Presentación de la Virgen María en el Templo. Giotto
Fueron callados, como su humildad, los años de infancia de María Santísima. Nada nos dice la sagrada Escritura. Los cristianos, sin embargo, deseaban conocer con más detalle la vida de María.
Era una aspiración legítima. Y como los evangelios guardan silencio hasta el momento de la Anunciación, la piedad popular, inspirada en varios pasajes del Antiguo y Nuevo Testamento, elaboró pronto algunas narraciones sencillas que luego se recogerían en el arte, en la poesía y en la espiritualidad cristiana.
Uno de estos episodios, quizá el más representativo, es la Presentación de la Virgen. María es ofrecida a Dios por sus padres, Joaquín y Ana, en el Templo de Jerusalén; lo mismo que otra Ana, madre del profeta Samuel, ofreció a su hijo para el servicio de Dios en el tabernáculo donde se manifestaba su gloria (cfr. 1 Sam 1, 21-28); igual que, años después, María y José llevarían a Jesús recién nacido al Templo para presentarlo al Señor (cfr. Lc 2, 22-38).
En rigor, no hay una historia de estos años de la Virgen, sino lo que la tradición nos ha ido transmitiendo. El primer texto escrito que refiere este episodio -de él dependen los numerosos testimonios de la tradición posterior- es el Protoevangelio de Santiago, un escrito apócrifo del siglo II. Apócrifo significa que no pertenece al canon de los libros inspirados por Dios; pero esto no excluye que algunos de estos relatos tengan ciertos elementos verdaderos. En efecto, despojado de los detalles posiblemente legendarios, la Iglesia incluyó este episodio en la liturgia: primero en Jerusalén, donde en el año 543 se dedicó la basílica de Santa María Nueva en recuerdo de la Presentación; en el siglo XIV, la fiesta pasó a Occidente, donde su conmemoración litúrgica se fijó el 21 de noviembre.
María en el Templo. Toda su belleza y su gracia -estaba llena de hermosura en el alma y en el cuerpo- eran para el Señor. Éste es el contenido teológico de la fiesta de la Presentación de la Virgen. Y en este sentido la liturgia le aplica algunas frases de los libros sagrados: en el tabernáculo santo, en su presencia, le di culto, y así me establecí en Sión. En la ciudad amada me dio descanso, y en Jerusalén está mi potestad. Arraigué en un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad (Sir 24, 15-16).
Lo mismo que Jesús cuando fue presentado en el Templo, María continuaría viviendo con Joaquín y Ana una vida normal. Donde Ella estaba -sujeta a sus padres, creciendo hasta hacerse mujer-, allí estaba la llena de gracia (Lc 1, 28), con el corazón dispuesto para un servicio completo a Dios y a todos los hombres, por amor a Dios.
Presentación de la Virgen María en el Templo. Vittore Carpaccio
La Virgen fue madurando ante Dios y ante los hombres. Nadie notó nada extraordinario en su comportamiento, aunque, sin duda, cautivaría a quienes tenía alrededor, porque la santidad atrae siempre; más aún en el caso de la Toda Santa. Era una doncella sonriente, trabajadora, metida siempre en Dios, y a su lado todos se sentían a gusto. En sus ratos de oración, como buena conocedora de la Sagrada Escritura, repasaría una y otra vez las profecías que anunciaban el advenimiento del Salvador. Las haría vida suya, objeto de su reflexión, motivo de sus conversaciones.
Esa riqueza interior se desbordaría luego en el Magnificat, el espléndido himno que pronunció al escuchar el saludo de su prima Isabel. Todo en la Virgen María estaba orientado hacia la Santísima Humanidad de Jesucristo, el verdadero Templo de Dios. La fiesta de su Presentación expresa esa pertenencia exclusiva de Nuestra Señora a Dios, la completa dedicación de su alma y de su cuerpo al misterio de la salvación, que es el misterio del acercamiento del Creador a la criatura.
Como cedro del Líbano crecí, como ciprés de los montes del Hermón. Crecí como palmera en Engadí, como jardín de rosas en Jericó, como noble olivo en la planicie, como plátano crecido junto al agua en las plazas (Sir 24, 17-19). Santa María hizo que en torno suyo floreciera el amor a Dios. Lo llevó a cabo sin ser notada, porque sus obras eran cosas de todos los días, cosas pequeñas llenas de amor.
Esa riqueza interior se desbordaría luego en el Magnificat, el espléndido himno que pronunció al escuchar el saludo de su prima Isabel. Todo en la Virgen María estaba orientado hacia la Santísima Humanidad de Jesucristo, el verdadero Templo de Dios. La fiesta de su Presentación expresa esa pertenencia exclusiva de Nuestra Señora a Dios, la completa dedicación de su alma y de su cuerpo al misterio de la salvación, que es el misterio del acercamiento del Creador a la criatura.
Como cedro del Líbano crecí, como ciprés de los montes del Hermón. Crecí como palmera en Engadí, como jardín de rosas en Jericó, como noble olivo en la planicie, como plátano crecido junto al agua en las plazas (Sir 24, 17-19). Santa María hizo que en torno suyo floreciera el amor a Dios. Lo llevó a cabo sin ser notada, porque sus obras eran cosas de todos los días, cosas pequeñas llenas de amor.
J.A. Loarte
Muchas felicidades, querida Rosa!!!
ResponderEliminarTe deseo todo lo mejor, hoy y siempre.
Gracias por tus palabras; te llevaré en el corazón.
Abrazos.
¡¡¡Mil gracias!!!
Eliminar¡Mucha suerte!!!
¡Un beso!
Es hoy tu cumple? Si es así voy a tomar nota, querida Rosa, no puede ser que yo no lo sepa, por si acaso te felicito de todo corazón y con la ilusión de que seas mi amiga del alma.
ResponderEliminarEsta fiesta de la Presentación de la Niña María, me emociona porque en el colegio siempre la festejábamos mucho y la capilla se llenaba de bebes que las madres ofrecían a la Virgen. Cuando fui antigua alumna, si me pillaba en Madrid bajaba al colegio a ofrecer a algunos de mis hijos, creo que sólo fueron tres porque pasé los quince primeros años de matrimonio en San Fernando (Cádiz) y sólo hacía breves visitas a mis padres.
Oye, preciosa, se me olvidó dejarte BESIÑOOOS
ResponderEliminarPues ya tomo nota, Rosa, benditas coincidencias, por eso me parece que no hay derecho a que se fuera tan pronto. Te prometo que yo contaba on tenerle entre nosotros siempre y por ley de vida, marcharme yo mucho antes que él.
ResponderEliminarYo contaba con muchas cosas, pero no con lo que Dios le tenía guardado, pero bendito por siempre sea Dios.
Es un día muy bonito para tu cumple, felicidades otra vez.
Besiños.
Ya, Militos, yo también contaba, pero Dios dispone, siempre lo que es mejor para todos, por eso lo acepto confiada, pero cuesta ¿verdad?
EliminarEs un día muy bonito, es cierto.
Besiños