes, en 2600 a.C.)  -dice Jesús García Recio- se encontraba ya armada la vida consagrada.  Ya existían en aquel tiempo, personas consagradas por entero a Dios. Eran mujeres, célibes y en clausura. Entran a través de un matrimonio con Dios: hay una dote, y el templo otorga un regalo a los padres por haber consagrado una hija; aparecen unos anillos, un velo de desposada... Cambia de nombre porque entra en un régimen de vida nuevo. La joven era también ungida con aceite y al día siguiente de la consagración, visitaba el cementerio, donde se encontraban las mujeres difuntas del monasterio.
Consagraban su vida a rezar, por el mundo en general, sostenían orantemente la realidad, dedicaban su vida a los demás, no rezaban para ellas mismas.
 
¿Por qué fueron mujeres las primeras en dedicarse a la vida contemplativa? Me atrevo a decir, termina  D. Jesús García Recio, porque en la mujer existe una entraña o una afectividad (quizá porque está destinada a ser madre) que la predispone a una mayor apertura hacia Dios. Esto es sólo un atrevimiento que me permito -dice-, y sonríe...
 
Y termina:
 
"...como entes históricos, seres históricos, tenemos un engarce que viene desde el origen; de ahí la importancia de las humanidades para hilvanar con lo de atrás..."
 


 

 
 
Lunes 7 de febrero de 2011: "Mesopotamia en los orígenes del cristianismo", conferencia de D. Jesús García Recio,  relativa a este tema. No podemos dejar de escucharlo.
 


 
 

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